La vida secreta de las palabras
crítica de La ladrona de libros | The Book Thief, de Brian Percival, 2013
La ladrona de libros es una novela de Markus Zusak publicada en 2005 con enorme aceptación, tanto crítica –cosechó números premios literarios– como popular, convirtiéndose en un auténtico best-seller juvenil. Al igual que sucedió un año después con El niño con el pijama de rayas de John Boyne, algunas voces se alzaron para cuestionar si la controvertida temática que aborda (el nazismo) era la adecuada para un público infantil. De cualquier modo, la novela caló hondo y solo era cuestión de tiempo que Hollywood pusiera sus ojos en ella para su posterior puesta en imágenes, más aún tras los excelentes resultados obtenidos con la adaptación de El niño con el pijama de rayas (2008). De este modo, salta a la vista que se ha mimado cada detalle de este proyecto con la firme intención de cautivar a quienes disfrutaron de la novela y a quienes son más reacios a la lectura. Las labores de director han sido encomendadas a Brian Percival, un realizador británico de amplia experiencia en televisión que ya tiene experiencia en dramas de época por haber dirigido algunos episodios de la prestigiosa serie Downton Abbey. Estamos ante una de esas obras diseñadas al milímetro para intentar colarse en la carrera de los Oscar, con grandes actores como Geoffrey Rush y Emily Watson encabezando el reparto y gran despliegue de medios, patentes en una exuberante puesta en escena en donde la fotografía de Florian Ballhaus y la dirección artística brillan a gran altura. Incluso la banda sonora corre a cargo de un maestro de la talla de John Williams, capaz de dotar de épica y emotividad cualquier proyecto que toca, prueba evidente de la ambición de esta adaptación. Con todos estos mimbres resulta difícil que algo pueda salir mal.
Narrada con ironía por la figura de la Muerte, la historia nos traslada a la Alemania nazi anterior al estallido de la Segunda Guerra Mundial, cuando el poder de Hitler se va afianzando sobre la población, ganando cada día más adeptos y comienza la persecución de los judíos. La pequeña Liesel es entregada en adopción por su madre al matrimonio Hubermann formado por el bonachón Hans y Rosa, una mujer de fuerte carácter con la que la niña no hace muy buenas migas en un principio. En este tiempo entabla relación también con Rudy, el rubio vecino de su misma edad con quien comparte confidencias y una amistad incondicional y con Max, un joven judío al que los Hubermann esconden de los alemanes en el sótano de casa y con quien Liesel comparte su afición por las letras. Una afición que le lleva a robar libros de la biblioteca de la esposa del alcalde, una amable mujer torturada por la desaparición de su hijo en la guerra. Esta fauna de personajes se ve envuelta, en mayor o menor medida, en los terribles acontecimientos de una época oscura y mezquina de la historia, en donde el hambre, los bombardeos y la represión a la que los ciudadanos se ven sometidos por los soldados, terminan borrando de sus corazones cualquier atisbo de inocencia o esperanza. La película, pese a este dramático trasfondo, no carga las tintas en los pasajes más escabrosos, ya que está basada en un relato juvenil y hacia ese público se quiere dirigir también en el cine. En su lugar, encontramos una obra bienintencionada y amable, con una marcada tendencia al sentimentalismo más propio de la factoría Disney (a veces parece casi un episodio de Las crónicas de Narnia) que tira por tierra, ya desde los primeros minutos, cualquier ínfula de trascendencia. La ladrona de libros no es ni más ni menos que lo que pretende ser, una pulcra adaptación de una novela bastante más inteligente y descarnada. El tierno amor adolescente de Rudy hacia Liesel, la admiración de ésta hacia el fugitivo que ocultan en casa y cómo Rosa va derribando poco a poco su coraza de dureza y mal humor en su relación con la hijastra, todo está contado con un exceso de emotividad a la que la partitura de Williams termina de dar el empujoncito final para que el espectador derrame la lágrima en más de una ocasión.
Menos mal que ahí están los actores para salvar los papeles y tanto Geoffrey Rush como, sobre todo, Emily Watson -¡qué bien se le dan a esta mujer estos papeles sufridos y fuertes como los de Las cenizas de Ángela (1999) o War Horse (2011)!–, ofrecen unas interpretaciones maravillosas, cargadas de humanidad, que acompañan muy bien al gran descubrimiento de la cinta que es Sophie Nélisse, posiblemente una de las miradas más fascinantes del cine del futuro. Sin duda, ella es una perfecta Liesel, la valiente heroína que robaba libros en una época en que éstos estaban prohibidos. Estamos pues ante uno de esos títulos en donde, aparentemente, todos los ingredientes están encajados a la perfección para su éxito masivo en las taquillas, dejando un buen sabor de boca entre el público menos exigente, algo así como lo que sucedió con El niño con el pijama de rayas. Incluso esa escena final en donde la cámara recorre el salón de la casa de una octogenaria Liesel, contándonos mediante las fotos que invaden sus muebles cómo ha sido el resto de su vida tras los hechos narrados de su adolescencia, me parece una concesión comercial que copia claramente el modelo de Titanic (1997). Pero da igual, La ladrona de libros es un filme igualmente bonito y apreciable aun con su sobredosis de almíbar. | ★★★★★
José Antonio Martín
redacción Canarias
Estados Unidos. 2013. Título original: The Book Thief. Director: Brian Percival. Guión: Michael Petroni (Historia: Markus Zusak). Productora: Coproducción EEUU-Alemania; Fox 2000 Pictures / Studio Babelsberg. Fotografía: Florian Ballhaus. Música: John Williams. Montaje: John Wilson. Intérpretes: Sophie Nélisse, Geoffrey Rush, Emily Watson, Ben Schnetzer, Nico Liersch, Kirsten Block, Heike Makatsch.
