Un COLOSO infatigable
Crónica de la quinta jornada de la 62ª edición del Festival de San Sebastián
Mientras en el mundo real el machismo y la política eran los protagonistas del día, en nuestro Valhalla cinematográfico particular el día estaba subrayado en negro. A priori, era la entrega menos mediática del certamen, y, así ha sido en definitiva: el más insustancial de los días en la competición oficial. Suerte que por la noche llegó Wim Wenders y le puso remedio con el sensacional documental dedicado a Sebastião Salgado, La sal de la Tierra, una obra esencial que devuelve la fe en humanidad a base de panorámicas blanquinegras. Mucho antes pasaban por el Kursaal y el Principal dos de las apuestas latinas de Donostia Zinemaldia. Dos filmes con la familia, el núcleo temático del concurso, como eje, que no entusiasman pero sí dejan detalles para el debate. La primera, la chilena La voz en off demuestra la fuerza de la ola que proviene del país andino. Industria cada vez más potente y con autores de calado. La segunda, la argentina Aire libre, se une a la tendencia anglosajona de recopilar el realismo sobre desamor contemporáneo con algún buen momento pero nula credibilidad. Con la cinta de Anahí Berneri llegaron los primeros pitos. Una actitud, por otra parte, borreguil y deleznable, símbolo de la gana notoriedad de una crítica con el ego tan inflado como parco en razones. No todo es gloria en el paraíso. Mientras mi compañero Gonzalo se embarcaba en terreno ruso, llegaban las primeras notas sobre Corn Island, ganadora del Globo de Cristal en Karlovy y una de las mejores películas del año para un servidor. Algo que provocó una profunda alegría. No sólo de visionados se alimenta la filia por el cine. El largometraje de George Ovashvili lo merece.
La voz en off
Dirigida por Cristián Jiménez.
Reparto: Ingrid Isensee, Maria Siebald, Paulina Garcia, Cristian Campos.
Chile,Francia, 2014
DONOSTIA ZINEMALDIA | COMPETICIÓN
Ensayos y errores | Dejando atrás su etiqueta de promesa del cine chileno —de la que se despojaba hace un par de años con la excelente Bonsái—, Cristián Jiménez se estrenaba en la competición de Donostia Zinemaldia convertido en una realidad. Prueba fehaciente es su tercera película, La voz en off, una trágicomedia familiar de acordes y desacuerdos que logra divertir y emocionar gracias a su sinceridad y simpleza. Simpleza bien entendida, por supuesto. Jiménez obvia cualquier artificio para ofrecernos una historia coral, donde el foco varía –aunque centrándose, principalmente, en la figura de Sofía (estupenda Ingrid Isensee)— sobre la ruptura del núcleo doméstico. Parte de su acierto proviene de su completo casting. Todos sus intérpretes necesitan pocas palabras para definirse. Sus miradas lo dicen todo. Hablan de su momento, de su desesperanza y dónde se hallan sus motivaciones. Un estilema que representa a ese nuevo cine chileno, con autores como Sebastián Lelio (Gloria) o Pablo Larraín (No), que logran extraer de lo cotidiano una fábula casi mágica que en ningún momento deja de un lado al realismo. La voz en off es una cinta ligera, sin excesivas pretensiones pero que logra calar gracias a su franqueza. Un soplo de aire fresco, elegante y cautivador y que acentúa que estamos ante un narrador con mayúsculas en ciernes. Otra nueva razón del porqué de Cine en Construcción, el trampolín hacia un soberbio futuro. 70|100. | ★★★★★ |
Aire libre
Dirigida por Anahí Berneri.
Reparto: Leonardo Sbaraglia, Celeste Cid, Máximo Silva, Fabiana Cantilo.
Argentina, 2014
DONOSTIA ZINEMALDIA | COMPETICIÓN
Felices para siempre | Anahí Berneri retorna a San Sebastián –tras su paso y premio FIPRESCI en 2007 con Encarnación— con un drama sobre el desamor de un tono casi inédito en la filmografía hispanoamericana; marcado por un realismo autorreferencial, dibujando una cotidianidad y desgarro que busca empatar con las experiencias arraigadas en la memoria del espectador. Pudiéramos considerarlo la variante de la óptica de Derek Cianfrance (Blue Valentine), John Cameron Mitchell (Rabbit Hole) o Drake Doremus (Like Crazy), tres autores que, a través de sus vivencias, diseñaron (y se decantaron) por personajes cuyas relaciones no llevaron a buen puerto por pingües razones. Aire libre se centra en las desigualdades emocionales de un matrimonio consolidado que tendrá como punto de reflexión el proyecto de restauración de una vivienda en un área campestre. Un cambio en sus vidas que los distanciará, de tal manera, que se convertirán en auténticos desconocidos. Como ocurriera con los directores anteriormentes nombrados, Berneri se posiciona de inicio; en su caso, del lado de Lucía (una poco creíble Celeste Cid), cargando las tintas —para luego equilibrarse cercano al epílogo— sobre la crisis de los 40 de su compañero Manuel (Leonardo Sbaraglia). Un detalle que no tiene porque ser reprochable salvo porque sendos personajes expiran artificialidad. En ningún momento logran extrapolar empatía por mucho que el contexto se asemeje a situaciones vividas por la platea. Ambos roles son presentados de forma esquemática y entrar en su desencanto se torna harto complicado desde el comienzo. Con ello, Aire libre se queda en una simple cuestión personal, una obra fallida, sin demasiada vida ni ideas. 45|100. | ★★★★★ |
La sal de la Tierra
The Salt of the Earth.
Dirigida por Wim Wenders, Juliano Ribeiro Salgado.
Reparto: documental.
Alemania, 2014
PERLAS
La cámara de Ulises | Una reconciliación con la humanidad. Así podríamos definir la maravillosa obra de Wim Wenders y Juliano Ribeiro sobre el padre de éste último, Sebastião Salgado (1944, Aymorés, Minas Gerais), uno de los iconos del noble arte fotográfico. Más que un artista, un cronista de nuestro tiempo. Un cirujano capaz de extraer sensibilidad de la crudeza, la barbarie y el dolor, y convertirla en conciencia. La sal de la Tierra hace un recorrido cronológico y evolutivo al trabajo de Salgado desde su orígenes. Presenciamos la labor de un Cuentacuentos visual que comenzó ahondando en la dulzura y belleza de la civilización y la naturaleza hasta llegar a la más profunda de las heridas, con las atrocidades humanas de estas tres últimas décadas. Es el momento álgido de esa triple narración (Wenders, Salgado y su propia fotografía), cuando llega la denuncia, instantáneas acongojadas que recalcan la repetición de errores de sociedades o esbozos de ella. Especialmente impactante resulta el segmento dedicado a La Guerra de los Balcanes, de una conmiseración que aturde. Nadie está libre del hundimiento. Tampoco de la resurrección. El tramo final nos invita a un optimismo ilusionante y profudamente creible. Son las segundas oportunidades que el hombre se da a sí mismo, que da a los suyos. Esa creencia de que todo puede funcionar. La sal de la existencia. La vuelta de la fe a la vida. 90|100. | ★★★★★ |
Name me
Kak menya zovut.
Dirigida por Nigina Sayfullaeva.
Reparto: Konstantin Lavronenko, Alexandra Bortich, Marina Vasilieva, Kirill Kaganovich.
Rusia, 2014
NUEV@S DIRECTOR@S
Muy poco se sabía de Nigina Sayfullaeva antes de aterrizar en San Sebastián. Directora rusa con apenas un cortometraje que acaba de estrenar su ópera prima en la sección Nuevos Directores, un apartado de la competición algo incierto en sus apuestas ya que uno no está seguro de con lo que va a encontrarse y donde la vulnerabilidad suele ser notable al ser obras primerizas. En este contexto, nos disponemos a ver Name Me (2014), el relato de cómo dos amigas viajan hasta Crimea para conocer al padre biológico de una ellas, de personalidad reservada y con miedo a dar el paso, temor al qué responderá intercambiándose los nombres impulsiva e inesperadamente. Sasha, la amiga de carácter despierto, provocador y sensual, se presenta al padre como su hija Olia, para que así ésta última pueda ver cómo es sin necesidad de implicarse personalmente. El punto de partida es delicado, necesitando concesiones del espectador, pero la directora desarrolla la trama poco a poco, preocupándose por captar la personalidad del padre, confinado en un caserón junto al mar. Olia y Sasha llegan allí alterando su mundo y el argumento muestra sus cartas, ya vistas y usadas.
El trasfondo básico son las relaciones padre/hija y la ausencia de una figura paterna que sirva como referente, pues, mientras Olia ha tenido la suerte de tener un padrastro, Sasha ha sido huérfana y, a pesar de sus salidas de tono, parece anhelar el contacto de una autoridad que le dé lo que otros hombres, a nivel amoroso, no terminan de entregarle. Ese es el entramado básico que se muestra en los primeros diez minutos, donde tal vez la presentación de personajes peque de trazado grueso, donde Olia como Sasha tienen muy definido (se nota que a partir de un libreto algo esquemático) la etiqueta de cada una. Sólo una vez pasado el ecuador, parece que cada una va adquiriendo matices, a través, eso sí, del juego de intercambiar las tornas y de que los personajes actúen en contra de lo que en principio, parecían defender. Lecciones de aprendiz, pero que funcionan. El resto es un relato que, aunque no altera ni provoca demasiado, se ve con fluidez y sin problemas, también gracias a que Sayfullaeva no carga las tintas demasiado, o por lo menos no hasta el final, donde es inevitable que en una historia como esta no arribe el dramatismo más exacerbado. Aún con su convencionalismo, el guión funciona y lo apoya una dirección de bonita fotografía y personajes que, aunque despierten ciertas asperezas, están dibujados con corrección. Una oferta decente proveniente de tierras rusas que, aun con sus debilidades, merece la pena. 66|100. | ★★★★★ | por Gonzalo Hernández.
Emilio Luna
Enviado especial a la 62ª edición del Festival de San Sebastián
Rueda de prensa de La voz en off
Photocall de La voz en off