La vida es sueño
crítica de Una noche | de Lucy Mulloy, 2012
Estamos en abril de 2012. Una noche (2012), el debut en la dirección de Lucy Mulloy –cineasta originaria de Inglaterra— es seleccionado para participar en el Festival de Cine Independiente de Tribeca. Tras conquistar certámenes como Berlín, Lauderdale, Atenas o Deauville, la película es galardonada en el festival americano con los premios al Mejor Actor, Mejor Fotografía y Mejor Director Novel. En el momento de entregar el premio a la interpretación se descubre que tanto el ganador como su pareja (y hermana en la ficción), Anailín de la Ruá de la Torre, han desaparecido de camino al evento. Ambos actores aprovecharon la coyuntura de entrar en el continente americano para huir, al igual que hacen sus personajes en la cinta, de manera clandestina y en silencio, en busca de una vida mejor en la ciudad de Miami. Actualmente, ambos residen en Florida. Anailín está embarazada, y Lucy Mulloy, la directora de Una noche, se muestra sutilmente orgullosa de que su obra haya ayudado a cambiar la vida de sus actores materializando una intención que el filme ha acabado por convertir en realidad: la de mantener vivo el recuerdo de unas historias que, por mucho que giremos la cabeza, siguen estando ahí.
Mulloy comenzó escribiendo un guión de sólo 10 páginas mientras todavía estaba en Estados Unidos, situando la acción únicamente en el mar. Su posterior traslado a La Habana acabaría convirtiéndolo en lo que es ahora. Una historia centrada en tres personajes. Dos hermanos, Elio y Lila, con un fuerte vínculo afectivo, y el vértice entre ambos, Raúl, compañero de trabajo en la cocina de un hotel de lujo en La Habana del que Elio está enamorado. Lila cuenta su historia desde la inocencia de una mirada que siente un amor profundo por su hermano, al tiempo que es vagamente consciente de las contradicciones y la problemática de una ciudad como capital cubana. Su voz es el hilo conductor de toda la trama, de la misma forma en que Jena Malone lo era en Hacia rutas salvajes (2007), aportando la emoción a través de unos pensamientos que abarcan su vida mientras reflexionan sobre las circunstancias que les llevan a tomar ciertas decisiones. Lila encarna esa ingenuidad a la que es fácil acercarse, pero Mulloy no centraliza la cámara sólo en ella. Al contrario, ramifica su historia entre Elio y Raúl sin favorecer en exceso a ninguno, aunque evidenciando cierta simpatía hacia el último; alguien al que la vida ha hecho egoísta, con una madre enferma de sida que se prostituye en las calles de su barrio y un padre desconocido, desaparecido en la promesa americana, que encarna para el joven un ideal afectivo que sólo es capaz de tapar con una actitud frívolamente sexual.
En mitad de unas calles que parecen desvencijadas, donde la basura se acumula en los parques, y las avenidas de los hoteles son los reductos enmarcados en plata de la ciudad, Lucy Mulloy documenta La Habana alternando el montaje de numerosos planos recursos que contextualizan su relato con veracidad. Sensación que no extraña si tomamos en cuenta que la principal operadora de cámara era ella misma, y que algunas de las canciones de la banda sonora han sido escritas por su mano. Por eso, cuando decimos que Una noche es una película sincera, que desprende frescura y honestidad a pesar de sus imperfecciones, no lo dejamos caer como una afirmación banal. Mulloy se ha implicado en su trabajo con conciencia, y se nota no sólo en la fotografía o la música, sino también en su dirección de actores. Ninguno ha trabajado antes en el cine, y sí, puede haber momentos en los su inexperiencia se haga evidente, pero aportan autenticidad a sus roles y saben defenderlos con dignidad ante la cámara. Anailín (Lila), con una interpretación apoyada sobre todo en su mirada y su rostro, Javier Núñez Florián (Elio) aportando ternura y cierta melancolía y Dariel Arrechaga (Raúl) con una arrogancia que no oculta la humanidad de su personaje. Los tres consiguen demostrar su buen hacer sosteniendo una obra de mimbres sociales conocidos, contenedora de ecos del mejor Mireilles, especialmente en el afán por resaltar la fisicidad de los cuerpos de los actores, de acercarse a sus rostros y marcar el contacto entre ellos con imágenes de fuerte calado visual.
Alguien podrá decir que tal vez la cinta peque de frivolizar una situación dura mediante una fotografía demasiado trabajada. Al fin y al cabo ¿No es algo contradictorio mostrar el drama embelleciéndolo? Puede ser. Pero también hay que saber diferenciar cuando un filme banaliza su discurso mediante el preciosismo y cuando utiliza con sabiduría la composición de una buena imagen para potenciar lo que quiere transmitir. Parece la misma idea, pero hay un matiz diferente que cambia el resultado. El debut de Lucy Mulloy se sitúa sin duda en el último lugar. Puede haber algún instante en el que, sí, la cineasta esté a punto de caer presa de su propia virtud, pero evade la tentación con inteligencia y aunque cae en algunas manías de cineasta novel, recreándose en el epílogo y sorteando imágenes que podrían haber dado un cierre más directo y poderoso, el resultado sigue siendo envidiable, tanto como carta de presentación, como obra en sí. El conjunto acaba conmoviendo. Los créditos se abren y una canción comienza sonar. Habla de las 90 millas. Las que separan Cuba de Miami. Las que marcan el destino de tantas personas, a veces con suerte y otras no tanto. Las que marcan una vida en la distancia y la ilusión de un futuro que tal vez se quedará en sueño. | ★★★★★ |
Gonzalo Hernández
redacción Madrid
Estados Unidos, Reino Unido, Cuba. 2012. Título original: Una noche. Directora: Lucy Mulloy. Guión: Lucy Mulloy. Intérpretes: Dariel Arrechaga, Anailín de la Rúa de la Torre, Javier Núñez Florían, María Adelaida Méndez Bonet, Greisy del Valle, Katia Caso, Lázaro María Padrón Ávila. Fotografía: Trevor Forrest, Shlomo Godder. Productoras: Una Noche Films. Fecha de estreno oficial: 16 de Febrero de 2012. Alemania (Festival Internacional de Cine de Berlin).