Ruby Sparks (Jonathan Dayton, Valerie Faris, 2011)
Está en los libros de biología. Siempre en las primeras páginas. Para entendernos como especie que forma parte de otro gran grupo, hemos de saber que nuestros porqués están limitados por un simple precepto: los seres vivos nacen, crecen, se reproducen y mueren. Con el tiempo, y gracias a los cerebros más perspicaces, descubrimos que lo de crecer es una fase estrictamente física, ajena a la fuerza intelectual. También entendemos – a base de tropiezos y una buena dosis de comedia agridulce– que hay quienes se limitan a reproducirse, sabedores de la proximidad de la muerte, como si a través de ese legado pudieran trascender más allá de la vida. De alguna forma, somos los animales crueles con mayor poder de seducción. Una materia que los escritores explotan desde hace mucho tiempo, ya que la literatura se encarga de sublimar un amplio catálogo de miserias, aventuras, romances, intrigas, lo mágico de la rutina en tapas de diversos colores y materiales.
El protagonista de Ruby Sparks (Jonathan Dayton, Valerie Faris, 2012), un escritor introvertido y con aspecto de nerd, representa ese deseo intrínseco de alcanzar la perfección, de aglutinar lo citado anteriormente en una obra maestra de la literatura. Al fin y al cabo, su primera novela le valió el calificativo de “genio”: un paso fugaz de la promesa al éxito de los que habitan el olimpo de las letras. Pero han pasado diez años y se encuentra inmerso en un período de latencia previo al inicio de su nueva obra. Así, una noche tiene un sueño que le inspira y hace que no deje de llenar folios en blanco durante días. Atraviesa un estado de gracia con nombre propio: Ruby. Una chica pelirroja que aparece en esos dulces sueños, en la cálida bruma de cualquier tarde primaveral. Ella es el motor de la acción, la caligrafía invisible que impone el tono de ese futuro best–seller. Él no para de escribir, se ha desprendido de las dudas; de repente, está moldeando a un personaje que resume sus aspiraciones con el género femenino: Ruby es perfectamente imperfecta, el anhelo de unas fantasías –literarias y tal vez eróticas– inalcanzables. O no. Porque su bella creación cobra vida, ante la propia incredulidad del hombre, que cree estar sufriendo delirios.
Y, sin embargo, el manido tópico de “la realidad superar la ficción” queda subvertido sin capacidad de réplica. Seguramente, esta falsa comedia romántica –dirigida a dos batutas por Jonathan Dayton y Valerie Faris– no cumplirá las expectativas de los que esperan el tono lánguido pero emotivo de Pequeña Miss Sunshine, ópera prima de estos dos realizadores. Aunque es posible que consiga los mejores réditos: dar a conocer este primer filme y cosechar por derecho propio buenas reseñas. Importa la historia de Calvin y esa pelirroja de ecos deschannelianos, porque es ahí donde triunfa por su capacidad para mostrar sin ambages algo tan peligroso como el deseo de buscar el amor a medida. Ella transita un mundo regido por las decisiones del autor, su amante y su arquitecto. Alguien dotado de una inteligencia sublime para articular tramas que harán soñar a millares de lectores, pero incapaz de prever los designios de su noviazgo. Ajustado en el rol de alma turbia, Paul Dano se hace con un papel que oscila entre la disfuncionalidad y la simpatía más espontánea. Ocurre igual con su ensoñación femenina (y novia en la vida real), Zoe Kazan, la nieta del sempiterno Elia Kazan. El director de obras maestras como La ley del silencio y Esplendor en la hierba, entre otras. Aunque he de suponer que la chica ha llegado a este negocio sin la necesidad del aval que la ofrece su linaje, y así lo certifico al encontrar su nombre en el casillero de “guión”. Un debut muy interesante para este rostro que contagia su traviesa sonrisa.
Ruby Sparks se disfraza de comedia, pero muestra instantes del drama más desolador. Y, sin embargo, es una película que te hace reír, que te ofrece un respiro a pesar de esos feos detalles que buscan descaradamente el agrado del público. En resumen, queda un producto compensado gracias a un retrato veraz y sobrio del escritor como figura hermética. Hoy día resulta lamentable ese apestoso cliché acerca del hombre maldito. Existen, sí. Su tragedia es fascinante, casi una parábola sobre la autodestrucción. Pero ¿qué pasa con los profesionales empeñados en vivir? Son ellos los que buscan respuestas a un axioma demasiado lógico. El mismo que reside en las primeras páginas de los libros de bilogía, donde aseguran que toda esta tortura consiste en nacer, crecer, reproducirse y morir. Aunque nadie nos había contado que entre medias pasaríamos un infierno. Si acaso, los buenos escritores. Esas personas normales con un talento especial.
Juan José Ontiveros.
Estados Unidos, 2012 Título original: ‘Ruby Sparks’. Director: Jonathan Dayton, Valerie Faris. Guión: Zoe Kazan. Productora: Fox Searchlight Pictures / Bona Fide Productions. Presupuesto: 8.000.000 dólares. Música: Nick Urata. Fotografía: Matthew Libatique. Reparto: Paul Dano, Zoe Kazan, Antonio Banderas, Annette Bening, Steve Coogan, Elliott Gould, Aasif Mandvi, Chris Messina, Deborah Ann Woll, Toni Trucks, Alia Shawkat, Wallace Langham, John F. Beach.
Artículo aportado a Sensacine.