HUELLAS SOBRE PIEDRA
crítica de En la niebla | V tumane, Sergei Loznitsa, 2012Sergei Loznitsa pasó por el Festival de Cannes de 2012 llamando la atención poderosamente con su obra a concurso, En la niebla. La jugada fue un éxito, y el director salió de la Croissette con reconocimiento incluido: el Premio de la Crítica (FIPRESCI). No en vano, Loznitsa no es nuevo en esto. Lleva ya más de 10 años cultivando muy prolíficamente el género documental, más en concreto desde el año 1996, cuando debutó con el mediometraje Today we're going to build a house, sobre el poder del trabajo en común a través de la mirada a un grupo de obreros que construye una casa, pasando por el que ha sido su penúltimo trabajo hasta la fecha, My Joy, su primer largo de ficción y con el que empezó a llamar la atención en Cannes, hasta llegar a la cinta que hoy nos concierne: el relato de dos soldados, compañeros de guerrilla, y su periplo a lo largo del bosque con un tercer miembro que creen traidor. Éste será el personaje clave. Sushenya. Aquel en torno al cual giren los discursos que el filme quiere ofrecer. Así pues, podríamos empezar directamente por la pregunta más obvia. ¿Qué convierte a En la niebla en un filme diferente, capaz de mirar de frente a frente a algunas de las mayores joyas que el cine ha dado a lo largo de su historia en materia belicista?
El cine ruso en particular ya venía dando joyas desde el pasado, desde la década de los 50. Películas ambientadas en la segunda Gran Guerra, con representantes ilustres como La balada del soldado de Grigoriy Chukray o la ganadora de la Palma de Oro del 59, Cuando pasan las Cigüeñas de Mikhail Kalatozov, historia de carácter romántico e intimista, erigida en joya de culto del cine de guerra realizado en Europa. En la niebla, aunque consta como coproducción, podría incrustarse cómodamente en esa familia. La obra de Loznitsa viene a hablar de la guerra, a través de la mente. De cómo afectan a la psique humana, de cómo la pervierten, de cómo la degradan, de cómo la destruyen. Nos cuenta la historia de tres bielorrusos rebeldes, uno de ellos acusado de traición, que se ven inmiscuidos por las circunstancias, a cruzar un bosque sumido en la niebla. La excusa que utiliza el cineasta para hacer convivir a este grupo ya estaba presente en la novela de Vasiliy Bykov, de la que el filme se erige como adaptación modélica. Resulta impensable que una obra con un factor visual tan poderoso, tan intenso, y eficaz, haya salido de una narración literaria. En la niebla es una de esas películas hechas de silencios, de miradas, actos y planos secuencia. La apertura sirve de introducción perfecta al ambiente realista, sobrio, podrido y seco que rodeará el camino de Sushenya, Burov y Voitik. El plano de un paisaje nuboso, un verde triste, el ocre de la tierra inundándolo todo. De repente una fila de personajes cabizbajos, sucios, manchados de sangre. Seguimos a uno de ellos, pegado a su espalda. La cámara se desliza lentamente hacía la inexpresiva muchedumbre. Todos, excepto la madre de uno de ellos, parecen ajenos al dolor que les rodea. En un fuera de campo ejemplar, un grito en ruso, y el ruído de una trampilla y las cuerdas balanceándose. Ya estamos dentro.
Loznitsa te agarra por la garganta y ya no te suelta. Comienza centrando su atención en Burov y Voitik, pero cuando Sushenya aparece, las tornas cambian. Las circunstancias lo hacen con ellos, y el foco se abre. La obra tiene clara su estructura. Un trayecto a través de un bosque, y a lo largo del mismo, distanciados de forma casi milimétrica, tres flashbacks que rememoran la situación de cada uno de los personajes poco antes de encontrarse unos con otros. Ahí radica parte de la clave. Descubrimos que el enemigo alemán no es el único mal existente. La guerra no crea bandos justificables, sólo gente que piensa en sí misma. El propio Sunshenya se da cuenta de eso casi al término de su viaje. Algunos luchan por sus ideales, y mueren jóvenes; otros dudan, prefieren mantenerse en espacio neutro; y los últimos sacrifican a otros para salvarse a sí mismos. Pero nadie está exento de culpa. La guerra destruye al ser humano. Es una verdad sencilla, pero lapidaria. El horror que el Coronel Kurtz susurraba guturalmente era eso. Y lo que tanto Loznitsa como Sushenya o sus camaradas vienen a dejar claro es que la guerra cambia a las personas. Aunque la vida en sí no lo haga, en el momento en el que alguien se vea obligado a sobrevivir, el corazón de cada uno dictará si es capaz de sacrificarse a sí mismo por otros, si es fiel a sus principios hasta el final o si prefiere salvaguardar su integridad a costa de inocentes. Sushenya no entiende qué es lo que provoca este cambio en la gente. Es incapaz de comprender porqué los que antes le apreciaban, ahora desconfían abiertamente. Él no ha cambiado, sigue siendo el mismo. Los demás, aparentemente también.
Lo verbaliza en la conversación más importante de toda la película. La que tiene lugar entre él y Voitik poco antes de cruzar la carretera que comunica con uno de los pueblos donde están asentados los alemanes. Es el clímax moral de la obra, donde se concentra su pensamiento, su posición y su mensaje. Lo comunica utilizando la sobriedad como esencia. Visualmente En la niebla es una película que trae notables reminiscencias a algunos de los paisajes filmados por Tarkovsky en su filmografía. El drama bélico que nos cuenta el director está más cercano al intimismo de una cinta como La tumba de las luciernagas, la obra maestra de animación de Isao Takahata, que narraba la historia de un niño a cargo de su hermana pequeña en medio de los horrores de la Guerra en Japón, que al cine espectáculo de bombas y gritos más afín a la sensibilidad estadounidense con filmes como Salvar al soldado Ryan, Apocalypse Now, e incluso la canónica Lista de Schindler. Salvando las distancias, Loznitsa tiene una concepción del drama diametralmente opuesta a la expuesta en las cintas nombradas. Más apocado y sutil que operístico y teatral. No necesita de música para subrayar ningún sentimiento, y de hecho, el tratamiento sonoro se limita casi en exclusiva a los actos más dramáticos, normalmente en fuera de campo o vistos solo parcialmente. Desde el primer ahorcamiento, hasta la muerte de uno de los personajes que tiene lugar en mitad de una elipsis que nos cuenta la historia de otro de ellos.
Ese es otro de los elementos que más polémica provocan en el desarrollo del filme. El trayecto de los partisanos a través del bosque está contado parcialmente. La historia de cada uno de ellos se alterna de forma equidistante a lo largo del metraje. A ello se suman las omisiones que el espectador intuye, los minutos que no aportan nada. No es tanto que el desarrollo pueda pecar de cierta morosidad narrativa, como de que el director haya querido dotar de cierto ritmo a ese andar incansable de Burov, Sushenya y Voitik. Su cámara tiembla con ellos, nunca es totalmente fija. Se acerca a sus personajes cuando ellos lo piden, pero les da espacio gran parte de las veces. La composición de planos girará casi siempre en torno a tres personajes presentes en la secuencia. La puesta en escena es inteligente. Sin recargar las tintas formales. Sin multiplicar los planos más de lo necesario. Ello hará que tal vez más de uno acuse a la cinta de lentitud y de vacuidad, pero nada más lejos. La ausencia de palabras intensifica las tensiones, y al final son los actos de esas personas los que hablan por ellos mismos. Las palabras de Sushenya junto a Voitik no tienen el glamour ni la ferocidad de las que Brando pronunció en penumbra, pero tampoco lo necesitan. La verdad que esconden es triste y feroz. Brutal en último término. La guerra cambia a la gente. La desconfianza descuartiza los últimos vestigios de inocencia, y lo último que queda es sólo sangre. Y el vacío de la muerte... flotando en la niebla. ★★★★★
Gonzalo Hernández
redacción Madrid.
Bielorusia, Alemania, Rusia, Letonia, Holanda, 2013, V tumane, Im Nebel, Dans La Brume. Director: Sergei Loznitsa. Guion: Sergei Loznitsa (Novela: Vasiliy Vladimirovich Bykov). Presentación oficial: Cannes 2012 (FIPRESCI). Productora: Belarusfilm, GP Cinema Company, Lemming Film. Fotografía: Oleg Mutu. Intérpretes: Vladimir Svirski, Vlad Abashin, Sergeï Kolesov, Vlad Ivanov, Julia Peresild, Nikita Peretomovs, Nadezhda Markina.