Mar. Libertad. Desesperación
crítica de Metéora | de Spiros Stathoulopoulos, 2012
En el norte de Grecia, en la llanura de Tesalia, cerca de la ciudad de Kambalaka, se alzan dos formaciones rocosas de gran altura, una justo frente a la otra. En cada una de ellas se asienta un monasterio cristiano ortodoxo que establece una separación entre hombres y mujeres. En uno vive Theodoro, y en el otro, Urania. Justo a mitad de trayecto, en mitad del valle, se alza una pequeña colina coronada por un árbol en el que ambos se reunirán entre silencios. Pertenecen al mismo mundo, pero su aislamiento es demoledor. La comunicación que establecen es parca en palabras. No las necesitan. Él cogerá el relieve metálico de su repisa; una placa con motivos religiosos que utilizará para hacer señales lumínicas a Urania a través de su ventana, mientras ella se quedará tendida en la cama, acariciándose el cuerpo. Theo tal vez intente olvidarla, redirigiendo un amor terrenal y cuestionable hacia algo más divino, exento de las pasiones más superficiales. Y si a ella le asaltan pensamientos impuros, ahí estará el infierno cristiano para recordarle su culpa, y el necesario castigo del dolor físico: quemarse la palma de la mano con la llama de una lampara de aceite. Nunca se dirán un te quiero. No serán capaces. Las acciones serán puramente físicas, pero no por ello dejaran de ser reales.
La segunda película del director griego crecido en Bogotá, Spiros Stathoulopoulos, debutó positivamente en el Festival de Berlin del 2012 y ganó el Premio al mejor director en el Festival de Cartagena de este año. Su Metéora es la historia de una pasión. De una leyenda grabada en un retablo, en algún monasterio olvidado. Un cuadro de tres paneles con el valle de Metéora en el centro y los retratos de Theo y Urania enmarcándolo. Es la primera imagen del largometraje que ya establece el tono minimalista y su espíritu cercano al relato. Pocos filmes son tan acertados en su equilibrio al situar con tanta exactitud la línea entre el exceso y el vacío en una obra que establece un discurso de la relación entre el compromiso religioso y el amor humano. Una dicotomía explorada en profundidad por Terrence Malick en su filmografía, especialmente en sus dos últimas obras, aunque en el caso del director neoyorquino con un enfoque muchísimo más preciosista, tendente al esteticismo de los cuerpos enmarcados en un atardecer. De una cámara que flota alrededor de los actores arropándolos en su observación. La visión de Spiros es muchísimo más analítica a la par que curiosa. Metéora es una cinta de planos fijos, de grandes paisajes enmarcados entre brumas y bosques, con una composición de planos más pictórica y un tratamiento lumínico que recuerda con insistencia a los cuadros de George de la Tour. El mismo pintor en el que Stanley Kubrick establecería la base para la fotografía de Barry Lindon.
Spiros observa la realidad de Theo y Urania como un documentalista que nunca juzga. Sólo graba lo que ve. La rutina diaria de estos monjes tan lejos de la tierra, ocultos en mitad del aire, alternados con secuencias animadas del retablo inicial, en los que el cineasta introduce escenas de corte marcadamente simbólico, que reflejan las emociones de ambos personajes en su dilema. Urania dejando caer la tela oscura que le cubre el cabello, mientras el viento lo revuelve a través de la ventana, y el cabello crece y crece cruzando el precipicio, directo hacia el dormitorio de Theo. Los ecos de algunos cuentos y mitos están fuertemente anclados a la sensibilidad de Metéora. Rapunzel, el laberinto del minotauro, el árbol del conocimiento prohibido. El formalismo de la cinta parece duro y poco amigable. Pero esconde una ternura que se va desatando cada vez más conforme pasa el metraje. La contención de emociones que caracteriza la relación de Urania y Theo contagia el ambiente. Ellos apenas expresan nada y la película tampoco lo hace. El escalofriante sacrificio de un cordero marcará el cambio y será la única vez que Spiros grabe cámara en mano, con una agitación poco usual en el conjunto. Será el mismo cordero que Theo cocinará para sorpresa de Urania, reunidos ambos junto al árbol de la colina; lugar donde seremos testigos de la única conversación real que tendrán en toda la película. Una discusión repleta de dobles sentidos en torno a los actos atroces cometidos por San Jacobo, historia que ambos usarán para justificar sus actos de forma solapada.
Spiros Stathoulopoulos firma una obra de una sutilidad que es difícil que sea más elegante. Capaz de pasar con una facilidad pasmosa de los entornos religiosos más reprimidos, a la sexualidad más desatada, tocando ambos extremos sin resultar ordinario o gratuito. Siendo consecuente con sus personajes, pero sin temer mostrarlos en sus momentos más íntimos, como esa Urania masturbándose mientras se acaricia el pecho, y el fantasma de Gustav Courbet rondando por la escena, con su famoso “Origen del Universo” retratado literalmente en un único plano. Pero que la multiplicidad de simbolismos no os lleve a engaño. A pesar del trasfondo tan intelectual de Metéora, la película de Spiros contiene una historia que en su sencillez evidencia su universalidad. La historia de un amor imposibilitado por las circunstancias, en este caso religiosas. Carente de todo exceso y contada en el tiempo justo. Con el gusto suficiente como para no prejuzgar el entorno en el que gira el relato o los actos de los personajes. Seguramente el final es lo más expresivo de todo. El acto que mejor muestra el auténtico sentir del cineasta en el sino de sus criaturas. En el aire quedarán flotando las últimas palabras que Urania le enseña a Theo en su idioma materno, como un susurro de victoria: Mar. Libertad. Desesperación. | ★★★★★ |
Gonzalo Hernández
redacción Madrid
Alemania, Grecia, Francia. 2012. Título original: Metéora. Director: Spiros Stathoulopoulos. Guión: Spiros Stathoulopoulos. Interpretes: Theo Alexander, Tamila Koulieva-Karantinaki. Fotografía: Spiros Stathoulopoulos. Producción: Essential Filmproduktion GmbH, Polyplanity Productions, ZDF/Arte, Little Big Bear Filmproduktion GmbH. Fecha de estreno oficial: 12 de Febrero de 2012, Alemania (Festival Internacional de Cine de Berlin).