Blancanieves, de Pablo Berger (2012)
Este año el cine español no conspira contra sí mismo. Era algo habitual dentro de una cinematografía acostumbrada a exportar una y otra vez los mismos episodios. La Guerra Civil y sus repetitivos sucedáneos convertían la llamada “marca nacional” en una especie de coto privado para los cinéfilos de las dos Españas. El resto, agotados psicológicamente por la eterna lucha maniquea a veinticuatro fotogramas por segundo, se dejaron ir a un terreno menos inflamable y más atractivo. Y como resultado, al final de cada curso salían las voces de siempre para alertar de la crisis. Pero ahora (casi) todo el mundo está en crisis. La crisis es una realidad ineludible. No hay lugar para las coartadas. Los políticos aprietan, y ahogan. La cuestión de las subvenciones ha pasado de ser una necesidad inviolable a un sistema tan frágil como turbio: el futuro es una quimera para surrealistas. Y, sin embargo, el cine sobrevive porque es más necesario que nunca. El público necesita de la ficción para cobijarse de la tormenta.
Un buen puñado de realizadores llega con historias arriesgadas y primorosamente escritas. Algunos, incluso, no piensan en trascender, sino que se limitan a emocionar, a narrar con precisión el periplo de sus personajes en un contexto difícil. Ocurre con Alberto Rodríguez, director de Grupo 7, el mejor policíaco de los últimos tiempos. Una historia que husmea en los bajos fondos de la Sevilla previa a la Expo de 1992. Ocurre también con un asiduo – a veces de manera inmerecida– del panteón, el oscarizado y muy culto Fernando Trueba. Éste nos acerca a un terreno notablemente intimista, gracias a la relación que surge entre un escultor y una de sus modelos. Dicen (todavía no he tenido la oportunidad de verla) que El artista y la modelo recupera al mejor Trueba, un cineasta que últimamente no convencía como antaño. Nada preocupante tratándose de un tipo cuya trayectoria profesional se inició en 1980 con su Ópera prima. Tanto Alberto Rodríguez como Fernando Trueba entrarían en cualquier quiniela hipotética sobre directores a premiar. Ambos talentos habían certificado su solvencia detrás de la cámara. Hace dos semanas, durante el TIFF (Festival de Toronto), recibimos noticias de la excelente acogida que obtuvo una cinta a priori muy convencional. Una revisión del clásico de Blancanieves dirigida por Pablo Berger, quien debutó en la dirección de un largometraje con Torremolinos 73. En general, una película que no dejó poso, que cayó en el olvido como cualquier medianía sin eco en el tiempo (probablemente de manera injusta). Algo que, paradójicamente, juega en favor de este nuevo proyecto debido a su efecto desconcertante. El factor diferencial de Blancanieves radicaba en su forma: se trata de una película muda y en blanco y negro. Estética que el francés Michel Hazanavicius había retomado con su multipremiada The Artist, un clásico instantáneo que cuenta ya con un gran séquito de detractores que disponen su delirante cruzada contra el homenaje. Porque para ellos, como diría Rafael Azcona, “huele a nardos putrefactos”. Lo demás no importa. Su mirada, equivocada o no, frivoliza con el mérito y la dificultad del cine, con la imagen del aplauso colectivo.
Supongo que esos mismos cicateros intentarán cargar contra la obra de Pablo Berger, que nos enmarca en la Sevilla provinciana de los años 20. Allí, un famoso torero –hay que despojarse de los prejuicios durante una hora y media– sufre una grave cogida ante los horrorizados ojos de su embarazada mujer (Inma Cuesta), una bailaora y cantaora que rompe aguas a causa del susto. Literalmente. Y esa racial mujer, guapa y risueña, muere durante el parto, abriendo una brecha, quizá salvable, entre el convaleciente torero y su hija. Carmencita. La futura Blancanieves. Blancanieves porque existe una madrastra, una arpía que viste de negro. Blancanieves porque hay (seis) enanitos y grandes dosis de codicia. Todo ello entremezclado en una suerte de realismo mágico que convierte la parábola de los hermanos Grimm en la perfecta excusa para construir esta película. Adaptación libre, heredera en esencia de un imaginario ya absorbido, pero original en su ejecución. Pablo Berger y Kiko de La Rica –director de fotografía– componen imágenes de una finura y una belleza abrumadoras. Encuadres y movimientos –combinados en un exquisito montaje formal–, iluminación e interpretaciones, se funden magistralmente en esta aventura que muestra la naturaleza perversa de la tauromaquia como detonante de la historia. Maribel Verdú desnuda las miserias de un negocio –nacional o internacional– que minusvalora sus aptitudes. Y, entretanto, se pasea imperial por los largos pasillos de la hacienda, cuyas ventanas filtran poderosos haces de luz. El sol asfixiante de Sevilla. La técnica del expresionismo alemán en varias escenas antológicas. Sin dejar de lado la sonrisa, tal vez cañí, de un circo rodante, de ese enano travesti que baila con faralaes y sombrero sevillano, de unos ojos (los de Macarena García, Blancanieves) que hablan mudos, permanentemente vidriosos, conmovedores. Como la música de Alfonso de Vilallonga, que suple la carencia de palabras.
Así con todo, tengo la certeza de estar contemplando una deslumbrante fábula sobre el desarraigo en el sur más enraizado. Es un signo esperanzador que finalmente haya sido elegida como la candidata española para los Oscar. De cara a su promoción, vertebrada en parte por los insuperables réditos del TIFF y el presente Festival de San Sebastián, quizá le pese el efecto The Artist. Tanto da. Su carácter prescinde de la caspa, de la sangrienta recreación del rito ibérico. En una industria voluble, Blancanieves se impone por su alma contracultural.
Juan José Ontiveros.
Ficha técnica:
Título original: Blancanieves Año: 2012. Director: Pablo Berger. Guión: Pablo Berger. Música: Alfonso de Vilallonga. Fotografía: Kiko de la Rica. Reparto: Maribel Verdú, Ángela Molina, Macarena García, Daniel Giménez Cacho, Pere Ponce, Josep María Pou, Sofía Oria, Macarena García, Inma Cuesta, Ramón Barea, Emilio Gavira, Macarena García. Productora: Arcadia Motion Pictures. Distribuidora: Wanda Films.