Selina Meyer para presidenta
crítica de Veep (2012-) | Temporada 3
HBO | 3ª temporada: 10 capítulos | EEUU, 2014. Creador: Armando Iannucci. Directores: Christopher Morris, Chris Addison, Becky Martin, Armando Iannucci, Tim Kirkby. Guionistas: Will Smith, Simon Blackwell, Sean Gray, Ian Martin, Tony Roche, Roger Drew, Kevin Cecil, Andy Reily, David Quantick, Georgia Pritchett. Reparto: Julia Louis-Dreyfus, Anna Chlumsky, Tony Hale, Reid Scott, Matt Walsh, Timothy Simmons, Sufe Bradshaw, Gary Cole, Kevin Dunn, Randall Park, Kathy Najimi, Sarah Sutherland, Phil Reeves, Isaiah Whitlock Jr. Fotografía: Jay Feather. Música: Rupert Gregson-Williams & Christopher Willis.
La unión de la sorpresa con la que Armando Iannucci y sus guionistas decidieron cerrar la segunda temporada de Veep (Selina se va a presentar a presidenta) con la tendencia de las series británicas a durar poco hacía temer a este cronista que los días de Veep estuvieran contados, que la tercera temporada documentara su camino a la presidencia y la cuarta cerrara la historia con una coda gamberra sobre Selina en el cargo. Iannucci y su equipo de guionistas y directores son ingleses, y no hay por qué pensar que no van a aplicar su sistema de trabajo al hecho de estar trabajando con HBO. Empezada la tercera temporada, estupenda pero la más floja de las emitidas hasta el momento, uno podía respirar tranquilo. El camino a la presidencia parecía largo, o al menos lo suficiente como para no resolverlo en diez episodios. El giro genial de la situación es que tras preparar sutilmente el camino hasta El cajón (3.9), el presidente renuncia y Selina (extraordinaria Julia Louis-Dreyfus) sube al poder… pero no se sabe por cuánto. La temporada se las apaña, sin que nunca parezcan forzadas las circunstancias, para que la protagonista ostente el poder pero sin la satisfacción que esto conlleva, porque pierde las elecciones. En una jugada magistral que va perfectamente con el tono político de Veep, donde el público no apoya a Selina.
Hasta llegar a ese momento climático, la temporada ha pavimentado el camino con una colección de momentos de oro puro, documentando la campaña de la protagonista y su desastroso séquito. Si algo ha dejado claro la temporada, más cínica que nunca, es que nadie es amigo de nadie en Veep. La posible amistad entre Amy y Selina no existe y nunca ha existido, y las atenciones de Gary ahora caen en saco roto. La vicepresidenta solo parece soportar y respetar levemente a Ben (un gran Kevin Dunn, que ha sido ascendido a miembro fijo del reparto en esta temporada), por sus conocimientos y apatía. La ya legendaria habilidad de la serie para sacar comedia de una retahíla de insultos a cada cual más imaginativo ha acabado por lograr que en algunos momentos se rechace la serie, acusando una ofensa gratuita porque sí. Sigue siendo divertido, pero antes salía de los personajes por la presión de su mundo y sus circunstancias, mientras que ahora parece un concurso de a ver quién dice la mayor salvajada. Es una herramienta eficaz para desdramatizar temas (el suicidio, la raza), pero debería ser aplicada con un poco de mesura.
El recorrido que un candidato debe hacer (mítines a lo largo del país, reuniones para buscar donantes en la campaña, firma de libros) es reflejado como lo que es en muchos casos, toda una pantomima. El servicio público no importa para estos políticos, y nadie se salva en esta salvaje caracterización. La visita a Silicon Valley en Clovis (3.4), capítulo redondo, es un ejemplo perfecto e hilarante de la capacidad de Veep para retratar un mundo despiadado, al borde del ataque de nervios y donde nadie puede ser feliz. Es una de las contradicciones del mundillo que mejor refleja la serie: en un mundo tan veloz, la gente no es capaz de disfrutar su trabajo. Hay una pega a todo esto, y que es difícil de creer que un incompetente como Mike (estupendo Matt Walsh) no haya sido despedido en varias ocasiones cuando la serie apuesta por la verosimilitud, y más cuando el que sí ha sido despedido es Jonah, enlace de la oficina de la vicepresidenta con la Casa Blanca y una fuente constante de humillación. Con el despido, Iannucci y sus guionistas han querido mostrar lo que sucede cuando Washington te da la espalda, y criticar las infinitas posibilidades de internet para que cualquiera pueda desestabilizar un gabinete presidencial. Todo por las apariencias.
Veep se aprovecha como pocas comedias del “factor imprevisibilidad” para retorcer más las posibilidades cómicas de una situación ya de por sí hilarante. El puñetazo de Catherine, el tic de Selina, la aparición de Mina Houkenen o la grabadora encendida constituyen momentos de gran comedia y ante todo confirman la sinergia de un reparto magnífico que funciona con la precisión de un reloj, tanto los protagonistas como los invitados (como ese inesperado Christopher Meloni, de una vis cómica arrolladora). Para cuando termina la temporada, y sabiendo que una cuarta tanda está confirmada, uno sale de este mundo con una sonrisa muy amplia, asombrado ante la capacidad de la serie para ser concisa, brillante y crear tal encrucijada. ¿Será Selina la mujer más poderosa del mundo? Todo parece apuntar que no, pero aquí nunca se sabe. Lo único que está claro es que el vitriolo con el que la clase política es reflejada (¡Beyoncé ha llamado!) no será rebajado si nuestra protagonista asciende. | ★★★★★ |
Adrián González Viña
redacción Sevilla