Crítica de Celeste and Jesse Forever | Lee Toland Krieger, 2012
Hubo un tiempo, no muy lejano, en que las comedias románticas eran territorio restringido para que actrices carismáticas y monas (de belleza cercana, del tipo vecinita de al lado) protagonizaran los romances más previsibles y rosas, emparejadas con los galanes más atractivos del momento. Mujeres como Sandra Bullock o Meg Ryan forjaron sus carreras en este género, explotando sus dotes cómicas hasta la saciedad. Gracias a Dios, la fórmula de estos productos, donde se adivina desde el minuto uno que el amor acabará triunfando sobre cualquier adversidad, acabó cansando a un público necesitado de historias con mayor enjundia. Celeste and Jesse Forever no es la típica comedia romántica al uso. Se trata de una de las sorpresas más agradables del reciente cine indie americano, candidata al premio a mejor primer guión en los Independent Spirit de 2012 (obra de la propia protagonista, Rashida Jones, en colaboración con Will McCormack) y toda una alternativa inteligente y amarga a esas películas dulzonas que hoy tienen a Katherine Heigl como máximo exponente.
Sin duda, el director Lee Toland Krieger -en su segundo filme tras The Vicious Kind (2009)- arriesga con una historia que comienza con unos excelentes títulos de crédito donde se resume la historia de amor entre Celeste y Jesse, desde que se conocen hasta que deciden separarse. Una táctica que puede recordar al magistral inicio de Up (2009), salvando las distancias. Una comedia romántica que comienza precisamente cuando la relación de pareja entre la pareja protagonista se ha roto, ya merece todos mis respetos por su valentía y capacidad innovadora. Por una vez, el romance ha fracasado y es a partir de ahí cuando surgen nuevos conflictos y sentimientos contradictorios. Celeste y Jesse forman un matrimonio de treintañeros que se encuentra en pleno proceso de divorcio. Sus amigos comunes no pueden entender el buen rollo existente entre ambos, ya que pasan juntos más tiempo que antes de separarse, desprenden complicidad y parecen incapaces de romper los lazos afectivos que les une, para tomar distintos caminos en la vida. De hecho, Jesse se ha instalado en la casa de invitados contigua al hogar conyugal donde sigue Celeste. Como es normal, esta relación civilizada y atípica se verá puesta a prueba cuando él anuncie que va a ser padre de un bebé, fruto de un fugaz encuentro con otra chica, poco tiempo después de su ruptura matrimonial. Los frustrados intentos de conocer a otros hombres, unidos a la envidia por ver como su ex-marido comienza una relación con otra mujer, despiertan en la muchacha los celos y la nostalgia por aquello que tenían.
El filme está rodado con la sobriedad típica del mejor cine independiente, sin grandes virtuosismos visuales que distraigan al espectador de un magnífico guión (rico en pequeños detalles y creíbles diálogos) y unas sensacionales interpretaciones de la pareja protagonista. Rashida Jones, mujer polifacética donde las haya (actriz, cantante, escritora), desprende el encanto de la Meg Ryan de principio de los 90, con la única diferencia de que Jones encuentra en Celeste a un personaje complejo, lleno de matices y comportamientos perfectamente entendibles por cualquier persona que haya estado enamorada alguna vez. Por su parte, Andy Samberg, al que este mismo año hemos visto también como hijo de Adam Sandler en la horrible Desmadre de padre, demuestra estar capacitado para empresas mejores. Su personaje de Jesse está más desdibujado que el de su compañera femenina, pero igualmente se aleja del repetitivo esquema de hombre perfecto de este tipo de obras. Mientras que el personaje femenino es, en principio, el más fuerte y agresivo, triunfador en lo profesional; el del hombre es más inmaduro, un niño grande sin trabajo y sin demasiadas ganas de tenerlo. Ambos intérpretes logran una química extraordinaria en pantalla, bien apoyados por un correcto elenco de secundarios, entre los que destacan estrellas como Elijah Wood (como amigo y confidente gay de Celeste) y Emma Roberts (en el rol de una caprichosa cantante ídolo de adolescentes, cuya subtrama aporta bien poco a la historia, a pesar de todo), dispuestos de vez en cuando a intervenir en pequeñas películas como esta, que les aporta el prestigio que las superproducciones no les da. Las líneas de diálogo más mordaces y divertidas recaen en el personaje de la mejor amiga de Celeste, interpretada por la cada día más pujante Ari Graynor. Ella viene a ser la voz de la conciencia, ese Pepito Grillo que te dice las verdades aunque no las quieras oír.
Ciertamente, Celeste and Jesse Forever bien podría pasar por un capítulo alargado de Cómo conocí a vuestra madre, con esa mirada irónica sobre las relaciones entre personas de más de 30 años. El humor está tan bien dosificado en la historia que a veces el público dudará si está ante una comedia o un drama. Cuando parece que la película se está volviendo convencional o facilona, reincidiendo demasiado en las escenas de citas fracasadas de la protagonista con sus distintos (y variopintos) pretendientes o en los inevitables momentos de transición musicales, la amargura se apodera de la pantalla en su media hora final. Es aquí, coincidiendo con el momento en que Celeste toma conciencia de que ha perdido para siempre al hombre más importante de su vida, cuando el filme se crece, logrando unas cotas de sinceridad y realismo inusuales en el género. Definitivamente, el último tramo de la cinta se siente más cercano a otra película reciente sobre el desamor como Like Crazy (2011), dejando un poso de amargura en el espectador, que se verá sorprendido por emociones difíciles de experimentar en un producto de este tipo. Y es que la vida no siempre es un cuento de hadas. A veces, el príncipe azul se va con otra y la princesa debe encontrar su lugar en el mundo en solitario. ★★★★★
José Antonio Martín.
crítico de cine.
Estados Unidos. 2012. Título original: Celeste & Jesse Forever. Director: Lee Toland Krieger. Guión: Rashida Jones, Will McCormack. Productora: Team Todd/Envision Media Arts. Presupuesto: 840.000 dólares. Recaudación: 3.094.813 dólares. Localizaciones: California. Fotografía: David Lanzenberg. Música: Zach Cowie, Sunny Levine. Montaje: Yana Gorskaya. Intérpretes: Rashida Jones, Andy Samberg, Ari Graynor, Eric Christian Olsen, Elijah Wood, Emma Roberts.