ETERNOS CONFLICTOS FAMILIARES
crítica de 15 años y un día | Gracia Querejeta, 2013Una historia sobre conflictos familiares. Una madre viuda y desbordada por un adolescente rebelde decide enviarlo con su abuelo para que le inculque disciplina. La abuela le odia. La viuda porta un secreto. El abuelo es amigo de una policía. El chaval se mezcla con los jóvenes problemáticos del lugar. La colisión está servida. Tras la notable Siete mesas de billas francés (2007), Gracia Querejeta vuelve a la pantalla grande con 15 años y un día, un esfuerzo loable por ofrecer una mirada del mundo adolescente desde sus mismas entrañas. Lástima que no triunfe en algunas de las metas que se propone. Lástima, porque la filmografía de la directora indica que puede hacerlo mejor, que su escritura no es tan mecánica -el personajes de Toni es descaradamente un recurso, prueba de ello es que no sepamos su destino al final- ni su uso de la casualidad tan brusco. Y es que llegados a un punto, la mayor parte de los personajes tienen lances con sus padres o hijos o ambos a la vez, un cúmulo de coincidencias inverosímiles porque revelan su condición de ejemplo, no como un hecho que podría darse de manera natural. Querejeta decide ofrecer un dietario de problemas para la identificación del espectador, una muestra de como los adultos son imperfectos, algo que resulta abrumador, cansino, innecesario. El lenguaje es el apropiado -la cineasta pasó el guión a su hijo y sus amigos para asegurarse de ello-, pero no tanto el cómo está interpretado. El debutante Aron Piper transmite con coherencia y corrección los problemas y la apatía de Jon, sin embargo, el resto de jóvenes no pasan de recitar sus frases la mayor parte del tiempo. Incluso uno pierde el acento latinoamericano por momentos. Un fallo inexcusable que define a las claras la irregularidad, por llamarlo de alguna manera, de un trabajo que no otorga lo que promete.
El arranque de la cinta, mientras se prepara el detonante que hará que Jon sea enviado a vivir con su abuelo, quiere ser tan natural que resulta del todo forzado. Hasta la interpretación de Maribel Verdú resulta fallida en esas escenas del casting, las charlas alrededor de la mesa y enfrentamientos con el vecino. Eso sí, Querejeta acierta en la ambigüedad de no explicitar las razones del comportamiento de Jon, ni en ese arranque ni a lo largo de la cinta. Su personalidad se filtra con gestos y actitudes, o con la descripción que hace de él su madre en la conversación con la policía. Tras co-escribir sus tres primeros trabajos con su padre, el recientemente fallecido Elías Querejeta y una figura clave en la historia del cine español, y los dos siguientes con David Planell, Gracia Querejeta une ahora sus esfuerzos con Antonio Mercero, y el resultado deja un poco que desear. La película está bien dialogada, con réplicas y sentencias muy bien construidas y un par de frases para el recuerdo, pero eso no hace un buen guión. Y dicho libreto de la película falla porque la acción y los personajes se antojan previsibles la mayor parte del metraje. Uno puede ver sin problemas como los puntos de giro se establecen, como las características de los personajes son remarcadas -el abuelo no sale de las rutinas, lo que se nos subraya de varias formas- y como las pistas se siembran pronto para después germinarlas. El mayor conflicto en este sentido está en el personaje de la joven peluquera, escrito hasta con cierta poesía pero interpretado con monotonía. Y esto a su vez contrasta con el personaje del joven colombiano, al que la directora da la oportunidad de tener profundidad en el momento en el que explica su hernia, escapando del tópico del sudamericano conflictivo porque sí.
El arranque de la cinta, mientras se prepara el detonante que hará que Jon sea enviado a vivir con su abuelo, quiere ser tan natural que resulta del todo forzado. Hasta la interpretación de Maribel Verdú resulta fallida en esas escenas del casting, las charlas alrededor de la mesa y enfrentamientos con el vecino. Eso sí, Querejeta acierta en la ambigüedad de no explicitar las razones del comportamiento de Jon, ni en ese arranque ni a lo largo de la cinta. Su personalidad se filtra con gestos y actitudes, o con la descripción que hace de él su madre en la conversación con la policía. Tras co-escribir sus tres primeros trabajos con su padre, el recientemente fallecido Elías Querejeta y una figura clave en la historia del cine español, y los dos siguientes con David Planell, Gracia Querejeta une ahora sus esfuerzos con Antonio Mercero, y el resultado deja un poco que desear. La película está bien dialogada, con réplicas y sentencias muy bien construidas y un par de frases para el recuerdo, pero eso no hace un buen guión. Y dicho libreto de la película falla porque la acción y los personajes se antojan previsibles la mayor parte del metraje. Uno puede ver sin problemas como los puntos de giro se establecen, como las características de los personajes son remarcadas -el abuelo no sale de las rutinas, lo que se nos subraya de varias formas- y como las pistas se siembran pronto para después germinarlas. El mayor conflicto en este sentido está en el personaje de la joven peluquera, escrito hasta con cierta poesía pero interpretado con monotonía. Y esto a su vez contrasta con el personaje del joven colombiano, al que la directora da la oportunidad de tener profundidad en el momento en el que explica su hernia, escapando del tópico del sudamericano conflictivo porque sí.
Vemos que todo flota en la superficie: una historia de secretos y medias verdades, de sentimientos de los que no se habla y de relaciones familiares plausibles. Pero ahí se queda casi siempre, en la superficie, porque Gracia Querejeta no consigue imprimir emoción -pienso especialmente en la volcánica confrontación entre los abuelos, de intenciones crudas pero inerte resultado- a un conflicto que ha examinado en más de una ocasión y que ahora no sabe encontrar su tono, debatiéndose entre la tragedia realista y la comedia que sale del contraste entre las personalidades y las edades, entre el ritmo del relato y el estancamiento de sus personajes. Lo inesperado se apodera de la película cuando la trama criminal comienza, un bienvenido giro que la mejora un poco porque convoca a todos los personajes y da lugar a la mejor escena. El único momento donde la película levanta cabeza plenamente es un monólogo rodado en plano-secuencia donde Maribel Verdú deslumbra como ella sabe. Un largo texto de gran importancia donde la simbiosis actriz/directora brilla en cuanto que la cámara se queda en primer plano con Verdú, al servicio de su talento. La trama con misterio ayuda a sostener el interés durante un rato, pero una vez las posibilidades se concretan, el resto es rutinario. La conversión del abuelo en investigador le pone en un aprieto moral y le enfrenta al mundo. Y cuando todo está resuelto, al menos para el espectador, Querejeta no respeta nuestra inteligencia y mete un flashback completamente explícito para que no queden dudas. Volvemos al conflicto de la cinta: ambigua en algunos pasajes y todo bien explicado en otros. Una esquizofrenia que daña el resultado final. ★★★★★
Adrián González Viña.
crítico de cine.
España, 2013, Director: Gracia Querejeta. Guión: Gracia Querejeta & Antonio Mercero. Música: Pablo Salinas. Fotografía: Juan Carlos Gómez. Reparto: Aron Piper, Tito Valverde, Maribel Verdú, Pau Poch, Sfía Mohamed, Belén López, Boris Cucalón, Susi Sánche. Productora: Castafiore Films / Tornasol Films. Presentación: Festival de Málaga 2013 (Biznaga de Oro a la mejor película).