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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | All is Bright

    All is Bright

    Carbón para navidad

    crítica de All is Bright | de Phil Morrison, 2013

    Llegan las Fiestas. Las señaladas. Las más cínicas. Las más bonitas y aborrecibles. Las más tiernas y detestables. Las más familiares y consumistas. Las más caritativas. Llegan las Navidades, con su espíritu. Las fiestas contradictorias por antonomasia. Celebradas en (casi) todo el mundo. Herencia de otras muchas fiestas, de tiempos inmemoriales. Legado de quién sabe qué. Una cristianización del paganismo. Hoy por hoy, símbolo postmoderno del capitalismo, al menos en Occidente. No obstante, se guardan las formas. Se respetan las tradiciones y se incrementan, eso sí, a cambio de su monetización. La Navidad, tal como la conocemos, tiene su origen en el siglo XIX, momento en el que nacen costumbres –Santa Claus/Papa Noel, la cena de Navidad, alumbrado de las calles o el arbolito de marras– que dan forma al gran monstruo. En la retaguardia, la industria, o industrias. Dispares y curiosas. Me gusta la del árbol de Navidad, por curiosa. Tiene su origen en los albores del siglo pasado y mueve millones de dólares –en 2012, en Canadá, facturó cerca de 80 millones–. Granjas masivas. Los dos protagonistas de All is Bright (2013) forman parte del juego de los troncos. Viven el lado miserable de la White Christmas.

    Las películas navideñas suelen desatar todo tipo de filias y fobias. Depende del grado de afabilidad o rechazo que genere la propia fiesta; o de los recuerdos que uno vincule al momento de su visionado. Muchas de ellas forman parte de nuestros, mal llamados, placeres culpables –Solo en casa (1990), ¡Vaya Santa Claus! (1994)–. Otras son clásicos de la Historia del cine –Plácido (1961) o ¡Qué bello es vivir! (1941)–. Algunas utilizaron la Navidad como contexto y otras como leitmotiv. Lo que está claro, o debería estarlo, es que, por manido, el tema casi no da más de sí. Por lo tanto, es menester que el ingenio sea un valor al alza. No necesariamente tienen que ser empalagosas e indigeribles –como un mazapán–. Y tampoco existe la obligación de que sean innovadoras y transgresoras como los discursos del rey (para los menos avispados: léase con ironía). Pueden hacerse para pocos –como las ayudas del Estado– o para todos los públicos –como las campanadas de Anita y Ramón García–. Hágase lo que se haga, es fundamental tenerlo claro. En All is Bright no se despeja la incógnita. Navega entre dos aguas. Ni comedia ni drama, ni alegato a favor ni en contra. Un poco de todo, pero sin pasarse. Ni chicha ni limoná.

    All is Bright

    Phil Morrison apuesta por una tragicomedia de aroma –tufillo, más bien– navideño. Con trazos amables, artificialmente conmovedora, sin escatimar en chantajes emocionales gratuitos, y con dosis de humor a caballo entre lo ridículo y lo estúpido. Funciona mejor, debería entrecomillar ambas palabritas, en su vertiente dramática que cuando se afana en la carcajada. Un guion fallido, a cargo de Melissa James Gibson, es la principal causa. Situaciones grotescas, personajes sacados de la manga para revitalizar una trama que desfallece y falta de eficacia son los síntomas. Hay una ausencia del manejo de los códigos clásicos, con complementos dramáticos o humorísticos –irrisorios– que adornan el vacío de una maquinación inexistente; parece improvisada, sin intención. La película se atraganta como un polvorón sin vaso de agua mediante. Dos criminales canadienses de poca monta se van a vender árboles de Navidad a Nueva York. La gracia reside en que mientras uno estaba en prisión –Paul Giamatti–, el otro le robó la esposa y la hija –Paul Rudd–. Socios en su pasado delictivo, se convierten también en extraños compañeros de viaje. Las fichas ya están sobre el tablero. Sus particulares desavenencias y sin sabores en el fragor de la lucha por ganarse un pan honrado, lo serán todo (y nada). La obviedad pulula como un alma errante por la cinta. La pareja es previsible salvo en los fuera de campo, donde el absurdo más necio coge las riendas ¿Dónde se meten cuando cogen las de Villadiego? Descúbralo por su cuenta. Mística de mercadillo. El director americano se lava las manos.

    All is Bright

    Decir que no existe una intencionalidad definida sería negar la mayor. Exagero, pero no demasiado. Hay ciertas críticas que irán sucumbiendo al artificio sensiblero. Ahí queda ese retrato de la Navidad como bastión del capitalismo salvaje. La evolución del negocio de venta estacional de árboles, da rudimentaria cuenta de elementos económicos tales como la situación de mercado, la situación del producto, situación competitiva y las consabidas estrategias de marketing tales como el posicionamiento, la línea del producto, la distribución, el precio, servicios o publicidad. La visión que se ofrece de todo ello es amarga. Más, a los suburbiales pies del mejor de los escenarios para las historias navideñas: Nueva York. Así funciona la maquinaria con la que se hacen los “sueños” materiales, o eso parece querer decirnos Phil Morrison. Aunque después se desdiga. El Tío Sam se viste de rojo, para unos reserva el gran pastel, para otros las migajas. Parece haber, asimismo, una sátira poco sutil al sistema penitenciario canadiense por su nula capacidad de reinserción. Pero se pasa de rosca, lleva a engaño, y uno termina por achacar la culpa al ex convicto y su obsesión cleptómana. Con los últimos coletazos de vida, el guion se revuelve, hurga en la fibra sensible. Se aparca el humor infantil, basado en encontronazos absurdos y pantomimas de patio de colegio. Se busca un huracán resolutivo que conmueva al más impertérrito de los espectadores. Desfallece en el intento. En resumidas cuentas, una ridiculez extrañamente pretenciosa sobre el (contra)espíritu de las fiestas por excelencia. Sin pulso narrativo, sin actores resolutivos, visualmente corriente. Carbón. ★★★

    Andrés Tallón Castro
    redacción Madrid

    Estados Unidos, 2013, All is Bright. Director: Phil Morrison. Guion: Melissa James Gibson. Productora: GreeneStreet Films / Sidney Kimmel Entertainment / Touchy Feely Films. Música: Graham Reynolds. Fotografía: W. Mott Hupfel III. Reparto: Paul Rudd, Paul Giamatti, Sally Hawkins.

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