Salvaje maternalismo
crónica de la octava jornada de la 67ª edición del Festival de Cannes |
Críticas: Mommy (Xavier Dolan), Snow in Paradise (Andrew Hulme) y Fantasia (Wang Chao)
La irregularidad se adueña del Festival y Ryan Gosling aparece en escena para revolucionar Cannes. Su presencia trae varios problemas. En primer lugar, sólo tres pases. Demasiado pocos para la que era una de las películas más esperadas y que, por mala suerte, nos hemos perdido a la espera de que las repescas del sábado nos den una oportunidad de redimirnos. Lost River ha despertado división de opiniones pero no ha dejado indiferente. A su vez parece haber eclipsado al programa entero y los cineastas que han estrenado en su mismo día, mal que les pese, han estado a la sombra de Gosling, su largometraje y el aforo de sus pases. El lleno de Hazanavicius nos deja fuera, pero nos hacemos eco de su valoración hasta ahora. Su ambiciosa de The Search tiene al momento de escribir estas lineas un 1.5 de nota media entre 18 críticos de todo el mundo, con una máxima de 3.5. La tenemos en el programa de mañana donde comprobaremos de primera mano la credibilidad del director en la Competición. Para la crónica de hoy, tres propuestas. El debut de Andrew Hulme, conocido montador de filmes como Control, de Anton Corbijn. Cinta de machos y puños de inexplicable presencia en Cannes. En segundo lugar, la interesante Fantasia. Drama chino de buen tacto y cadencia pausada pero algo falto de empatía. Y, por último, uno de los trabajos más refrescantes de la Sección Oficial, la del veinteañero Xavier Dolan con Mommy. Entrega particular que muestra parte de sí mismo y de sus inquietudes musicales que, a pesar de su riesgo, ha sido recibida con una ligera disparidad de opiniones.
SNOW IN PARADISE
dirigida por Andrew Hulme
intérpretes: Frederick Schmidt, Martin Askew, David Spinx, Aymen Hamdouchi, Joel Beckett.
Reino Unido, 2014 | Un Certain Regard
Andrew Hulme ha aparecido en créditos, principalmente, como montador de cine en una veintena de películas y como director de segunda unidad en Red Riding, El caso Slevin y El misterio de Wells. Esta es su primera experiencia como cineasta y también su primer y único libreto registrado. Un compendio de tópicos afines al cine de droga y testosterona. Un camello, su amigo, una carga de cocaína, el negocio con el jefe de mafia de turno, el familiar del protagonista con cierto poder económico fruto de sus chanchullos en el pasado, la novia prostituta y el gran momento de arranque: el asesinato del ser querido, que abrirá la caida emocional del protagonista y su lucha silenciosa. Todo dentro de una propuesta poco inteligente, muy torpe, con muy poca inventiva y cuya mayor virtud es —evidentemente— un montaje de gran dinamismo. El resto es puro ejercicio barato de cine para chiquillos. Ni siquiera los leves dejes de autoría, con secuencias que imitan cierta atmósfera noir de los 40, como una que se suceden en un local en la que el personaje central es presentado a la manera de un dandy del Hollywood clásico arropado por una música de reminiscencias jazz, lo soluciona. Es una mímesis que no funciona sencillamente porque el conjunto no encaja. Es un trabajo dirigido por alguien con ínfulas de tener la próxima Scarface entre sus manos pero que se estanca en el prólogo. Snow in Paradise es de un maniqueísmo ridículo y desfasado. Más que eso, retrasado. Con un personajillo con ciertos rasgos de gángster hippie que no cuela. En el estreno se recibió con indiferencia confirmando la irregularidad del contenido de Una cierta mirada. | ★★★★★ | 25/100 |
FANTASIA
dirigida por Wang Chao
intérpretes: Geng Han, Jérémie Elkaïm, Ruijie Hu, Su Su, Xu Zhang Renzi Jian.
China, 2014 | Un Certain Regard
Fantasia se presentaba en Una cierta mirada con el pedigrí de que su cineasta ya ganó esta misma sección en el año 2006 por Luxury Car. Aquí Wang Chao invoca al fantasma urbano de la solitaria Naturaleza muerta de Jia Zhangke. Sus personajes, como en aquella cinta, se mueven enmarcados en un trasfondo de granito gris que los presiona contra sus propios demonios personales. Los de la madre, vendedora en un pequeño puesto de periódicos; los de la hija, metida a prostituta; los del padre, enfermo de leucemia; y los del niño pequeño, abstraído en su propio mundo personal. Él, el hijo, es el único miembro de la familia que parece guardar un espacio para sí mismo limpio de todo, personas y también ciudades. Su jauja personal es la zona de prados rocosos junto al río, donde unos cuantos barcos yacen solitarios y una joven se dedica también a sus propios juegos. Allí, la ciudad es sólo un espectro de que se percibe tras una fina capa de humo y niebla, recortada por enormes rascacielos de pisos baratos que dibujan un paisaje urbanístico de gran presencia. Esa atmósfera tan marcada es una de las mayores virtudes de Fantasia. Continuamente, su director se empeña en subrayar la pequeñez del individuo en esa sociedad multitudinaria con planos panorámicos que remarquen la grandeza de exteriores. En el interior, la distancia emocional que crean los problemas de cada miembro y cómo cada uno los oculta de los demás se deja entrever con la composición de planos elegida. El matrimonio enmarcado en la esquina de un espejo, en la parte inferior de la pantalla o una escena de cama que sólo muestra los pies que sobresalen por el extremo derecho. Wang refleja por omisión y eso es otra forma de mostrar las cosas que suele tener eficacia cuando se hace bien. Fantasia no falla en ello pero se queda bastante corto con el elemento que da título al filme. No es locura o surrealismo, pero el personaje del hijo queda bastante más maltratado de lo que uno esperaría dado el punto de partida. Wang no consigue acercarse lo suficiente a él como para hacer empatar al público con su mirada y eso habría mejorado las impresiones sentimentales del filme. Al final uno se siente a medio camino y aunque ha disfrutado con una interesante entrega más de sutil drama chino no ha conseguido la gran fantasía que añoraba. | ★★★★★ | 55/100 |
MOMMY
dirigida por Xavier Dolan
intérpretes: Anne Dorval, Antoine-Olivier Pilon, Suzanne Clément, Alexandre Goyette.
Canadá, 2014 | Competición
Mommy cerró el día, por fin, con las mejores sensaciones posibles. Xavier Dolan estrenaba su último trabajo en el marco de la Competición Oficial dándonos la razón a aquellos que estamos viendo más desafíos en los nombres jóvenes que en los veteranos —aunque Godard acaba de romper esa norma—. Mommy es la radiografía de una relación materno-filial histérica y de una dependencia que se mueve entre el cariño y el hartazgo. La de un chico hiperactivo y con problemas de carácter y la de una madre algo indiferente que aun a pesar de todo demuestra un amor profundo por su hijo. Le controla hasta que él explota, ella recula y él se resigna. La intensidad de la relación es el centro de la narración y Dolan la cuenta con un personalismo que noquea las expectativas. Se permite incluso jugar con la audiencia desde su apertura, con unas frases que te sitúan en un futuro cercano, con una nueva ley que promulga que todo chico con dificultades psicológicas puede ser ingresado en un centro por parte de sus padres, con decisión irrevocable a las 24 horas. Luego resulta que aquello de futuro tiene más bien poco y que todo es deliberadamente retro, desde los móviles hasta el radio casette, e incluso la impresora. Su discurso es continuista respecto a sus anteriores trabajos, así como un estilo visual que tiende a la observación musical de épocas enmarcadas en una única canción. Temas que suenan de principio a fin, en una alternancia de fuerte cercanía al videoclip que engancha porque se muestra profundamente sincero. Las canciones no encajan del todo, no cuadran aunque el timing sea perfecto y la selección resulta llamativa precisamente por eso: su falta de coherencia. De Dido a Lana del Rey, a través de Oasis o Sarah McLachlan. Mommy tira de sentimientos personales y emociones internas y tiene la pasión adolescente que sólo alguien que eligiera cortes así podría conocer. Eso requiere valentía y saber cómo contarlo, mucha inteligencia.
Dolan incluso se permite ciertos juegos con el formato que pocas veces se han visto implementados de la forma en que él lo hace, cambiando las bandas negras a su antojo en determinados instantes que diferencian la felicidad de la tristeza. La libertad de los momentos más excitantes, a la presión y verticalidad de las peores épocas. La primera vez que sucede, en pleno Wonderwall, resulta una escena excitante e incluso rompedora, porque aunque pueda la inclusión de estos juegos pueda chirriar, no hacen más que descubrir a un director con una mano fuerte y una transparencia de discurso admirable que apuesta por las vivencias propias. De hecho, Mommy se intuye algo cercano a una autobiografía —una constante en su obra— y en algún instante el director se permite hacer un cameo poniéndose en la piel del protagonista, un actor por otra parte caracterizado de forma muy similar al cineasta. Cuanto más la reposo más la admiro. Mommy es un trabajo que sólo un director de 25 años podría haber dirigido y aunque he salido de la sala con ciertos reparos —el resultado no está exento de instantes algo histéricos y algún que otro roce con la cursilería emocional— el resultado engancha en su honestidad porque hay pocas películas en Cannes que sean tan genuinas. Dolan es de mi misma generación y la sensibilidad de su última obra se acerca a muchos de nosotros, porque uno percibe que la cuenta desde su propia experiencia y ya sólo por eso merece respeto. Con esta última obra ha comenzado a confirmarse como un autor de estilo propio y aunque la obra no es perfecta, sí es un paso importante. A Dolan le quedan cosas por pulir y detalles que mejorar, pero va por buen camino y Mommy debería ser su seguro que le otorgase presencia habitual en la selección de Cannes. La apuesta por una juventud que nos va a dar muy buen cine. Y si no, tiempo al tiempo. | ★★★★★ | 80/100 |
Dolan incluso se permite ciertos juegos con el formato que pocas veces se han visto implementados de la forma en que él lo hace, cambiando las bandas negras a su antojo en determinados instantes que diferencian la felicidad de la tristeza. La libertad de los momentos más excitantes, a la presión y verticalidad de las peores épocas. La primera vez que sucede, en pleno Wonderwall, resulta una escena excitante e incluso rompedora, porque aunque pueda la inclusión de estos juegos pueda chirriar, no hacen más que descubrir a un director con una mano fuerte y una transparencia de discurso admirable que apuesta por las vivencias propias. De hecho, Mommy se intuye algo cercano a una autobiografía —una constante en su obra— y en algún instante el director se permite hacer un cameo poniéndose en la piel del protagonista, un actor por otra parte caracterizado de forma muy similar al cineasta. Cuanto más la reposo más la admiro. Mommy es un trabajo que sólo un director de 25 años podría haber dirigido y aunque he salido de la sala con ciertos reparos —el resultado no está exento de instantes algo histéricos y algún que otro roce con la cursilería emocional— el resultado engancha en su honestidad porque hay pocas películas en Cannes que sean tan genuinas. Dolan es de mi misma generación y la sensibilidad de su última obra se acerca a muchos de nosotros, porque uno percibe que la cuenta desde su propia experiencia y ya sólo por eso merece respeto. Con esta última obra ha comenzado a confirmarse como un autor de estilo propio y aunque la obra no es perfecta, sí es un paso importante. A Dolan le quedan cosas por pulir y detalles que mejorar, pero va por buen camino y Mommy debería ser su seguro que le otorgase presencia habitual en la selección de Cannes. La apuesta por una juventud que nos va a dar muy buen cine. Y si no, tiempo al tiempo. | ★★★★★ | 80/100 |
Gonzalo Hernández
enviado especial al Festival de Cannes 2014