Las aguas tranquilas
crítica de Circles | Krugovi, de Srdan Golubovic, 2013
Cuando se arroja una piedra al río, ocurre algo que rompe con la monotonía, un intenso desplazamiento de moléculas que se traduce en un movimiento leve del agua. Sobre la superficie se dibujan unos círculos concéntricos, que son tanto más grandes cuanto se alejan del origen de aquella perturbación. Lo mismo ocurre con un grito: la resonancia actúa del mismo modo, pudiendo llegar muy lejos si se sabe percibir el fenómeno con atención. Esta es una idea, simplemente, que halla expresión en lo cotidiano, y ocasionalmente en el séptimo arte. Ciertamente, los acontecimientos importantes siguen el mismo rumbo: el llamado efecto dominó es primo hermano del efecto de los círculos en el agua. Eventos significativos pueden repercutir en lugares y momentos tan lejanos como impensados.
Interesa que algunos autores sean capaces de montar una gran obra a partir de una idea tan simple. Para dar un ejemplo tonto pero conocido, Woody Allen inventó una de las comedias más originales de los últimos años solamente con el significado de una frase muy simple como todo tiempo pasado fue mejor (Midnight en París, 2011), tan repetida por los seres humanos, y cuando no, tan sentida en lo más hondo del alma. Pero tampoco es necesario recoger ejemplos en el resto del mundo, cuando hay uno tan cercano como este: Srdan Golubovic toma estos círculos para construir una de las narraciones más inteligentes del año, en torno a Srdan Aleksić, tocayo y referente. Aleksić fue una de las tantas víctimas de las guerras yugoslavas, más puntualmente de la Guerra de Bosnia, que enfrentó tres pueblos y tres corrientes religiosas en una de las batallas más cruentas de la historia balcánica. Perdió su vida salvando a un hombre, musulmán (es decir, un enemigo de la fe cristiana defendida por el ejército serbio durante los años 1993 y 1995) de ser salvajemente atacado. Ahora bien: tratar esto simplemente como un acto heroico digno de documentos y testimonios es caer en un lugar común. Por ello Golubovic, gran cineasta oriundo de la ciudad blanca, capital serbia, logra trasladar ese pequeño gran acontecimiento a la lógica de los círculos, convirtiéndola en una obra de gran valor.
Circles se maneja en dos tiempos: en 1993, en que se arroja la piedra, y aproximadamente en 2005, época en que todavía siguen formándose círculos de mayor diámetro. Son dos tiempos que no están mezclados constantemente: el autor recurre al episodio central sólo en el inicio y el final (dando, además, cierta idea de circularidad en la narración), y se enfoca en el después, en el futuro de todos los personajes involucrados directa o no tan directamente. Estos interactúan, se reencuentran, pero no han superado lo ocurrido. Todavía cargan con las heridas sangrantes que deja toda guerra, y con la culpa que devora a los hombres. Las aguas no han vuelto a recuperar la normalidad, siguen agitándose con violencia. Puede decirse que, en doce años, la historia va ramificándose. Son fácilmente detectables tres tramas, igual de importantes. En primer lugar, la más lograda y conmovedora, es la del padre de Marko (el soldado que encarna a Aleksić), un sujeto que quiere construir un templo en una zona casi inhóspita, y que recibe como ayudante al hijo de quien asesinó al suyo. Este joven no busca la aceptación, solo busca comprender. El hombre lo rechaza de plano. En segundo lugar, la del amigo de Marko, el mejor cirujano, en cuyas manos está la opción de salvar la vida a otro de los responsables de la muerte del soldado serbio, un sujeto sin escrúpulos ni voluntad redentora. Finalmente, tal vez la trama menos lograda, pero no por ello la menos importante, es la del musulmán, quien sacrifica lo que más quiere por proteger a la novia de Marko del asedio de su esposo, que solamente quiere recuperar a su hijo.
El talento de Golubovic no pasa solo por haber tomado una historia interesante, o una idea interesante, y haberlas combinado de manera prodigiosa, haciendo uso de un poderoso lenguaje cinematográfico para transmitirlas. Tampoco por ir alternando las tres historias sin que ninguna pierda intensidad en relación a las otras. Mucho menos, por ahondar en otros casos de circularidad (que un personaje sea golpeado al inicio y casi al final, o que otro retorne a Trebinje, su ciudad de origen). Su mayor logro es sembrar incógnitas constantemente. El espectador va construyendo la historia a lo largo de cien minutos de película, nada se explicita en ningún momento. Los personajes no cuentan en ningún momento lo que sucedió, porque no sería verosímil que unos protagonistas relataran el pasado a otros. No hay necesidad de referir algo que todos conocen y que eventualmente prefieren olvidar. Golubovic consigue hacer partícipe al espectador de la historia mediante recursos alternativos a las palabras: la emoción, los sentimientos, los pequeños gestos, algún mínimo guiño humorístico. Circles se convierte en un intenso drama donde las palabras y los hechos se entrelazan en algo tan complejo como lo es la historia. Es mucho más que un simple trabajo sobre la redención: se trata de una obra humana, sobre el deber, el amor, la culpa, el perdón, hecha a la medida de grandes espectadores y erigiéndose como producción ejemplar sobre las consecuencias de la guerra y la intolerancia. | ★★★★★
Rodrigo Moral
redacción Buenos Aires
Serbia, Alemania, Francia, Eslovenia, Croacia, 2013, Krugovi. Dirección: Srdan Golubovic. Guion: Srdjan Koljevic, Melina Pota Koljevic. Productoras: Neue Mediopolis Filmproduktion / La Cinéfacture / Vertigo/Emotionfilm / Propeler Film / Film House Bas Celik. Presentación oficial: Sundance 2013. Fotografía: Aleksandar Ilic. Música: Mario Schneider. Intérpretes: Aleksandar Bercek, Leon Lucev, Nebojsa Glogovac, Hristina Popovic, Nikola Rakocevic, Vuk Kostic, Dejan Cukic, Boris Isakovic, Emir Hadzihafizbegovic, Jasna Djuricic, Marko Janketic, Geno Lechner.