EL NIÑO QUE NUNCA ESTUVO ALLÍ
No descubro América si digo que el género de terror atraviesa una especie de letargo que lo bifurca en dos cabezas bien diferenciadas y con un mismo patrón: atemorizar cueste lo que cueste, pero sin caer en vacuas reformulaciones. La primera reúne a todas esas cintas –casi siempre herederas del slasher primigenio– destinadas a romper la taquilla esgrimiendo un discurso basado en comportamientos viscerales y un buen puñado de hormonas en efervescencia. La segunda, en cambio, se sitúa dentro del thriller con atmósfera perturbadora, lo que ahora llaman terror psicológico. Esta segunda opción, por tanto, se acerca más a la idea que podemos tener de género. Con todo, la cadencia híbrida de los tiempos ha provocado un estallido de nuevos filmes tan extraños como interesantes. Y un buen ejemplo sería The Awakening, de Nick Murphy, quien debuta en la pantalla grande con este thriller de tonos fríos que narra la historia de una cazadora de fraudes en el campo de la parapsicología (hace poco se estrenó Luces Rojas, cinta que también retrata, aunque de manera totalmente distinta, los trucos –o no– de dicha rama de la percepción extrasensorial) a la que le proponen ir a un colegio –y antiguo caserón familiar– para investigar las extrañas apariciones que varios alumnos dicen haber presenciado. Algo carente de interés para una investigadora –aspirante a Sherlock Holmes con estrógenos– de ese calibre, si no fuera porque allí murió un niño. Hechos que, al parecer, no se esclarecieron en su momento.
Rebecca Hall en un lúgubre fotograma de La maldición de Rookford (The Awakening, Nick Murphy, Reino Unido, 2011) |
Sabemos de antemano cuál es la filosofía de esta mujer de aspecto frágil pero inquebrantable, ya que nada más empezar la vemos desarticulando una pantomima. Unos cuantos farsantes –demasiado mayores para jugar con los sentimientos del prójimo– han preparado una sesión en la que ha de aparecerse el fantasma de una niña. Y los efectos especiales son ciertamente asombrosos, se comportan como verdaderos artesanos de la trola más infame: a pesar de ser descubiertos, mantienen esa pose displicente del artista herido. Tras su profesional intervención, la protagonista –interpretada por esa belleza inglesa de caninos levemente desajustados llamada Rebecca Hall– recibe una bofetada cuya nula trascendencia será más tarde recordada por su vertiente práctica (al menos para quien esto escribe). Y es que, esa bofetada que le propina una madre obligada a creer en fantasmas es un aviso para el espectador: el escepticismo pende de un fino hilo. Estamos en Londres, en 1921. O sea, poco después de la Gran Guerra. Sobre la ciudad, el cielo plomizo. En Cumbria, condado donde se ubica la escuela Rookford, también.
Dominic West & Rebecca Hall en The Awakening, debut en pantalla grande de Nick Murphy |
Los planos generales reflejan sobre el agua la recta arquitectura. Es un recurso fotográfico que el director explota durante gran parte del filme. Pero ¿qué sucede a la llegada de esta mujer leída? Automáticamente (es inevitable) pensamos en Los otros (The Others, Alejandro Amenábar, 2001) y en El orfanato (Juan Antonio Bayona, 2007): hay niños, algún muerto, una sirvienta (aquí institutriz), e incluso un ex soldado (Dominic West) que regenta ese apagada escuela. Por supuesto, ella despliega un sofisticado dispositivo, convencida de que pillará in fraganti al bromista que se hace pasar por ánima. Sin embargo, nada de lo que veo me parece original, todo me suena y creo saber qué sucederá después de tal o cual escena. Conozco el envoltorio, pero también intuyo que habrá (o eso espero) sorpresas. The Awakening padece ese contagioso virus consistente en asustar burdamente al público. Aunque de manera moderada, son numerosos los instantes en que me sobresalto. Artificio que desvirtúa la notable factura de este filme británico, cuyo potente reparto inyecta interés a una trama algo manida. Aquí no hay ningún Tomás con un saco de patatas en la cabeza, ni madres que olvidaron su propia muerte. El trazo fino de la BBC se hace notar en el corte clasista; y, por supuesto, celebro la contención del guión. Pero sobre todo me hace olvidar lo que ocurre afuera: cosas muchísimo más terroríficas. Como bien dice Dominic West: “El rumor es algo peligroso”. Yo, por mi parte, me refugiaré en la ficción. Y en el placer de contemplar a Rebecca Hall.
Por Juan José Ontiveros
Leo, escribo, a veces pienso.
El cine es totalmente subjetivo.
Decía Hitchcock que "son 400 butacas que llenar".
En esas butacas, además, puedes ver clásicos como Johnny Guitar.
Edición por Emilio Luna
Special Message from Johnny Lang
Leo, escribo, a veces pienso.
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