En el nombre del padre
crítica de Nebraska | de Alexander Payne, 2013
El cine de Alexander Payne no ha sido siempre plato del gusto de quien esto escribe. Nunca he terminado de conectar con su estilo “indie-pijo”, del tipo que hace cine supuestamente fuera de los márgenes dictados por Hollywood, pero que a la vez trabaja con estrellas como Jack Nicholson o George Clooney. En general, y con la excepción de Election y, en menor medida, A propósito de Schmidt, le encuentro una pretenciosidad y unas ínfulas intelectualoides a sus películas que me causan hastío y desgana. Quizás por eso, no esperaba que Nebraska me gustase, y quizás porque se aleja de eso mismo me parece su mejor película. Y no es que sea un giro de 180 grados, ni nada por el estilo. Payne vuelve, con Nebraska, a varios temas que ya había tocado anteriormente en su filmografía: la aceptación de la vejez (A propósito de Schmidt), los pros y contras de la familia (Los descendientes) o la mezquindad de ciertos integrantes del género humano (Election) van de la mano en esta brillante road movie. Lo que la hace distinta es, precisamente, la ausencia de pretensiones y de ese tufo de listillo sabelotodo a lo Tracy Flick que desprendían sus anteriores creaciones.
Protagonizada por un Bruce Dern en estado de absoluta gracia, Nebraska tiene su centro en Woody, un anciano irascible, despistado y alcohólico, empeñado en recorrer los más de 1.000 kilómetros que separan Billings, Montana, de Lincoln, Nebraska, convencido de que allí le espera un premio de un millón de dólares, ganado en uno de esos “sorteos” postales que todos hemos recibido alguna vez. Acompañado por su hijo David (Will Forte, alias MacGruber), se reencontrará en el camino con antiguos amigos, familiares y todo tipo de buitres poco recomendables, encabezados por Ed Pegram (Stacy Keach), su antiguo amigo y socio. Por su parte, David descubrirá que su padre no siempre ha sido el hombre que él ha conocido, que una vez tuvo una vida, que fue un héroe e incluso un rompecorazones, que fueron los desengaños y el paso del tiempo los que le convirtieron en quien es, y que le quiere, a pesar de sus muchos defectos como padre y como persona.
Como mencionaba antes, Nebraska es una película mucho menos pretenciosa y más cercana que la mayoría de las cintas de Alexander Payne. Los personajes son tratados con enorme ternura por parte del director, incluso aquellos más despreciables y dignos de paliza. Cada uno a su manera, aunque, claro, el que se lleva la parte del león es Woody. En manos de Bruce Dern, Woody no es un ancianito adorable; es un hombre difícil, del que intuimos un pasado más difícil todavía, carcomido por una tremenda amargura, y quién sabe si también remordimientos —aunque esto último no aparece tan claro—. Es consciente —a ratos— de que empieza a perderse en la demencia senil, pero sobre todo es consciente de que su vida ha sido un fracaso; su obsesión con ese premio inexistente no es tanto fruto de la avaricia (eso queda para los buitres que vendrán después), como un último y desesperado intento de reafirmarse, de conseguir, por un momento, algo que le haga sentirse un poco más feliz y menos inútil. La interpretación de Dern es extraordinaria, pero no sería lo que es sin tener frente a frente a quien no sólo le aguanta el asalto, sino que complementa y da sentido a su trabajo: Will Forte, actor y cómico carne de Saturday Night Live, que da vida a David, el hijo menor de Woody, su acompañante en la peripecia y quizá el único que intenta comprender lo que pasa por la cabeza de su padre, por descabellado y poco recomendable que pueda parecer. Es gracias a él que podemos llegar a entender, y hasta querer, a Woody; es él quien nos muestra lo complicado que es lidiar con alguien a quien se quiere, pero que no sólo se está apagando, sino que insiste, en su testarudez, en hacer cosas que le perjudican. Que todo el mundo hable del trabajo de Bruce Dern y dejen de lado el de Will Forte es una de las injusticias del año.
Igual que lo sería dejar de lado a June Squibb, que ya trabajó a las órdenes de Payne en A propósito de Schmidt (era la esposa de Jack Nicholson), y a quien los más jovencitos del lugar recordarán como la dulce abuelita de Jennifer Love Hewitt en Entre fantasmas. Aquí, Squibb encarna a la no por sufrida menos tremenda esposa de Woody, Kate, quien tiene a su cargo aportar la carga de humor malévolo y cáustico propio del cine de Alexander Payne. Y vaya si lo consigue. Kate es, de lejos, el personaje más malvadamente divertido y mordaz creado por Payne desde que Tracy Flick nos hizo creer que Reese Witherspoon podía ser buena actriz. Su escena en el cementerio, mientras repasan las tumbas de varios amigos y familiares de su juventud, es uno de los torrentes de humor negro más desternillantes de la filmografía de Payne; en un año en que la carrera al Oscar a la Mejor Actriz de Reparto está más que reñida, esa sola escena justifica un puesto en la terna final para June Squibb. Igual que debería tenerlo, aunque seguramente no será así, ese especialista en personajes despreciables que es Stacy Keach (American History X, Prison Break). En una historia repleta de gente de poca moral, Ed Pegram se destaca como el peor de todos ellos, un auténtico hijo de perra pelota, embustero y matón, que merece con todos los honores entrar en la lista de los villanos más memorables del año. Agridulce en su concepto, tan divertida y mordiente como triste y crepuscular, su secuencia final es posiblemente la más bella y emocionante jamás filmada por el director de Entre copas. Se la ha acusado de ir a la lágrima fácil; y quizá sea así. Sin embargo, es una escena profundamente emotiva, que supone la culminación de dos viajes: el de Woody, consiguiendo tal vez no lo que quería, pero sí lo que necesitaba (que dirían los Rolling Stones). Y, sobre todo, el de David, reconciliándose con su padre a través de una acción tan absurda como maravillosa. Nebraska es ni más ni menos que eso: la historia de un hijo redescubriendo a su padre y el amor que siente por él, a pesar de sus defectos y del pasado. Y sin necesidad de repetirle constantemente al espectador lo mucho que mola ser Alexander Payne, oigan. | ★★★★★
Judith Romero
enviada especial al London Film Festival 2013
Estados Unidos, 2013, Nebraska. Director: Alexander Payne. Guión: Bob Nelson. Productora: Blue Lake Media Fund / Bona Fide Productions / Echo Lake Productions. Presentación: Festival de Cannes 2013. Fotografía: Phedon Papamichael. Música: Mark Orton. Montaje: Kevin Tent. Intérpretes: Bruce Dern, Will Forte, June Squibb, Bob Odenkirk, Stacy Keach, Angela McEwan.