Entre el honor y la familia
crítica de Lazos de sangre | Blood Ties, de Guillaume Canet, 2013
Resulta cuanto menos curioso el origen del último trabajo como director del francés Guillaume Canet, actor reconvertido en interesantísimo realizador con obras en su haber tan notables como No se lo digas a nadie (2008) y, sobre todo, Pequeñas mentiras sin importancia (2010), que se convirtió en el mayor éxito del año en su país con más de 32 millones de euros recaudados. Blood Ties (2013) viene a ser un remake de uno de sus anteriores trabajos como actor, Les liens du sang (2008, Jacques Maillot), que a su vez fue la adaptación de una novela de Michel y Bruno Papet. Pese a tratarse de una producción francesa, Blood Ties parece, tanto en el fondo como en las formas, una película hollywoodiense, principalmente por el lujoso elenco de estrellas que configura su reparto y por la inconfundible mano de James Gray en el guión, escrito a cuatro manos junto al propio Canet. Hay que reconocer que esta historia criminal ambientada en la América de los 70 dentro del seno de una familia bastante desestructurada, posee el mismo aroma del cine que ha cultivado Gray como director –los ecos de La noche es nuestra (2007), con similares conflictos fraternales en su narración, no suenan muy lejanos–, por lo que el trabajo de dirección de Canet pretende asemejarse estéticamente al del maestro sin llegar a encontrarle el pulso como debería. Blood Ties vendría a ser la versión americanizada, extendida y bastante más ambiciosa de la mucho más modesta Les liens du sang, algo que ya se refleja en un metraje que rebasa en casi media hora al modelo original, recreándose con mucha más parsimonia en las relaciones (familiares, sentimentales y laborales) que se establecen entre sus personajes.
La historia no ofrece nada que no hayamos visto (mucho mejor a veces) con anterioridad en multitud de películas. Chris (Clive Owen) es un delincuente que sale de prisión tras haber cumplido 12 años de condena por participar en un ajuste de cuentas. Su hermano Frank (Billy Crudup), un honrado policía, le acoge con los brazos abiertos, con la intención de que comience una nueva vida alejada del crimen. Pero entre las buenas intenciones y la dura realidad hay un trecho y, como se suele decir, la cabra siempre tira al monte. Será entonces cuando Frank se tenga que enfrentar al dilema de ser leal a los lazos de sangre o a su compromiso de hacer que se cumpla la ley. Esta conflictiva relación entre ambos hermanos, de caracteres radicalmente opuestos pero unidos, al fin y al cabo, por irrompibles sentimientos de admiración y cariño, es la columna vertebral sobre la que se sostiene toda la obra. Alrededor de ellos pulula una serie de personajes secundarios que robustecen la trama, dándole una mayor dimensión dramática, especialmente los femeninos, algo estereotipados pero eficazmente retratados por un grupo de excelentes actrices que hacen lo imposible por destacar en medio del espectacular duelo interpretativo que se marcan un magnífico Clive Owen al que este tipo de personajes al margen de la ley le sientan como anillo al dedo, y el habitualmente desaprovechado Billy Crudup en una de sus interpretaciones más redondas. Estas mujeres sufridoras, víctimas pasivas de las acciones de sus hombres, ofrecen a Marion Cotillard (esplendorosa en su marginalidad), Mila Kunis (posiblemente el habitante más puro de este microcosmos) y, sobre todo, a una Zoe Saldana por fin rescatada de sus habituales superproducciones para meterse en un papel dramático que demuestra que es mucho más que una cara bonita, bastantes momentos de lucimiento en su atractivo protagonismo coral.
Al igual que sucediera con la reciente Cruce de caminos (2012, Derek Cianfrance), la cinta de Canet presta una mayor importancia a las relaciones humanas y a los caprichosos azares del destino que a los elementos policíacos. También adolece, al igual que aquella, de una dirección con algo más de garra y personalidad, que hace que el espectador se pregunte qué podría haber entregado con estos mismos ingredientes un Brian De Palma (Atrapado por su pasado, 2003), un Ridley Scott (American Gangster, 2007) o, incluso, un Michael Mann en horas bajas (Enemigos públicos, 2009). Es cierto que se trata de una obra rodada con total corrección, muy bien ambientada en los 70 –con una espectacular banda sonora formada por canciones de la época–, y pocas (pero bien rodadas) escenas de acción, como la del asalto al furgón blindado. Todos y cada uno de los integrantes del reparto están completamente entregados a la causa, por lo que el nivel interpretativo brilla a gran altura. Tiene Blood Ties ademanes de buen cine y, verdaderamente, carece de grandes errores criticables, pero a pesar de ello, termina dejando en el espectador un extraño regusto a obra fallida que no ha sabido exprimir al máximo todo su potencial, ya sea por un ritmo bastante irregular que se estanca en algunas escenas innecesarias que bien podrían haberse quedado en la mesa de montaje, o por su (demasiado) sobria e impersonal puesta en escena. Algo más de riesgo y mucho menos de lugares comunes le habría sentado de fábula a este entretenido y disfrutable drama criminal que, pudiendo haber llegado a ser una gran película, se queda simplemente en un trabajo aparente y resultón. | ★★★★★ |
José Antonio Martín
redacción Las Palmas de Gran Canaria
Francia. 2013. Título original: Blood Ties. Director: Guillaume Canet. Guión: Guillaume Canet, James Gray (Historia: Jacques Maillot). Productora: Coproducción Francia-USA; Les Productions du Trésor / Worldview Entertainment / Caneo Films / Le Grisbi Productions. Fotografía: Christophe Offenstein. Música: Raphaël Hamburger. Montaje: Hervé de Luze. Intérpretes: Clive Owen, Billy Crudup, Marion Cotillard, Mila Kunis, Zoe Saldana, James Caan, Lily Taylor, Noah Emmerich, Matthias Schoenaerts, John Ventimiglia, Griffin Dunne.