“Sutil y armonioso drama deportivo elevado por un perfecto ejercicio de guión que otorga todo el peso a un soberbio Brad Pitt como ambicioso general manager de un equipo de béisbol de las grandes ligas."
Deporte nacional y símbolo de la cultura americana, el béisbol solo ha encontrado acomodo en la cultura europea gracias al celuloide. Más de doscientos cincuenta largometrajes que tuvieron su punto de partida en 1898 con The Ball Game (Edison Manufacturing Company) y su primer punto álgido con El orgullo de los yanquis (The Pride of the Yankees, Sam Wood, 1942), cinta protagonizada por Gary Cooper que acercaba la épica clásica a esta competición que tuvo su primera manifestación pública el 19 de Junio de 1846 en Hoboken (New Jersey). Un auge que arribó en la década de los ochenta con la llegada de productos plenos de tópicos como demuestran las mediáticas pero poco sugerentes El mejor (The Natural, Barry Levinson, 1984) y Una mujer en la liga (Major League, David S. Ward, 1989). Alejado de todos los estereotipos del drama deportivo, el pasado año se estrenó Moneyball (Bennett Miller, 2011), uno de los grandes filmes de esta campaña.
La verdad absoluta está en las matemáticas (Averroes, 1126-1198). Una máxima que marca el sutil libreto creado por Aaron Sorkin y Steven Zaillian. Moneyball: rompiendo la reglas, se olvida de la grandilocuencia habitual del género y apuesta por un perfil íntimo y elegante para dibujar la figura y labor de un General Manager de un modesto equipo de las Grandes Ligas de béisbol – Oakland Athletics –. Con rigor y soberana clarividencia, como ocurría con el guión creado por Sorkin para La red social, se presentan datos y nomenclatura que, a priori, no resultan sugerentes para el público pero que gracias a su tono cercano se acaban convirtiendo en un tema ameno e interesante. Moneyball no trata de victorias y remontadas, es un simple ejercicio de sinceridad que demuestra que los detalles más pequeños pueden cambiar el rumbo marcado. Pese a su inevitable comparación con unos de los hitos recientes de la temática deportiva, Jerry Maguire (Cameron Crowe, 1996), el filme dirigido por Bennett Miller se acerca a un anónimo éxito televisivo que vivió su epílogo el pasado curso: Friday Night Lights (Peter Berg 2006-2010).
El serial, creado originariamente para NBC y emitido por Directv, se deshacía de un plumazo de cualquier comparativa con un sólido drama que aunaba ingenuidad y profundidad en un diseño de personajes al servicio del metódico y inspirador Eric Taylor (Kyle Chandler). Muy alejado de la figura del icónico entrenador de football americano de los Dillon Panthers (East Dillon Lions a posteriori) se presenta el protagonista de Moneyball, Billy Beane, interpretado por un magnífico Brad Pitt. Si la historia diseñada por la dupla Sorkin-Zaillian sorprende por su tratamiento, Beane resulta un personaje clásico en el género: fracasado en su vida conyugal, buen padre, ambicioso y detallista. Eje y timón del filme, la empatía con Beane resultará clave en el devenir del metraje. Por suerte, Pitt logra convencer a la platea con una interpretación memorable complementada por un notable elenco de secundarios.
Reparto que encabeza un sorprendente Jonah Hill alejado de sus habituales papeles en las comedias de Judd Apatow. Caracterizando a un estadista que supone una revolución en el aparatoso estilo de contrataciones y mercadotecnia deportiva. Su unión con Pitt nos deja una cinta para el recuerdo llena de buenos momentos que engloban a un todo que sorprende por su forma y contenido. Inteligente y esclarecedora, Moneyball rompe las reglas de una temática reservada solo para los flashes y la gloria. Puede que en los números esté la verdad, pero es la fé la que mueve al hombre en busca del cambio, en busca de su esencia.
Lo Mejor: Brad Pitt y Jonah Hill. El guión de Aaron Sorkin y Steve Zaillian. La banda sonora de Mychael Danna.
Lo Peor: Que no logre conectar por su ritmo y temática.
Puntuación: 8/10 CINE USA 2011/DRAMA DEPORTIVO.
Deporte nacional y símbolo de la cultura americana, el béisbol solo ha encontrado acomodo en la cultura europea gracias al celuloide. Más de doscientos cincuenta largometrajes que tuvieron su punto de partida en 1898 con The Ball Game (Edison Manufacturing Company) y su primer punto álgido con El orgullo de los yanquis (The Pride of the Yankees, Sam Wood, 1942), cinta protagonizada por Gary Cooper que acercaba la épica clásica a esta competición que tuvo su primera manifestación pública el 19 de Junio de 1846 en Hoboken (New Jersey). Un auge que arribó en la década de los ochenta con la llegada de productos plenos de tópicos como demuestran las mediáticas pero poco sugerentes El mejor (The Natural, Barry Levinson, 1984) y Una mujer en la liga (Major League, David S. Ward, 1989). Alejado de todos los estereotipos del drama deportivo, el pasado año se estrenó Moneyball (Bennett Miller, 2011), uno de los grandes filmes de esta campaña.
La verdad absoluta está en las matemáticas (Averroes, 1126-1198). Una máxima que marca el sutil libreto creado por Aaron Sorkin y Steven Zaillian. Moneyball: rompiendo la reglas, se olvida de la grandilocuencia habitual del género y apuesta por un perfil íntimo y elegante para dibujar la figura y labor de un General Manager de un modesto equipo de las Grandes Ligas de béisbol – Oakland Athletics –. Con rigor y soberana clarividencia, como ocurría con el guión creado por Sorkin para La red social, se presentan datos y nomenclatura que, a priori, no resultan sugerentes para el público pero que gracias a su tono cercano se acaban convirtiendo en un tema ameno e interesante. Moneyball no trata de victorias y remontadas, es un simple ejercicio de sinceridad que demuestra que los detalles más pequeños pueden cambiar el rumbo marcado. Pese a su inevitable comparación con unos de los hitos recientes de la temática deportiva, Jerry Maguire (Cameron Crowe, 1996), el filme dirigido por Bennett Miller se acerca a un anónimo éxito televisivo que vivió su epílogo el pasado curso: Friday Night Lights (Peter Berg 2006-2010).
El serial, creado originariamente para NBC y emitido por Directv, se deshacía de un plumazo de cualquier comparativa con un sólido drama que aunaba ingenuidad y profundidad en un diseño de personajes al servicio del metódico y inspirador Eric Taylor (Kyle Chandler). Muy alejado de la figura del icónico entrenador de football americano de los Dillon Panthers (East Dillon Lions a posteriori) se presenta el protagonista de Moneyball, Billy Beane, interpretado por un magnífico Brad Pitt. Si la historia diseñada por la dupla Sorkin-Zaillian sorprende por su tratamiento, Beane resulta un personaje clásico en el género: fracasado en su vida conyugal, buen padre, ambicioso y detallista. Eje y timón del filme, la empatía con Beane resultará clave en el devenir del metraje. Por suerte, Pitt logra convencer a la platea con una interpretación memorable complementada por un notable elenco de secundarios.
Reparto que encabeza un sorprendente Jonah Hill alejado de sus habituales papeles en las comedias de Judd Apatow. Caracterizando a un estadista que supone una revolución en el aparatoso estilo de contrataciones y mercadotecnia deportiva. Su unión con Pitt nos deja una cinta para el recuerdo llena de buenos momentos que engloban a un todo que sorprende por su forma y contenido. Inteligente y esclarecedora, Moneyball rompe las reglas de una temática reservada solo para los flashes y la gloria. Puede que en los números esté la verdad, pero es la fé la que mueve al hombre en busca del cambio, en busca de su esencia.
Lo Mejor: Brad Pitt y Jonah Hill. El guión de Aaron Sorkin y Steve Zaillian. La banda sonora de Mychael Danna.
Lo Peor: Que no logre conectar por su ritmo y temática.
Puntuación: 8/10 CINE USA 2011/DRAMA DEPORTIVO.