Cosas que perdimos en el fuego
crítica a Maps to the Stars, dirigida por David Cronenberg, 2014. | ★★★★ |
La representación artística de lo antiestético deja de ser un concepto contradictorio a finales del siglo XVIII. Con el romanticismo nace un movimiento que legitima la concepción de la fealdad (Saturno devorando a un hijo, Goya, 1820), en contraposición al virtuosismo decorativo y religioso que coartaba la libertad creativa del artista atendiendo a una actitud contemplativa burguesa de lo bello y lo geométrico. David Cronenberg toma el testigo de los románticos, aunque acercando su obra a un grotesco vanguardismo más cercano al expresionismo. Sus personajes son criaturas deformadas (física o anímicamente) que sirven como medio para transmitir al espectador una idea existencialista trágica y distorsionada como la mostrada por Munch en El grito (1893). Estas deformaciones son debidas a una mutación —causada por un defecto genético (Scanners, 1981), un error científico (Rabia, 1977; La mosca, 1986), un brote psicótico (Spider, 2002) o un accidente (La zona muerta, 1983)— que sufrirá el protagonista en algún momento de su vida —perceptible o no en el metraje— y que le hará sacar a relucir su lado más atormentado y oscuro. De esta manera, los personajes principales de Maps to the Stars (2014) muestran, cada uno de forma diferente, estos cambios significativos cuyos orígenes supusieron la inadaptación absoluta a su entorno. Una vez que el personaje ha mutado es cuando Cronenberg más ahonda en su sexualidad, mostrando el erotismo de lo antierótico. Ese perturbado fetichismo, que alcanzó su punto máximo en la obra maestra Crash (1996), tiene el propósito de mostrar la insana atracción por lo extraño e insólito. El sexo y el amor no existen para el director dentro de la convencionalidad sentimental.
Lejos de limitarse a representar lo feo, Cronenberg, como fiel portavoz del movimiento “Nueva carne”, compone un retrato interiorista de cada uno de los tres personajes principales que aparecen en esta película, con el objetivo de exteriorizar la belleza oculta en esos seres que, en principio, nos despiertan tanto rechazo y repugnancia. Para ello, vemos cómo el director desatiende intencionadamente el desarrollo argumental y formal de la historia, centrándose en el devenir psicosomático de los protagonistas, e introduciendo un ejercicio metacinematográfico como excusa en su afán de defender la teoría existencialista, de raigambre judeocristiana, que expone la superación del dualismo cuerpo-alma. Así, mientras la historia arremete contra la actitud codiciosa de los adultos según ejerce de despiadada crítica al capitalismo, encontramos que la verdadera intención de la cinta es mostrar la evolución (o involución) psicológica de unas almas atormentadas que se enfrentan a la pérdida. Un factor representado mediante tres concepciones diferentes, todas ellas con el fuego como elemento común: la pérdida de la identidad, experimentada por Agatha y desencadenada por una mutación física —su cuerpo y rostro quedaron desfigurados a causa de un incendio—, la pérdida de la inocencia/infancia, es la presentada por Benjie, un niño-estrella de Hollywood, al verse forzado a deambular por un ambiente pecaminoso que le conduce a la adicción a las drogas —mutación aberrante cognitiva—, y la pérdida de la juventud, proceso evolutivo natural al que se enfrenta Havana, mientras se abraza a sus escasos logros mirando contemplativamente al pasado. La mutación será al mismo tiempo física (cambios corporales propios de la madurez) y sensorial, manifestada por el espíritu de su joven y exitosa madre que la persigue como recordatorio de lo que ya nunca será.
La analogía de la maldad mediante el símil de una de sus más arcaicas manifestaciones: la bruja malvada, será introducida como medio de hacer daño a todos aquellos que se cruzan en su infame avance autodestructivo, tratando de ocultar sus inseguridades por medio de un comportamiento detestable. El egoísmo y la tiranía del personaje que no se acepta a sí mismo quedarán sensacionalmente personificados por Julianne Moore en una escena que nos hará recordar a la famosa secuencia de Blancanieves y los siete enanitos (1937), “espejito, espejito mágico, ¿Quién es la más hermosa?”. Una abominable actitud que no quedará sin su justo (y brutal) castigo. Asimismo, al igual que los británicos, durante la Segunda Guerra Mundial, utilizaron el poema Liberté (Au rendez-vous allemand, 1945) para bombardear con cultura la mediocridad de las tropas nazis en su invasión francesa, el director se sirve de los mismos versos de Éluard para combatir esta vulgaridad emocional, al tiempo que explora la secciones más enfermizas de las relaciones sentimentales, que llegan a alcanzar cotas incestuosas como preparatorio de su, ya clásico, final derrotista y desesperanzador. La obviedad despreciativa a la gran empresa cinematográfica va cobrando menos importancia a lo largo del metraje, al igual que el trasfondo social del mensaje. Por el contrario, encontramos un interesantísimo desarrollo psicológico de cada actor que actuará de foco catalizador de toda la acción. La impulsividad de los actos, la desesperación por recuperar el componente perdido —inapreciable en el filme, ya que vemos a los personajes mutados desde el comienzo—, y la respuesta psicosomática ante la imposibilidad de esa recuperación, serán las tres fases en las que se divida esta nueva intransigencia espiritual de uno de los autores más descarnados de la cinematografía moderna.
Elegía sarcástica al cine comercial norteamericano y a la multitud de productos desalmados que éste ha creado y convertido en una nueva especie animal desprovista de afectividad. Ayudado por un reparto sensacional, que no duda en morder la mano del que le da de comer, Cronenberg pisa por primera vez, en tareas directivas, el continente americano para atacar sus principios desde el interior, por medio de un inteligente esquema narrativo que ahorra en condescendencias para favorecer la incomodidad del espectador, que se verá forzado a participar activamente en el proceso analítico e interpretativo final. Con pulso firme y ante un rival herido de gravedad, desata un incendio en esa galaxia que lleva demasiado tiempo viviendo de las rentas de aquellos olvidados desechables, desterrados sin piedad cuando su productividad deja de ser rentable. El final es un canto a la libertad, tan poético, tan pesimista y tan acertado como los versos del propio Éluard:
Sur l’absence sans désir
Sur la solitude nue
Sur les marches de la mort
J’écris ton nom
Sur la santé revenue
Sur le risque disparu
Sur l’espoir sans souvenir
J’écris ton nom
Et par le pouvoir d’un mot
Je recommence ma vie
Je suis né pour te connaître
Pour te nommer
Liberté.
| ★★★★★ |
Alberto Sáez Villarino
redacción Dublín (Irlanda)
Canadá. 2014. Título original: Maps to the Stars. Director: David Cronenberg. Guion: Bruce Wagner. Duración: 111 minutos. Productora: Integral Film / Prospero Pictures / SBS Productions / Sentient Entertainment. Fotografía: Peter Suschitzky. Música: Howard Shore. Montaje: Ronald Sanders. Intérpretes: Julianne Moore, Mia Wasikowska, Robert Pattinson, John Cusack, Olivia Williams, Carrie Fisher, Evan Bird, Sarah Gadon, Emilia McCarthy, Jayne Heitmeyer, Justin Kelly, Amanda Brugel, Ari Cohen, Clara Pasieka, Joe Pingue, Donald Burda . Presentación oficial: Festival Internacional de Cannes 2014.