Solipsismo urbano en apartamentos vacíos
crítica de Blind | dirigida por Eskil Vogt, 2014
Ingrid acaba de quedarse ciega. No sale de su apartamento y la comunicación con su marido se ha llenado de espacios vacíos, verbales, pero también físicos. La distancia cada vez es mayor. Aunque él intenta convencerla para afrontar de nuevo el mundo, ella rechaza su acercamiento, refugiándose en el inmaculado salón de paredes blancas que, en esta nueva situación, conforma su principal rincón vital. Un sillón junto a la ventana, y un portátil, en el que Ingrid va escribiendo la historia de un joven ya entrado en años, poco agraciado, de pelo largo, constitución fuerte y, como ella, un solitario. Le llama Morten y está obsesionado con su vecina de enfrente, Elin, a la que observa cada noche, entre pausas en las que desahoga sus apetitos sexuales frente a la pantalla del ordenador. Adentrándose en las fantasías ficcionadas de Ingrid, Eskil Vogt (director y guionista) construye un relato dentro de otro y, a la manera de una muñeca rusa, estructura un conjunto de vidas urbanas en el que todos los personajes, incluidos los secundarios, presentan una actitud marcadamente melancólica. El que fuera guionista de Joachim Trier ha sabido empaparse de la filosofía de personajes de su mentor para trasladarlo a su propio universo y estilo con la superación por bandera. Vogt presentaba su película en el pasado Festival de Berlín aludiendo directamente a lo previsible de la mayoría de propuestas que llegaban a las carteleras. A la falta de sorpresas y giros (siempre desde la coherencia) de un buen guión que se preocupe por la antítesis del método McKee, el del manual de escritura de escuadra y cartabón. No seguir el camino preestablecido sino utilizar las normas para revertirlas. Y así, comenzó a escribir Blind (2014) con la idea de que el público no pudiera adelantar los acontecimientos y las decisiones de sus personajes. La jugada le ha salido redonda y su debut ya se ha saldado con el mejor premio posible. El del sello Europa Cinemas, en el citado certamen berlinés, que le asegura una distribución completa en el viejo continente.
Hablamos de solipsismo contemporáneo. El de personas aisladas en las cuatro paredes de su casa, o de su vida, tanto da, en la vorágine de una ciudad capitalina donde, como ya dibujada Winterbottom en el 99 con Wonderland, las multitudes amplifican el aislamiento. Allí era Shirley Henderson (Nadia) la que vagaba en busca de un alma gemela en los anuncios de los periódicos, caminando entre las deprimentes composiciones de Michael Nyman, con una fotografía que buscaba más la vida nocturna que la luz del día. Aquella era una historia que Ingrid podría haber escrito, y Nadia, su alter ego. Con la presentación de Ingrid, Vogt abre paso a la segunda linea narrativa: la de la novela que está escribiendo, como si ésta fuera parte de la realidad, alternando así entre ambas y teniendo en cuenta las decisiones de Ingrid, quién se permitirá modificar descripciones, acciones e incluso localizaciones. Esto abre las posibilidades a unos juegos literarios que, a las maneras del François Ozon de En la casa (2012), permiten al director cambiar el rumbo de sus personajes siguiendo la voluntad de Ingrid, y por tanto la del propio guionista. El mejor ejemplo es la escena del restaurante, donde, en mitad de una conversación en plano-contraplano, Ingrid decide cambiar el lugar por un vagón de metro, y así, sutilmente, casi sin que uno se de cuenta, Vogt hace el cambio con la suavidad de un prestidigitador en apenas dos imágenes, dejando al público descolocado y abriendo miles de caminos. Es este jugueteo de dirección el que evidencia el buen manejo del guionista detrás de la cámara, con un estilo visual sobrio, de ocres tirando a pálidos, minimalista y muy nórdico, de movimientos lentos y acciones muy calladas. Haciendo hincapié en pausas y silencios, normalmente los de Ingrid reflexionando su relato junto a la ventana (leitmotiv e imagen promocional en el póster) escondiendo el temor que subyace en su actitud, la de enfrentarse al mundo de nuevo, esta vez a oscuras.
Vogt se preocupa por darle un objetivo al personaje. Ingrid no escribe simplemente para dar pie a los caprichos cinematográficos del guionista/director, perdiendo la eficacia del truco en base a su falta de objetivos. Blind evita el estancamiento cuando convierte a Ingrid en víctima de sí misma. Cuando sus temores empiezan a evidenciarse en su novela, como ya le ocurría al chaval de En la casa cuando descubría el auténtico motor de sus redacciones, y ella deja de adquirir el estatus de mera escritora (creadora de ficciones y personaje algo estático e introspectivo) para convertirse por fin en personaje dinámico, ya no sólo con palabras, sino con acciones. Blind roza las maneras de una cinta observacional donde la mayoría de las emociones discurren por dentro, reflejadas en planos en los que Ingrid pasea por su apartamento para poner un disco de música o se desnuda frente a la ventana sin ningún tipo de vergüenza, pues no es consciente de quién puede estar mirando y poco le importa. Mediante de la historia de Morten y Elin dibuja un romance disfuncional que ella parece anhelar para sí misma. En mitad del desarrollo Ingrid llega a vengarse de sus personajes, tomando decisiones impulsivas y hasta crueles en fuerte relación con su situación personal. Vogt habla no sólo de soledad sino de la responsabilidad que siente como guionista. Del poder que el creador ejerce sobre sus criaturas, para bien y para mal, como Ingrid hace con Elin en uno de los giros más destacados del libreto.
Al final, Vogt acaba construyendo un mosaico urbano con el que es muy fácil empatizar. Ya no sólo por cómo consigue meterte en su propuesta merced al buen uso del montaje en el juego de cambios narrativos repentinos, sino también al tremendo acierto de casting, utilizando como representante a una guapísima actriz noruega, Ellen Dorrit Petersen, que entrega un trabajo hipnótico, brillante, y alejado de efectismos. Hermético y muy introspectivo, pero con la capacidad suficiente como para despertar cariño en sus debilidades. Joachim Trier ya aplaudió en su momento el pasó adelante de su guionista mostrándose confiado del éxito de su ópera prima cuando hablamos con él en Madrid en Enero a colación del estreno en España de Oslo 31 de agosto (2013). El director no se equivocaba. A día de hoy Blind ha sido justamente nominada a siete categorías de la Academia de Cine Noruego, optando a cinco de las más importantes: Mejor Película, Director, Guión, Actriz y Actor de reparto. A falta de conocer los resultados, Blind parte como una de las favoritas gracias al buen recibimiento obtenido en festivales como Sundance, Berlín o el CPH: PIX de Copenhague, donde Eskil Vogt se llevó el Premio Nuevos Talentos del Festival. A pesar de su humildad a la hora de presentar su obra, ésta ópera prima es algo más que un ejercicio de estilo elegante de ínfulas intelectuales. Contiene algo que a Ozon le faltaba (y le fallaba en su clímax), la emoción expresada de forma genuina, sin frialdades autoimpuestas. Emoción que Winterbottom daba a manos llenas con su hermosa sinfonía coral entre tres hermanas. Blind es el cruce perfecto entre los discursos de esas dos películas, con Vogt haciendo un llamamiento a los espacios de Edward Hooper. Habitaciones vacías con mujeres solitarias, o una charla casual entre dos desconocidos. La vorágine urbana de una bonita ciudad europea y el desolador aislamiento de los que podrían ser nuestros vecinos, y por extensión, nosotros. | ★★★★★ |
Gonzalo Hernández
Enviado especial a la Berlinale 2014
Noruega. 2014. Título original: Blind. Director: Eskil Vogt. Guionista: Eskil Vogt. Intérpretes: Ellen Dorrit Petersen, Henrik Rafaelsen, Vera Vitali, Marius Kolbenstvedt, Jacob Young, Nikki Butchenson, Erle Kyllingmark. Fotografía: Thimios Bakatakis. Banda sonora: Henk Hofstede. Montaje: Jens Christian Fodstad. Productoras: Motlys, Lemming Film. Fecha de estreno oficial: 19 de Enero de 2014 (Sundance Film Festival).