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    Cine Alemán Siglo XXI

    COSMÓPOLIS (DAVID CRONENBERG, 2012)

    Crítica de Cosmópolis - Cosmopolis review
    INFAME Y SOPORÍFERA
    Cosmopolis (David Cronenberg, 2012)

    Habíamos soñado con un David Cronenberg más entendible, desprovisto de los antiguos tics que asolaban con pesar muchas de sus películas. Habíamos soñado con un cineasta total, capacitado para alternar su imaginario grotesco y el realismo de una realidad despótica. Pero ésta, como el director canadiense, vive en la incertidumbre. Da igual cual sea la naturaleza del proyecto: el espectador –pero sobre todo el admirador de su obra– que paga para sentarse frente a la pantalla está atentando contra sus (falsas) expectativas. Y, sin embargo, ahí reside parte de su encanto. Su talón de Aquiles, también. Ocurre que después de concatenar tres películas diferenciadoras de su producción como eran Una historia de violencia, Promesas del Este y Un método peligroso –donde incurría en el leitmotiv psicológico que ha perseguido a lo largo de toda su carrera–, regresa con un producto a priori desconcertante, pero que se descubre pretendidamente sórdido en cuanto echa a andar.

    Adaptación de la novela del mismo nombre de Don DeLillo, Cosmópolis (2012) enfrenta un día cualquiera en la vida de un joven broker en Nueva York. Un ejecutivo no tan misterioso que viste un elegante traje negro y unas gafas de sol modelo Wayfarer. Quiere cortarse el pelo –aunque en realidad no hace mucho que probó las tijeras –, y para ello debe cruzar media ciudad en una ostentosa limusina dotada de los últimos avances tecnológicos y demás pijadas que gustan a un deslumbrante rico como él. Pongamos –por poner, que es gratis– que el chico guarda un secreto muy valioso, tal vez sea un despiadado asesino o un simple cínico, de esos que dicen “tengo mucho dinero, pero te aseguro que esos papeles verdes no dan la felicidad”. Aparentemente, podría ser todo y nada. Pero no: es Robert Pattinson. Y cualquier intención de abordar el secreto de su imán para las chicas, es una verdadera quimera. Su corta –por edad, supongo– filmografía es permeable al encasillamiento, puesto que durante casi una década ha sido el protagonista de la saga vampírica más famosa y, por ende, comercial del nuevo siglo. Su legión de fans sólo encuentra antídoto en el igual número de detractores que esperan verle sin trabajo en la industria del cine. Hoy día, Pattinson sufre las perniciosas consecuencias de su estrellato: es la imagen de un póster que representa el éxito con aditivos. No ha demostrado ser el gran actor por el que suspiran sus feligreses; tampoco ha tenido oportunidades –buenos papeles o ese director que le haga brillar con luz propia–, ni capacidad de réplica. Hasta ahora. Porque este personaje se antojaba como una necesaria piedra de toque.
     
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    Protagonista indiscutible de la historia, Pattinson debía obtener de Cosmópolis el anhelado trampolín hacia un estadio superior dentro de Hollywood. El del caché inapelable. La admiración que provoca el talento, sin estrategias ni inflación mediática. Sucede, a mi pesar, que no detecto la mínima expresión en su rostro. Es un monolito calcificado. Un fallo de casting que amplifica la miseria narrativa de un guión lastrado por su pretenciosidad y carencia de argumento(s). Esta vez, y sin que sirva de precedente, David Cronenberg incurre en la extenuante letanía de su forma. Quizá sabedor del mérito implícito en este relato, que se desarrolla casi de principio a fin en el interior de una limusina, opta por saturar los diálogos de frases estúpidas que se disfrazan de filosofía nihilista, cuyo blanco semántico es el capitalismo. Algo digno de admirar, si no fuera porque intenta una y otra vez convertirse en aquel pez torpedo que era Sócrates. Queda el pez y su flaca memoria. La capacidad de abrumar a través de no sé qué sobre el dinero y la existencia, no.

    Alegra ver a Juliette Binoche –una prostituta de lujo que besa la tapicería de cuero– y Paul Giamatti, la “implantación” de esta esquiva trama sobre un espíritu catatónico con ojeras. Lo demás, esto es, casi todo, son proyecciones sobre croma y unos manifestantes que corren despavoridos con ratas en sendas manos. Y es que, apostar por David Cronenberg siempre ha sido un ejercicio de masoquistas. No es cuestión de algoritmos o dobles lecturas. Es lanzarse al vacío sin paracaídas. Que cada uno se divierta como quiera.

    Juan José Ontiveros.

    Ficha técnica:

    Canadá, Francia, Portugal, Italia, 2012. Título original: ‘Cosmopolis’. Director: David Cronenberg. Guión: David Cronenberg (Novela: Don DeLillo). Productora: Prospero Pictures / Alfama Films. Presupuesto: 20.500.000 dólares. Localizaciones: Toronto, Ontario. Cámara: Arri Alexa, Cooke S4 and Angenieux Optimo Lenses. Fotografía: Peter Suschitzky. Música: Howard Shore. Montaje: Ronald Sanders. Intérpretes: Robert Pattinson, Paul Giamatti, Samantha Morton, Sarah Gadon, Mathieu Amalric, Juliette Binoche, Kevin Durand, Jay Baruchel, Emily Hampshire, Patricia McKenzie, Anna Hardwick, George Touliatos, K'Naan.

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