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    Cine Alemán Siglo XXI

    PIETÁ | KIM KI-DUK, 2012

    Pietá, de Kim Ki-duk

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    ¿El dinero?… El principio y el final de todas las cosas.

    He de reconocer que siempre que me he enfrentado, y no ha sido con mucha frecuencia a decir verdad, a una película made in Asia, me vienen a la mente ciertas ideas preconcebidas acerca del tipo de cine que espero ver, como el constante hermetismo de las situaciones y los personajes en estas cintas, muy grises, como si se tratasen de marionetas sin destino que pululan por un “teatro” urbano. Películas donde el movimiento o el paso del tiempo no parece importar, donde tenemos que buscar el significado de lo que vemos a través de las miradas, de los escasos diálogos que pueblan el escenario. A esto hay que añadir lo cruento de sus escenas, un extremismo quizá inédito -o casi- en otras cinematografías. Es por esto que este tipo de cine se nos presenta como algo extravagante, chocante, extraño. En resumidas cuentas, exótico.

    Dentro del panorama asiático, el cine surcoreano ha experimentado un verdadero boom a partir de los años 90, introduciendo nuevas formas, o quizá no tan nuevas, pues existe una clara influencia europea en su repertorio fílmico, fruto probablemente de una mayor apertura política, económica y social del país con respecto a Occidente a partir de aquella década-si bien, siempre fijo a las constantes del cine autóctono-. De hecho, el mismo Kim Ki-duk (Boghwa, 1960) confiesa sentirse de alguna forma influenciado por ese otro cine que pudo descubrir durante su estancia en el continente europeo. Y no es casualidad que el surcoreano disfrutase con el visionado de Los Amantes de Pont-Neuf (1991) de su admirado Léos Carax, para muchos, buque insignia del cine europeo más experimental y sensorial. Es precisamente esta cinta la que le sirvió de inspiración para su primer filme, Crocodile (A-go, 1996). Tanto en ésta su primera cinta como en su última rodada hasta la fecha, Pietà (2012), los personajes que habitan estas historias son víctimas de un profundo desarraigo, son seres con un futuro incierto, fantasmas de la urbe que pasan constantemente desapercibidos para la sociedad. El realizador no sólo nos muestra un mapa social atestado de individuos necesitados económicamente hablando, sino que va más allá y nos sugiere otras carencias, otras necesidades. Centrándonos más en la película que nos ocupa, los protagonistas de Pietà nos remiten irremediablemente a aquella escultura de Miguel Ángel del mismo nombre, en la que la Virgen María sostiene a su hijo muerto. La madre se nos presenta como una figura llena de vitalidad, de juventud, eterna, frente a un cuerpo inerte, inexpresivo. Asimismo, podríamos observar en la Piedad de Miguel Ángel una cierta combinación entre el lirismo y la violencia. Lirismo quizá en la propia imagen de la Virgen, que acepta resignada la muerte del hijo. En contrapunto a esto, tenemos a un Cristo ejecutado, violentado, víctima del hombre, de la sociedad. Gang-Do (interpretado por un Min-soo Jo muy frío y pausado) es producto de un paisaje deshumanizado por el dinero y la falta de sentimientos. Aparece de la nada, como si de la misma muerte se tratase, a cobrar los préstamos de sus cada vez más endeudados clientes, llegando incluso a mutilarles para obtener el dinero del seguro médico. No percibimos, por lo tanto, atisbo alguno de piedad para con su prójimo. Sin embargo será el encuentro de éste con otro “fantasma” encarnado en una figura materna lo que cambie gradualmente su concepción de las cosas. Kim Ki-duk parece contarnos que la compasión con nuestros semejantes sólo es consumada a través del afecto como necesidad primaria. O incluso con otra lectura, se trataría de una despiadada crítica por su parte al capitalismo imperante, que no entiende de humanismo y que mantiene al tratamiento afectivo relegado indiscriminadamente.

    Pietà es un film complejo, grotesco, de difícil visionado. El realizador parece retar a la audiencia a adentrarse en esta atmósfera asfixiante, doliente, difícil de soportar para mostrar finalmente que su uso de la violencia no es fortuito, sino intencionado, necesario, pues con ésta, Kim Ki-duk nos explica que también podemos llegar a la redención a través del drama, y, como ocurriera en las tragedias de la Grecia clásica, la Pietà de Kim Ki-duk hace uso de la catarsis-cabe incluso mencionar cierta similitud de ésta con el Edipo de Sófocles- queriendo muy probablemente redimir al espectador de sus propios pecados, viéndose reflejados en los individuos de la obra, mostrando el castigo irrevocable como consecuencia; pero viviendo una experiencia gratificante al no ser partícipes de la desgracia.

    Julio Mogollón
    crítico de cine.

    Corea del Sur, 2012. Título original: ‘Pietá’. Director: Kim Ki-duk. Guión: Kim Ki-duk. Productora: Next Entertainment World / Finecut. Presentada: Mostra de Venecia 2012 (León de Oro a la mejor película). Fotografía: Jo Yeong-jik. Música: Park In-young. Intérpretes: Lee Jung-Jin, Jo Min-Su, Woo Gi-hong, Kang Eun-jin, Jo Jae-ryong, Lee Myung-ja, Heo Joon-seok, Kwon Se-in, Song Moon-soo, Kim Beum-joon, Son Jong-hak, Jin Yong-uk, Kim Seo-hyun.

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