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    Cine Alemán Siglo XXI

    ANA KARENINA (JOE WRIGHT, 2012)

    Anna Karenina, Joe Wright
    ESCÁNDALO EN LA ARISTOCRACIA RUSA
    Crítica de Ana Karenina | Anna Karenina, Joe Wright, 2012

         Analizando el historial de Joe Wright como director, su elección para llevar al cine por enésima vez el clásico de la literatura romántica (y una de las cumbres del realismo) de León Tolstói, parecía la más idónea. Consiguió adaptar con gran éxito a Jane Austen en Orgullo y prejuicio (2005), donde hizo gala de un singular equilibrio entre el perfecto academismo del cine de época británico y un tono jovial y ameno, mucho más accesible que el habitual clasicismo de las obras de James Ivory. Le otorgó a la deliciosa Keira Knightley una oportunidad de oro para desembarazarse del encasillamiento como chica de acción en la saga de Piratas del Caribe, algo que la joven supo aprovechar, logrando nominaciones a los Oscar y los Globos de Oro. Fue tan afortunada esta unión, que director y actriz volverían a repetir en otro exquisito melodrama romántico, ambientado durante la Segunda Guerra Mundial. Expiación (2007) acapararía 7 nominaciones a los Oscar (incluyendo mejor película) y se convertiría en un clásico instantáneo del género. De nuevo, Wright demostró muy buena mano para facturar una obra elegante y maravillosamente ambientada. Y se permitió regalarnos un memorable plano secuencia de casi 6 minutos con la caótica evacuación de las tropas inglesas de la playa francesa de Dunkerque. El cineasta mostraba, de este modo, cierta inquietud por experimentar con el montaje, saliéndose de los encorsetados parámetros de este tipo de cine. Tras la irregular El solista (2009), sorprende a propios y extraños poniéndose al frente de una película de acción, Hanna (2011), en la que Saoirse Ronan (la niña protagonista de Expiación) dio vida a una adolescente entrenada por su padre, ex-agente de la CIA, en todo tipo de técnicas para ser un perfecto soldado. No se trató de un filme convencional, no solo en lo argumental, sino por la estética que Wright decidió imprimirle, cercana en algunos momentos a la de un videoclip (algo que se vio acentuado por la banda sonora de The Chemical Brothers). Este experimento fue recibido con división de opiniones por crítica y público, por lo que la noticia de que el realizador se iba a hacer cargo de Ana Karenina (Reino Unido, 2012) parecía indicar que volvería a un estilo sobrio que le había dado mejores resultados en sus primeros éxitos. No ha sido exactamente así.

    La célebre novela que adapta esta película fue publicada por primera vez allá por 1877, después de haber empezado a aparecer en la revista El mensajero ruso en forma de folletín. La historia narra el amor imposible y destructivo entre Ana Karenina, una dama de la alta sociedad rusa, casada con un alto funcionario del gobierno, y el joven y apuesto oficial Vronski. Si por algo se caracterizó esta monumental obra fue por la complejidad a la hora de dibujar una exótica fauna de interesantes personajes secundarios, con sus propias tramas al margen la principal. Sin dejar de ser un folletín romántico, Ana Karenina realizó una crítica certera a la hipócrita aristocracia rusa de la época, tocando temas tan polémicos en su momento como el adulterio o la doble moral. El personaje de Ana es el de una mujer que no duda en renunciar a un matrimonio que le asegura una posición de honor dentro de la alta sociedad rusa, a un hijo de corta edad que le será negado ver y a una reputación que quedará en entredicho para siempre, por dejarse arrastrar por la pasión que le despierta este muchacho. Un amor que le traerá más dolor que satisfacciones, de marcado carácter fatalista. Vronski, por su parte, se verá presionado por su madre y el entorno a decidir entre la marginalidad que le confiere su posición como amante de una mujer casada o contraer matrimonio con alguna joven casadera que le permita escalar puestos en la alta sociedad. El tercer vértice de este apasionado triángulo amoroso lo completa el marido de Ana, Alekséi Karenin, que verá puesto su nombre en boca de todos por el engaño público de su esposa y que intentará por todos los medios retenerla a su lado.

    Anna Karenina, Joe Wright | Aaron Johnson y Keira Knightley


        Tras cinco versiones cinematográficas donde féminas como Greta Garbo, Vivien Leigh o Sophie Marceau dieron vida a esta heroína romántica, con resultados desiguales, esta nueva película de 2012, poco o nada novedoso tendría que aportar. Es ahí donde la arriesgada apuesta del director y su guionista Tom Stoppard, ganador del Oscar por Shakespeare in love (1998) se convierte en un arma de doble filo. Renunciar a una narración convencional para darle un explícito carácter teatral, donde los escenarios y decorados en constante metamorfosis, logran la sensación en el público de estar asistiendo a una función de teatro -con bambalinas y platea incluidas-, no parecía, a priori, una elección coherente. Esta representación puede resultar chocante en los primeros minutos de película, con esos extras sobreactuados y con movimientos coreografiados, como si estuviesen en un musical tipo Moulin Rouge (2001). En cambio, el juego que propone el director alcanza momentos absolutamente geniales (rozando el delirio) como la escena de la carrera de caballos que desemboca en el grito de horror de Anna ante la caída de Vronski, que delata públicamente sus sentimientos ante Alekséi y el escandalizado público asistente. Wright demuestra una gran valentía rodando la carrera hípica entre las bambalinas de un escenario teatral, saliendo en esta ocasión totalmente airoso, al igual que en otro de los momentos memorables de la cinta: el baile en la fiesta entre Ana y Vronski. Que las parejas que danzan alrededor de los protagonistas queden inmovilizadas a su paso, supone otro acto de rebeldía a lo acostumbrado en este tipo de obras, logrando un efecto mágico e irreal, que en otras manos podría haber sacado al espectador de la historia. Hay que ser un genio para tomarse este tipo de libertades estéticas, como lo fue Lars von Trier en su magnífica Dogville (2003), haciendo que sus actores trabajaran en medio de una escenografía totalmente minimalista.

    Anna Karenina, Joe Wright | Aaron Johnson y Alicia Vikander


             Junto a la muy creativa y original dirección artística, el espectacular vestuario de Jacqueline Durran y la elegante fotografía de Seamus McGarvey, es primordial la importancia de la poderosa partitura de Dario Marianelli a la hora de acompañar a esta lujosa representación dramática que, como ya dije antes, adquiere ademanes de musical en más de un pasaje. En el apartado interpretativo, nada que objetar sobre Keira Knightley, siempre cómoda en este tipo de mujeres decimonónicas fuertes y adelantadas a su tiempo. La actriz ofrece un trabajo excelente que eclipsa a su compañero de reparto, un simplemente correcto Aaron Johnson que no termina de transmitir la amplia gama de matices que requiere su personaje de conde Vronski. En la poca química entre ambos, reside el mayor lastre de la película, evidenciado en las artificiosas escenas de amor. Joe Wright ya había filmado uno de los mejores coitos cinematográficos de los últimos años con aquel apasionado momento en la biblioteca entre James McAvoy y la misma Knightley en Expiación, por lo que decepciona más la torpeza demostrada en Ana Karenina. Jude Law, muy bien caracterizado para el personaje de marido despechado, se adueña de cada escena en la que aparece, demostrando ser uno de los mejores -y más desaprovechados- actores de la actualidad. Un buen puñado de magníficos intérpretes secundarios (Kelly Macdonald, Olivia Williams, Emily Watson, Matthew Macfadyen) logran impecables creaciones de unos personajes secundarios en los que Tolstói profundizó mucho en su novela, pero que en el filme perdieron bastante entidad, convirtiéndose en meras comparsas que giran alrededor del trío protagonista. En este sentido, la cinta es una adaptación fiel pero algo simplista, donde el romance acapara toda la importancia, por encima de cualquier subtrama o un mayor hincapié en las buenas dosis de crítica social existentes en el libro. La hipocresía de una sociedad machista que no mide por el mismo rasero a hombres y mujeres en un caso de adulterio, está bien representada en la película, a pesar de todo. Mientras Ana es expulsada de su círculo social que la cataloga de prostituta por vivir en libertad su amor prohibido, la cuñada de ésta no tiene otro remedio que aguantar las constantes infidelidades de su marido.

    En definitiva, sin ser la mejor de las adaptaciones que ha conocido la obra de Tolstói, ni siquiera la más arrebatadamente romántica, sí estamos ante una notable propuesta, más valorable por su intento de innovar un género que parecía condenado a la rigidez y frialdad de las producciones históricas de la BBC. Una inmortal historia, una audaz (y discutible) dirección y unos espléndidos intérpretes son su carta de presentación. Solo del espectador dependerá aceptar las normas impuestas por sus creadores para entrar en el filme y dejarse atrapar. Merece la pena hacer el esfuerzo, aunque sea más por un puñado de brillantes momentos aislados que por su irregular conjunto final. ★★★★★

    José Antonio Martín.
    crítico de cine.

    Reino Unido. 2012. Título original: Anna Karenina. Director: Joe Wright. Guión: Tom Stoppard (novela: León Tolstói), Productora: Working Title Productions. Presupuesto: 31.000.000 dólares. Localizaciones: Estudios Shepperton (Inglaterra). Fotografía: Seamus McGarvey. Música: Dario Marianelli. Montaje: Melanie Oliver. Intérpretes: Keira Knightley, Aaron Johnson, Jude Law, Domhnall Gleeson, Kelly Macdonald, Olivia Williams, Ruth Wilson, Matthew Macfadyen, Emily Watson.

    Anna Karenina poster

    Anna Karenina, Joe Wright

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