Willow (Ron Howard, 1988)
Después de abrir boca con Krull, tengo el placer de comentar uno de los clásicos indiscutibles del género de aventuras de los 80, una obra que nació del despecho de George Lucas por no haber podido hacerse con los derechos de adaptación al cine de El Hobbit de Tolkien. El megalómano director de La Guerra de las Galaxias (1977) buscaba una nueva gallina de los huevos de oro tras la finalización de su triunfal trilogía en 1983 con El retorno del Jedi. Después de producir y escribir el guión de la muy exitosa Indiana Jones y el Templo Maldito, vio peligrar su carrera con dos grandes fracasos consecutivos en 1986. Sus producciones Dentro del laberinto y, muy especialmente, Howard un nuevo héroe, casi le llevan a la ruina; así que necesitaba otro taquillazo para recuperar parte del crédito perdido con las aventuras del dichoso pato. George Lucas no tuvo la suerte de Peter Jackson y sus pretensiones de llevar las hazañas de Bilbo Bolsón al celuloide naufragaron. De esta contrariedad, y como no hay mal que por bien no venga, nació nuestro clásico de hoy: Willow (1988).
Como no quería quedarse con esa espinita, Lucas escribió un guión que contenía multitud de “paralelismos” con el universo de Tolkien. Un proyecto que fue concebido en 1972 como una futura saga tipo Star Wars, pero que fue aplazado hasta 1986 (fecha de comienzo del rodaje) buscando los avances tecnológicos necesarios para crear ese mundo de fantasía. Una comarca de entrañables enanos, una profecía, la eterna lucha entre el Bien y el Mal, brujería, todos los elementos que luego disfrutamos en la trilogía cinematográfica de El Señor de los Anillos están presentes en la historia de Willow. Para llevar a cabo esta empresa, George Lucas contrató a un director que había cosechado dos triunfos importantes en taquilla como son Splash (1984) y Cocoon (1985). Su nombre: Ron Howard. En la actualidad, este realizador se ha ganado las antipatías de gran parte de los críticos con obras como El Código Da Vinci (2006), a pesar de obtener un Oscar al mejor director en 2001 por Una mente maravillosa. Personalmente, no dejo de reconocerle sus méritos como buen profesional del entretenimiento, al menos en su primera etapa, siendo este Willow mi título favorito de su filmografía.
La historia narra como en un mundo medieval, una niña recién nacida es encontrada en el río por el bondadoso enano Willow, que la acoge en su hogar como una hija más. El bebé fue puesto a salvo de la hechicera Bavmorda, que pretende acabar con su vida a causa de una profecía que vaticinaba que sería la niña quien en el futuro vencería a las fuerzas del Mal. Cuando los secuaces de Bavmorda dan con el paradero de la criatura, Willow deberá emprender una peligrosa huida con la interesada ayuda de un héroe de pacotilla llamado Madmartigan. En este papel de antihéroe tenemos a un joven que apuntaba maneras de estrella en los 80, Val Kilmer. Tras éxitos como Top Secret (1984) o Top Gun (1986), encontró en este personaje la oportunidad de encarnar a un héroe bastante alejado de lo habitual. Un cobarde mujeriego con bastante poca ética que finalmente demuestra tener audacia y sentimientos. Kilmer está muy bien en su canallesca actuación, pero quien en realidad despunta es el pequeño gran actor Warwick Davis, un intérprete británico de 17 años que, debido a su corta estatura, se había visto relegado hasta el momento a personajes de relleno en otras producciones del señor Lucas. Tras interpretar a un ewok en El retorno del Jedi y los dos filmes sobre estos entrañables ositos, y dar vida a un soldado goblin en Dentro del laberinto, Davis tuvo por fin el papel de su vida con Willow. Carismático, valiente y con un gran corazón, este personaje es una de las mayores bazas para que esta obra nos llegara a emocionar de la manera que lo hizo. Willow pertenece a una especie de enanos llamados Nelwyn, que conviven en un mundo de fantasía con los Daikinis (personas de estatura normal) y los Brownies, una especie de duendes de pocos centímetros. Dos de estos simpáticos Brownies se unen a las peripecias de Madmartigan y Willow, poniendo el contrapunto cómico con sus continuas trastadas. La nota romántica la pone esa relación de amor-odio entre el personaje de Val Kilmer y el de Sorsha (Joanne Whalley), hija de Bavmorda, una chica que empieza perteneciendo al bando de los villanos pero acaba redimiéndose gracias al amor verdadero. La química entre ambos actores fue tan evidente que acabaron contrayendo matrimonio en la vida real. Las veteranas Jean Marsh y Patricia Hayes encarnan con profesionalidad a la malvada reina Bavmorda y su eterna enemiga, la hechicera Fin Raziel, que ayuda a los protagonistas a cumplir la profecía. Como anécdota, comentar que Willow fue una de las películas que contaron con más personajes enanos protagonistas en mucho tiempo, por lo que fue muy bien aceptada por este colectivo, harto de ver el encasillamiento de sus actores en papeles meramente decorativos.
Rodada en interiores de los estudios Elstree en Inglaterra, y con espectaculares localizaciones de Gales y Nueva Zelanda (casualmente, donde Peter Jackson filmó su trilogía sobre El Señor de los anillos), la película tiene un perfecto acabado en todos sus aspectos técnicos. Los efectos especiales de Industrial Light & Magic consiguieron llevar la magia y grandiosidad del guión a la pantalla con todo lujo de detalles. Fue una de las primeras veces que se utilizó la técnica de morphing para la escena en que Fin Raziel se va transformando en distintos animales. Se realizaron grandes avances para la animación generada por ordenador, con logros tan memorables como el monstruo bicéfalo del final. Trepidantes persecuciones en carros tirados por caballos, un peligroso descenso por una montaña nevada sobre un escudo haciendo las veces de trineo, luchas contra temibles trolls y un mágico cara a cara final entre las dos hechiceras son solo algunos de los placeres de este festín cinematográfico. Todo ello acompañado de una maravillosa banda sonora, obra del siempre inspirado James Horner.
Willow contó con un holgado presupuesto de 35 millones de dólares, por lo que se trató de un proyecto claramente ambicioso. Se estrenó tras una fascinante oleada de obras de temática fantástica del calibre de Legend (1985), Lady Halcón (1985) o La Princesa Prometida (1987), por lo que corría el riesgo de que el público estuviera saturado del género. Fue un éxito moderado, tirando a decepcionante (57 millones en USA), que dio al traste con los planes de Lucas de realizar una trilogía sobre el personaje. Finalmente, el novelista de cómics Chris Claremont fue el encargado de continuar estas aventuras en tres libros: Shadow Moon, Shadow Dawn y Shadow Star. La crítica tampoco fue demasiado benévola con la obra de Ron Howard, considerándola demasiado fuerte para el público infantil y demasiado ingenua para el adulto. Fue reconocida únicamente con dos nominaciones a los Oscar (sonido y efectos especiales), siendo vencida por ¿Quién engañó a Roger Rabbit? en ambos casos. Y para rizar el rizo, el guión de George Lucas recibió una nominación a los temibles premios Razzie como uno de los peores del año. Está claro que la historia de Willow no es el colmo de la originalidad, bebe de muchas otras fuentes como la mayoría de éxitos de la época, pero mantiene un perfecto equilibrio entre todos los ingredientes que la convierten en una obra casi perfecta en su género.
Es curioso como una película que en su momento no gozó del éxito esperado y fue tan machacada por los críticos, ha conseguido ganarse con el paso de los años un puesto de honor entre los clásicos del cine de aventuras. Los que fuimos niños en los 80 la seguiremos considerando una de las más gozosas y encantadoras producciones de nuestra vida y razones no le faltan. Es divertida, emocionante, espectacular y con mucho más alma que los vacíos blockbusters con los que Hollywood nos bombardea cada año. Dudo que las películas de Las crónicas de Narnia o La brújula dorada (2007) sean recordadas de una manera tan cariñosa en el futuro. Y sí, aunque pueda sonar a sacrilegio, prefiero la candidez y superficialidad de Willow a la oscuridad y trascendencia de El Señor de los anillos. Para gustos, los colores.
José Antonio Martín.
Ficha técnica:
Reino Unido-Estados Unidos. 1988. Título original: “Willow”. Director: Ron Howard. Guión: Bob Dolman sobre un argumento de George Lucas. Productora: Imagine Films Entertainment/MGM/Lucasfilm. Presupuesto: 35.000.000 dólares. Música: James Horner. Fotografía: Adrian Biddle. Montaje: Daniel P. Hanley, Mike Hill, Richard Hiscott. Intérpretes: Warwick Davis, Val Kilmer, Joanne Whalley, Jean Marsh, Patricia Hayes, Billy Barty.