De cierres y broches
Crónica de la octava jornada de la 62ª edición del Festival de San Sebastián
Arribó con prontitud Benicio Del Toro en la primera fiesta de la noche. Les hablo de primera mano. De forma silenciosa, rodeado de su séquito habitual, se posó en la terraza reservada del Bataplán con un Gin tonic en su mano. Las vistas, inmejorables. Mirada nocturna a la preciosa playa de la Concha. Por un momento, el señor Del Toro debía sentirse en la gloria. Más aún con un premio Donostia bajo el brazo. No sería la última visita ilustre al famoso disco-bar. Numerosas féminas esperaban con fervor la llegada de Orlando Bloom. El actor británico pasó por San Sebastián para presentar Greasy Hands Preachers, un interesante documental enclavado en la estupenda sección Savage Cinema. Nunca se oyeron más gritos en los aledaños del Kursaal 2. El filme, además, entusiasmó. No fue el único documental de calidad del día, por cierto. Pero para documento, el de anoche. Crónica de un mortal entre estrellas y satélites. Maravillosamente desubicado.
Precisamente, hablando de crónicas, estas son las últimas líneas que les escribo, a falta de conocer el palmarés y publicar nuestro habitual top de películas destacadas. Un día con sabor agridulce. La despedida está más cerca y eso influye en un ambiente caduco y gris que, salvo en los reductos anteriormente nombrados, está necesitado de extras tras la estampida paulatina de la semana. Se cierra la 62ª edición del Festival de San Sebastián con un broche de oro. La última proyección del día nos dejaba a un soberbio Nick Cave en 20.000 días en la Tierra; impacto supino, que llega de nuestros oídos a nuestro corazón, prometiendo arraigarse para siempre. Antes, estulticia de carácter mercantil (Samba), trazos que rebosan cariño (La princesa Kaguya) y la última aspirante a la Concha de Oro (Wild Life). No serán las últimas películas del festival –aún pendientes Dos disparos y Matar a un hombre— pero sí las últimas sobre las que ustedes leerán. Toca recoger. Eso sí, antes les dejo mis deseos finales para el palmarés.
■ Concha de Oro: Loreak
■ Premio Especial del Jurado: Magical Girl.
■ Concha de Plata al Mejor Actor: Nikolaj Coster-Waldau, por A Second Chance
■ Concha de Plata a la Mejor Actriz: Nina Hoss, por Phoenix.
■ Concha de Plata al Mejor Director: Carlos Vermut, por Magical Girl.
■ Premio del Jurado a la Mejor Fotografía: Javier Agirre, por Loreak.
■ Premio del Jurado al Mejor Guion: Shim Sung-bo, Bong Joon-ho, por Haemoo.
Wild Life
Vie sauvage.
Dirigida por Cédric Kahn.
Reparto: Mathieu Kassovitz, Céline Sallette, David Gastou, Sofiane Neveu.
Francia, 2014
DONOSTIA ZINEMALDIA | COMPETICIÓN
Conservadurismo salvaje | Terminaban las proyecciones de la Competición con la séptima película del impersonal Cédric Kanh. Un alegato conservador sobre la disyuntiva libertad-comodidad que porta elementos interesantes pero que acaba siendo otro cuento moralizante sobre la sociedad capitalista. El director galo nos acerca la división de una familia, rompiendo las barreras legales, que termina con un padre proscrito al que le acompañan sus dos hijos. Los tres convivirán bajo el cielo raso, entre matorrales y casas abandonadas. Siempre huyendo y mirando atrás. El foco no los abandona en ningún momento, en lo que es un claro acierto que evita situaciones melodramáticas continuas. Ya habrá lugar para ellas en su epílogo. Con esto, Una vida salvaje aguanta el tipo durante gran parte de su metraje. Sin demasiados méritos, por otro lado, pero siempre sólida. Con la llegada de la adolescencia de los chavales, el filme dará un giro de 180 grados y ahí entra el espectador, no sin la ayuda de un Kanh demasiado aleccionador en las formas. Un producto digno pero que, una vez deglutido, no deja detalle digno de remembranza. Otra muesca más del neorrealismo cinematográfico que bien pudieran haber ofrecido unos imberbes (productores del largometraje) hermanos Dardenne. 55|100. | ★★★★★ |
La princesa Kaguya
Kaguya-hime no Monogatari.
Dirigida por Isao Takahata.
Voces: Aki Asakura, Yukiji Asaoka, Takeo Chii.
Japón, 2014
PERLAS
Eterna infancia | Huelga decir, de antemano, que el visionado de La princesa de Kaguya necesita algo más que un hueco entre la celeridad de pase y pase de un festival. Son más de dos horas de un virtuosismo apabullante y que en un marco como éste no se aprecian como debiera; el cansancio físico y mental no perdonan a nadie a estas alturas. Nuri Bilge Ceylan, por ejemplo, es uno de los damnificados de un programa tan extenso. La nueva película del gran Isao Takahata (La tumba de las luciérnagas) deja poso. Principalmente, por el trazo de sus personajes, bello y evocador; una obra de arte en movimiento. Sobre todo, el de ese ángel llamado Kaguya, de facciones mágicas. El problema, quizá, reside tanto en la escasa densidad del resto de elementos como en la profundidad emocional del guion que firma el propio Takahata junto Riko Sakaguchi. Algo que le resta empatía, convirtiéndolo en un relato frío al que el exceso de minutos le juega una mala pasada. Pese a su gran comienzo, con la reversión del estatus de la heroína de la función, llega el cambio que traslada la monotonía a la narración. Es entonces, cuando el público se percata que está ante un cuento mil veces escuchado pero con otros adornos en el escenario. Con ello, es una cinta que gana en la memoria y que será necesario revisar. Lo que es seguro es que si el amor tiena una estructura física, ésta reside en la faz de esa joven princesa que nació de una hoja de bambú. 70|100. | ★★★★★ |
Samba
Dirigida por Olivier Nakache y Eric Toledano.
Reparto: Omar Sy, Charlotte Gainsbourg, Tahar Rahim, Izia Higelin.
Francia, 2014
DONOSTIA ZINEMALDIA | FUERA DE COMPETICIÓN
Sentimientos de marca blanca | «Si alguna vez olvidas tu nombre, ponte a bailar…», con esta frase, el personaje interpretado por una desdibujada Charlotte Gainsbourg, cerraba uno de los últimos diálogos de Samba. Una sentencia irrisoria, cuasi humorística, que define a un engendro difícil de entender. El tándem Nakache-Toledano intenta repetir la fórmula de Intocable de la forma más ruin y desesperada. Eso sí, lo hacen avisando. La apertura de Samba viene acompañada de unos acordes extrañamente familiares. Golpes de piano con una variante final calcados a los de su anterior éxito. Es la firma de la entente, esa que le asegura al público qué tipo de espectáculo tendrá ante sí. La platea, por supuesto, con memoria de pez, aplaude ipso facto. No será el único paralelismo musical. Los temas, sí, los temas. Versiones de los setenta de clásicos del soul que, voilá, son muy parecidos a la citadísima Intocable. «Queremos vuestro corazón y os enviamos a nuestro malvado hermano gemelo para recogerlo», parecen decir la pareja de cineastas. Es para tomárselo a broma, en realidad. Samba tiene todo el marchamo de convertirse en un éxito. Sobre todo, por las aptitudes de un carismático Omar Sy, único valor que logra conservar cierto interés al comienzo de la trama. Una trama que fracasa en sus ramificaciones dedicadas a la amistad –con un desaprovechado Tahar Rahim—, la familia, el amor y un conflicto sacado de la manga que tiene una resolución insultante. Ésta la última sensación que deja el filme. Un intento de manipulación sin clase. 10|100. | ★★★★★ |
20.000 días en la Tierra
20,000 Days on Earth.
Dirigida por Iain Forsyth, Jane Pollard.
Reparto: Nick Cave, Warren Ellis, Kylie Minogue.
Australia, 2014
PERLAS
Transforma y vive | I've got a feeling. I just can't shake. I've got a feeling. That just won't go away... susurra una de las estrofas que aparecen en unos de los éxitos de Nick Cave y the Bad Seeds, Push the Sky Away, y que define a la perfección 20.000 días en la Tierra (20.000 Days on Earth), el sobresaliente documental sobre la figura del artista –en todo el sentido de la palabra— australiano. Una obra de una factura sensacional que cala desde todos los ángulos posibles. El primero, el visual, muy por encima de la media de estas creaciones donde sonido y fotografía convergen de forma extraordinaria para llegar y atrapar al espectador de forma automática. Muestra de ello son sus títulos de crédito y su prólogo. De lo mejor que se ha visto en San Sebastián, sin duda. El segundo, es el reflexivo-emocional, que nos revela a un personaje que rebosa magnetismo en cada gesto, en cada mirada. El verbo, además, hace justicia a todo ello, dejándonos un gran número de citas para el recuerdo y mostrando una filosofía de vida que bien podría haber hecho acto de presencia en La insoportable levedad del ser de Milan Kundera. La eterna transformación del humano, ese yo amado, ese yo interpretado. El objetivo, en realidad, es ser uno mismo. Disfrutar de cada fruto con valentía; la única forma de trascender. El tercer vértice, por supuesto, es el apartado musical. Cortes completos de un vigor inigualable que sirven de antesala ante un final memorable. Un golpe a la retina que perdura durante horas y que vienen acompañada de una euforia que responde a la cuestión de por qué amamos el cine. 20.000 días en la Tierra es todo magia. Una de las grandes películas del año. 95|100. | ★★★★★ |
Emilio Luna
Enviado especial a la 62ª edición del Festival de San Sebastián
Premio Donostia: Benicio Del Toro
Rueda de prensa: Wild Life