La caricatura monegasca
crónica de la primera jornada de la 67ª edición del Festival de Cannes
Comenzó la 67ª edición del Festival de Cannes, una de las citas europeas —y mundiales— más importantes del cine. Lo hacía esta mañana, a las 10 —para la prensa—, con el estreno mundial de Grace de Mónaco (Grace of Monaco, 2014), la última película de Olivier Dahan tras dos discretos trabajos que le otorgaron más indiferencia que interés. La llegada hasta este momento no ha sido fácil y sólo han pasado 24 horas. Cannes es un certamen que impone. No ya sólo por lo que representa sino por la pomposidad que lo caracteriza. Tampoco es una ciudad barata —como reza la leyenda— y el transporte público es escaso. La Costa Azul no es Berlín. Los horarios son limitados, las estancias muy caras, y si uno se encuentra a cierta distancia del centro, a buen seguro le surgirá más de un dilema con los filmes programados a última hora. Al periodista se le recibe con una organización digna de admirar pero la altanería francesa enseguida se deja notar en los que somos neófitos en el idioma nacional. Las acreditaciones se dividen según colores y cada color es un rango. A su vez, esto conlleva ciertas limitaciones para determinados periodistas y la creación de varias colas —de nuevo según colores— para acceder a los pases. El problema surge ahora con las propuesta más esperadas del festival. La asistencia a los primeros estrenos sobrepasa el aforo de las salas y las acreditaciones de menos rango suelen quedar excluidas. Eso ya ha provocado las primeras especulaciones en torno a cuales serán las películas que más se le resistan a los periodistas acreditados. Lost River, de Ryan Gosling o Maps to the Stars, de David Cronenberg encabezan el orden de expectación en la Croisette. Por ahora, Grace de Mónaco ha dejado asientos vacíos. La presencia de Kidman ha asegurado la palabra “glamour” en numerosos titulares internacionales. Pero ni ella ni su director han estados a la altura, cinematográficamente hablando.
GRACE DE MÓNACO
Grace of Monaco,
dirigida por Olivier Dahan
intérpretes: Nicole Kidman, Tim Roth, Milo Ventimiglia, Derek Jacobi, Parker Posey,
Paz Vega, Frank Langella, Geraldine Somerville, Robert Lindsay,
Roger Ashton-Griffiths, Flora Nicholson, Jeanne Balibar.
Francia, USA, Bélgica e Italia, 2014 | Competición
Olivier Dahan ha abierto Cannes con tibieza. Grace de Mónaco se ha llevado los primeros abucheos (y el aplauso de un par de extras); incluso para su actriz protagonista. El director francés ha retomado el biopic utilizando la excusa de la artista iconizada. Acertó con Edith Piaf y lo ha vuelto a intentar con Grace Kelly. Como en su momento hicieron Diana o Mi semana con Marilyn, Dahan disecciona a su personaje centrando el foco en la dualidad entre su faceta profesional y el sacrificio para con su marido y sus deberes como princesa. Lo hace contando el papel que la actriz jugó en las negociaciones entre Rainiero y de Gaulle, cuando éste último presionó a Mónaco para que el principado dejará de ser el paraíso fiscal que era. La crisis política obligará a Grace a tomar la iniciativa de ganarse al Presidente de la República Francesa en base a lo que mejor sabe hacer. Interpretar. Convertir su vida en un papel más que, poéticamente, oculte el vacío de una mujer que no tenía nada más que su historia de cuento. Esa es la intención lítica del cineasta. La tragedia tras un personaje idealizado.
Dahan busca el melodrama con la insistencia de un redactor de moda. Encuadra a Kidman como si posara para el último spot de Channel Nº5 o para la portada de cualquier magazine de cotilleos que uno pueda imaginarse. Utiliza formas afines al melodrama clásico. Ese afán por la búsqueda del plano perfecto, en la tradición en la que Josef von Sternberg visualizaba a Marlene Dietrich. La imagen en la que la que la actriz brilla, casi como un diamante de Swarovsky, merced a una fotografía que busca tal efecto. Dahan presiona el rostro de la actriz evidenciando un interés de trascendencia que resulta hilarante. La pretendida complejidad que el cineasta decía haber buscado no se transmite. Por mucho que se diga que la película puede tener cierta ambigüedad de lectura en el tratamiento bipolar de Grace. La vida de esta mujer era ficticia ya que detrás de ella no había nada, sólo frío lujo. La idea se queda en el aire, sepultada por la cursilería de unas composiciones musicales llamativas, de un montaje de manual y de un guión que, de nuevo, vuelve a hablar del personaje con óptica descontextualizada, la del que habla desde el presente sin ser capaz de ver con perspectiva. El mismo gran error de prácticamente el cien por cien de biografías que llegan a la cartelera. Por alguna razón cinematográfica, a Dahan, además, se le antoja la necesidad de sacarse de la manga un par de situaciones históricamente inventadas que reúnen en la misma escena a los dos antagonistas, y en esa misma afirmación deja a las claras sus intenciones, una llamada de atención que iguale a lo que en su momento fue La Vie en Rose, tirando al traste un concepto que bien podría haberle dado jugo. El de la dualidad de la princesa de Mónaco y la definición de sí misma; ahondar en ese autoengaño y el encubrimiento de un vacío total y absoluto. Tristemente, las intenciones acaban embarradas. El filme es plano y por más dobles (y optimistas) lecturas que se puedan buscar, lo que aparece en pantalla es lo que hay. Grace de Mónaco está lejos de la decencia que Dahan logró imponer a su traslación de Piaf. Su trabajo ha sido catalogado ya como una de las peores aperturas de Cannes en estos últimos años. No es para menos. | ★★★★★ | 30/100 |
Gonzalo Hernández
enviado especial al Festival de Cannes 2014