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    Cine Alemán Siglo XXI

    FANTOMAS - EL MUERTO QUE MATA (1913)

    Le mort qui tue 1913 poster
    La tercera entrega del serial Fantomas, titulada El muerto que mata (Le mort qui tue, 1913), se abre con un desesperado Fandor, el periodista ayudante del inspector de policía Juve, en la cama de un hospital. Él es la única persona que ha escapado de la tremenda explosión que provocara Fantomas al final del episodio anterior donde hizo volar por los aires a un puñado de policías junto a Fandor y Juve. El gran Louis Feuillade, guionista y director de este magnífico serial basado en las novelas de Pierre Souvestre y Marcel Allain, opta aquí por dar un giro sorprendente al tono y la forma de contarnos la historia. No solo porque nos encontramos ante el episodio más extenso de la serie, noventa y dos minutos, todo un largometraje, algo inhabitual para el año de su rodaje y estreno (1913), sino porque se deja a un lado el ritmo trepidante y enloquecido del episodio anterior para adoptar un tono mesurado, tranquilo, detallista y minucioso para ir desarrollando una trama de misterio criminal que nada tiene que envidiar a cualquier clásico de cine negro rodado treinta años después.

    En seguida la acción se centra en el artista Jacques Dollon, que cómo no tiene su estudio en el barrio de Montmartre, el cual es atacado por un Fantomas enmascarado y sus secuaces. Lo dejan dormido y durante su sueño narcótico le dejan allí a su lado, sentado en una silla como si acabara de tomarse el té, el cadáver de la baronesa de Vibraye. Cuando llega la policía, esta no duda en tomar al pobre Dollon por el asesino y se lo llevan detenido. Feuillade, con un tono casi documental, procede a mostrarnos todo el proceso de la detención y el de hacer una ficha policial. La toma de las huellas digitales de Dollon está rodado de manera tal que haría las delicias de un Robert Bresson por su morosa delectación en mostrar el detalle.

    Con el asesinato de Dollon en su celda, un crimen imposible, da inicio la macabra historia que Feuillade irá desarrollando con una lentitud y una elegancia magníficas. La trama es compleja: en esta ocasión no se nos ha mostrado al principio a los protagonistas con sus diversos disfraces, por lo que debemos adivinar quién es quién en cada momento. Vale que no resulta en extremo difícil, pero también ayuda la increíble claridad expositiva de Feuillade que hace que la trama fluya con un ritmo y una cadencia que hace pensar que rodaba con un metrónomo justo al lado de la cámara.

    Como ya nos está enseñando Feuillade, y de paso enseñaba al mundo, en qué iba a consistir el hacer una película en el futuro nos resulta fácil ver que todo aquello en lo que su cámara se detiene, observadora y minuciosa, será de vital importancia en los hechos que se desarrollarán posteriormente. Importantísimo en este aspecto cómo se nos enseña durante la película cómo es fundamental la toma de huellas y la ficha de un criminal para su identificación en un crimen. Esto mismo es de lo que se servirá Fantomas en esta ocasión para reírse una vez más de la policía.

    Le mort quie tue, Fantomas, 1913
    Fotograma de Fantomas: el muerto que mata (Le mort qui tue, Louis Feuillade, Francia, 1913)
    El rodaje en interiores y exteriores se entremezclan con naturalidad. Feuillade siempre busca el realismo tanto en las situaciones como en los escenarios. Otra cosa es que nos esté narrando una historia delirante, pero en esta ocasión todo es contención. Varias historias se van desarrollando en paralelo y muestra en todo momento un fantástico cuidado en no confundir al espectador. Hoy en día esto nos puede parecer lo más normal del mundo, pero en la época, ya lo hemos comentado en las anteriores entregas, el cine se está formando como lenguaje y el espectador no está educado en cómo entender las imágenes en movimiento. El público aprende al mismo ritmo que el propio cine, y resulta apasionante ver cómo Feuillade lo estaba haciendo crecer a pasos de gigante.

    Pero Feuillade va más allá. Aquí hasta se permite momentos intimistas rodados con una delicadeza desarmante. Elizabeth Dollon, la hermana del artista asesinado cuyo cuerpo ha desaparecido ante los ojos de la policía, visita el estudio de su hermano. Contempla la habitación, pasa sus manos por su mesa de trabajo, abre sus libros, acaricia sus objetos personales… En su mirada sentimos el dolor de la pérdida y cómo con sus actos en ese momento busca encontrar algo que la acerque a su hermano perdido, recuperarlo por un instante y volverlo a tener junto a ella.

    Por supuesto no dejan de sucederse apasionantes escenarios: alcantarillas donde se refugian los malhechores, los tejados de París como lugar de evasión de cadáveres invisibles, las mansiones de la alta sociedad y sus magníficas fiestas y los antros más sórdidos donde los criminales desarrollan sus ilícitas actividades. Resulta gratificante, divertido y, por qué no, hasta gamberro ver que la personalidad que adoptará Fantomas en este episodio es el de un acaudalado banquero, Nauteuil, tan repugnante, avaricioso, inhumano, estafador y ladrón como los de cualquier director de caja de ahorros fugado de esos que abundan en España. Es curioso que hace un siglo la figura del director de banco resultara tan fácil de asociar con un despiadado criminal sin entrañas tal que si fuera hoy mismo. Ojo, no dudamos de que haya alguno honrado, pero desde luego no en España ni en las películas de Fantomas.

    Le mort quie tue, Fantomas, Feuillade
    Le mort qui tue (1913) es la tercera entrega del serial Fantomas, obra culmen de la segunda década del siglo XX.
    Vemos aparecer personajes de entregas anteriores, reforzando así la idea de serial, pero solo hay que detenerse en cómo es tratada aquí la princesa Sonia Danidoff (interpretada de forma excelente, muy moderna, por la actriz Jane Faber) para entender el paso de gigante que ha dado Feuillade en su forma de mostrar y hacernos comprender las motivaciones de uno de ellos. En todo el episodio los actores están muy bien dirigidos, caracterizados de manera excelente y mostrando detalles y matices ante las cámaras propios de una película que cuesta creer rodada en este tempranísimo 1913.

    Feuillade prefiere en todo momento mantener el misterio de la trama y así conservar el interés del espectador antes que dejarlo fuera de combate con escenas de acción furibundas como hiciera en el episodio anterior. Una apuesta radicalmente distinta, lo cual habla muy bien de la pericia y pretensiones del director. Cada historia requiere su forma de ser contada, y Feuillade, que recordemos jamás se pretendió autor sino un narrador para todo tipo de público, demuestra así tener una marcada personalidad. La forma de hacer de un autor no sale de lo que nos explica que quiere hacer ni de forzar hasta la extenuación su método para contarnos una historia. Nace, como en Feuillade, en su deseo puro de narrar y ser comprendido. Por eso quizá sea que su obra pervive inmortal mientras otros modernos de hace dos días son olvidados en el río de la actualidad.

    La sorpresa final, el desenlace sencillamente brutal, tiene la fuerza de una bofetada en el rostro sobre todo porque el tono hacía esperar un relato más tranquilo, sin detalles escabrosos y más centrado en la trama de misterio. Pero no olvidemos que esto es un serial basado en un folletín y el espectador tiene que gritar de horror.

    (Continuará)

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    Imdb Fantômas - Le mort qui tue, 1913Por José Luis Forte

    Escribe encerrado en una cueva, nunca entra el sol.
    Proyecta películas en la pared, ni que fuera Platón.
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