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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Le Week-End

    Le Week-End, de Roger Michell

    Encontrando la ilusión donde ya no parece haberla

    crítica de Le Week-End | de Roger Michell, 2013

    En los últimos años van creciendo las producciones sentimentales y amables, cercanas a la comedia, protagonizadas por personajes de la tercera edad. La maniobra es económicamente estratégica, pues se busca satisfacer a un público potencial perteneciente a una generación que en nuestra sociedad va camino de ser la dominante. Enfrentados al ocaso de la vida pero con un renta o pensión de la que gozar, los más lúcidos a menudo no pretenden más que pasar un buen rato viendo cómo hombres y mujeres con los que se sienten identificados superan dificultades por naturaleza insuperables, al ritmo de un paso avejentado y al son de chistes verdes. Si de verdad quieres... (David Frankel, 2012), El cuarteto (Dustin Hoffman, 2012) o El exótico Hotel Marigold (John Madden, 2011) son elegantes ejemplos anglosajones estrenados recientemente que obedecen a tales pautas, y el último sería Le Week-End (2013), dirigida por un experto en el asunto como es Roger Michell, responsable entre otras de Venus (2006). Aquí vuelve a unir fuerzas con el guionista de aquella, Hanif Kureishi, para retratar una relación matrimonial en crisis por el mero paso de los años pero que todavía se puede mantener a flote. De hecho, esta simple premisa, unida al corto espacio temporal y a la localización única en que se desarrolla, recuerda más a otra película actual protagonizada en cambio por una (aún) joven pareja: Antes del anochecer (Richard Linklater, 2013).

    En efecto, Kureichi escribe y Michell dirige la historia de un hombre y una mujer casados hace treinta años cuya luna de miel decidieron celebrar en París. Ahora, con motivo de ese trigésimo aniversario, vuelven a la capital francesa para pasar el fin de semana y recordar tiempos mejores, aquellos en los que al fin y al cabo no se conocían tan bien como ahora. Pero las cosas enseguida se tuercen cuando llegan al hotel que el marido ha reservado, el mismo de hace tres décadas en el que seguramente se revolcaron entre sábanas y tomaron champaña en el balcón, ahora reducido a un funcional establecimiento con rugosas paredes color beige. Qué demonios, piensa la mujer y se convence el hombre, han venido aquí a lo que han venido, y por ello huyen de ese supuesto antro y se hospedan cueste lo que cueste en una lujosa suite con vistas a la torre Eiffel. Ambos son profesores y su cuenta bancaria no es un pozo sin fondo, pero ahí nos queda esa duda pendiente de resolver (un plant que tendrá su correspondiente y muy necesario payoff más adelante) mientras ambos salen a la calle e intentan disfrutar del encanto parisino. La intención rejuvenecedora queda incluso fortalecida con el encuentro inesperado de un antiguo compañero universitario del marido, que les invita a una fiesta en su piso la noche siguiente. En torno a su mesa preparada para la cena, decorado paradigmático en el cine para este tipo de situaciones, los protagonistas confesarán sus sentimientos ocultos y resolverán sus conflictos.

    Le Week-End, de Roger Michell

    El anterior momento compone por tanto un clímax algo formulaico, y en verdad algo más de fórmula hay en un metraje del que, como hemos dicho, son máximos responsables dos profesionales del cine acostumbrados a moverse en este territorio. Quizás consciente de ello o quizás para imprimir ese sello confusamente nostálgico que inicialmente buscan los personajes, Michell quiere mostrarse algo más trasgresor en el apartado técnico, y durante un buen trecho dirige la película con un estilo que recuerda, para mal en este caso, al de Tom Hooper. Encuadres angulados y objetivos angulares, mucho aire en el lado opuesto al de la mirada y cambios bruscos de tamaño: una planificación, en definitiva, ciertamente llamativa pero mareante y contraproducente en una narración intimista y agridulce en la que el protagonismo debería recaer en los actores y el guion. Esto es particularmente justo y necesario cuando se cuenta con la presencia de un Jim Broadbent que se encuentra como pez en el agua, creando una caracterización entre deprimida y campante, acompañado de la televisiva Lindsay Duncan a cargo de un personaje más violento y antipático. La química entre ambos es en cualquier caso maravillosa, y sin ella probablemente no funcionaría ese constante intercambio de comentarios y réplicas alternativamente amorosas e insultantes. Lo más asombroso sin embargo es que tales diálogos, como quién no quiere la cosa y como también ocurría en Antes del anochecer, nos van aportando datos reveladores sobre el pasado, presente y futuro de este matrimonio, sucediéndose además con una rara mezcla de madurez y frescura.

    Le Week-End, de Roger Michell

    Entre una y otra se mueve por tanto esta película, a ratos sabia y a ratos alocada pero siempre enérgica y vitalista, incluso cuando Michell se da cuenta de que tales atributos no deben imponerse a la fuerza desde la posición de cámara. Progresivamente recurre entonces a una planificación más sosegada, dejando respirar a sus magníficos actores (incluido un acaparador e ingenioso Jeff Goldblum) mientras entonan esas frases ácidas y engañosamente espontáneas. De hecho, no se recupera la ilusión de algo nuevo hasta que no se acepta la realidad de lo viejo, y por ello también resulta más oportuno mostrarse vanguardista desde lo tradicional: lo primero es el contenido y lo segundo el contenedor, y no al revés como ocurre en esa parte ya criticada del filme. Dicho de otra manera, el mismo va de menos a más, desarrollándose de una manera certera cuando abandona la irregular excitación inicial y concluye con un tratamiento opuesto: el de una referencia directa a la Nouvelle vague que explicita la conexión con ese cine pasado y juvenil que en el fondo recorre todo el metraje. ★★★★

    Ignacio Navarro.
    enviado especial a San Sebastián | 61ª edición del Festival de San Sebastián | crítico cinematográfico.

    Reino Unido, 2013, Le Week-End. Director: Roger Michell. Guion: Hanif Kureishi. Productora: Film4 / Free Range Films. Fotografía: Nathalie Durand. Musica: Jeremy Sams. Montaje: Kristina Hetherington. Intérpretes : Jim Broadbent, Lindsay Duncan, Jeff Goldblum, Olly Alexander, Brice Beaugier. Presentación: Festival de Toronto 2013.

    Le Week-End, de Roger Michell, poster
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