SELACOFOBIA
Un joven y prometedor realizador de veintinueve años llamado Steven Spielberg, cambio el curso del cine y puso la primera piedra a una meteórica carrera en 1975. Con el estreno de Tiburón (Jaws), nació el término de superproducción-blockbuster que ha acompañado a la cinefilia durante tres décadas. Una cinta que supuso todo una revolución en taquilla, un fenómeno de masas que varió los esquemas cinematográficos hasta las producciones que se proyectan hoy en día. Un visionario, heredero aventajado de Hitchcock que con un largometraje repleto de tensión hizo que muchas generaciones tuvieran sus dudas a la hora de entrar en el agua. Con Tiburón, Spielberg humanizó a una criatura creando un mundo que sólo acontece en pesadillas. Una nueva era comenzó en el séptimo arte.
Tras varias obras televisivas (El Diablo Sobre Ruedas o Colombo) y dos interesantes filmes: Amblin (1968) y Loca Evasión (1974), Spielberg adaptó la novela homónima de Peter Benchley para crear una de las cintas iconos del cine moderno. La novela de Benchley retrataba unos sucesos reales que acaecieron en la costa de Nueva Jersey y en la desembocadura de Matawan Creek en 1916. En plena I Guerra Mundial, una ola de calor asola la costa oeste americana. La gente se dirige a las playas para aliviarse en el comienzo de una nueva moda social: veranear. El mundo era ajeno a los tiburones o cualquier especie marina peligrosa. La ciencia conocía las especies más importantes de escualos pero no se consideraba a ninguna peligrosa para el ser humano, salvo el tiburón blanco que rondaba aguas del sur. Ese verano en Nueva Jersey y Matawan Creek murieron cuatro personas y una resultó herida en el ataque probable de diferentes especies de tiburones, causando un clima de terror social que compitió con las crónicas bélicas del momento.
El tiburón se dio a conocer a la comunidad científica avisando que la autoridad en los mares y océanos no era exclusividad humana. Los sucesos en la costa, a cargo de un tiburón toro y un gran blanco, cambiaron la visión del hombre sobre estos animales y comenzaron los mitos y leyendas. Unos mitos que no hacen justicia a un animal del que muchas especies están cerca de la extinción. Tan sólo unos especímenes pueden ser responsables de ataques a seres humanos: el tiburón blanco (Carcarodon Carcharis, de hasta ocho metros de largo); el tiburón tigre (Galeocerdo Cuvier, de hasta cinco metros de longitud, y referenciado en el film); tiburón toro (también conocido cómo Sarda, de hasta cuatro metros, Cacharhinus Leucas, que remonta ríos de gran profundidad cómo el Missisipi o el Zambeze); el tiburón martillo (Sphyrna Mokarran, de hasta cinco metros de longitud) y el tiburón Oceánico (Cacharhinus Longimanus, conocido como el tiburón de aletas blancas, el único que tiene gusto por la carne humana, y que también se nombra en el film, en el naufragio del Indianápolis). Rara vez ocurren contactos con humanos, y tan sólo el azar o la confusión con presas habituales permiten desencuentros con estos enigmáticos animales.
Los reyes del océano, claves para el ecosistema y que han sobrevivido millones de años. Su irremediable mala fama, les ha colocado en el punto álgido de la cadena alimentaria, pero la realidad es mucho más cruel con estos peces que sufren cada año al depredador más voraz que existe en la Tierra: el hombre. En Tiburón (Jaws, 1975) se nos presenta a un diabólico ser, vengativo, plenamente humanizado que vaga por las costa del pueblo costero de Amity causando terror. El acierto de Spielberg en esta producción, es el enfoque realista gracias a personajes cotidianos que se convierten en víctimas o héroes inesperados. El temor a lo desconocido unido a una tensión inigualable, hacen de Tiburón un film que sigue siendo referente décadas después. El mar como un lugar claustrofóbico donde convergen todos nuestros miedos.
Al igual que Hichcock con Walter Herrmann, el dueto que conforman Spielberg con su director musical John Williams, es clave para generar esta angustiante atmósfera que atrapa y sólo te deja escapar al ver al jefe Brody y Matt Hooper nadando sobre un madero hacia la costa. La música de Williams te alerta, te atenaza y te atrapa, nunca una partitura te introduce de tal manera en la narración de un film. El triángulo interpretativo conformado por Brody (Roy Scheider), Quint (Robert Shaw) y Hooper (Richard Dreyfuss) tan mundano cómo carismático, empatiza rápidamente con el espectador. Unos auténticos y dispares aventureros que nos trasladan al Orca como contramaestres de una aventura propia de Simbad el Marino. Momentos imborrables, cómo el soliloquio de Quint sobre los sucesos del acorazado USS Indianápolis, donde murieron más de quinientos soldados devorados por escualos (tiburones oceánicos en su mayoría) o las escenas de los primeros ataques, son parte viva del celuloide, que encumbraron a uno de los protagonistas más destacados de este noble arte.
Además de un gran éxito mediático, Tiburón fue nominada a mejor película por la academia de cine americano, obteniendo tres Óscars en apartados técnicos. La adaptación libre de la novela de Peter Benchley, tuvo sus consiguientes secuelas de la que sólo salvamos la más inmediata dirigida por Jeannot Szwarc, que contó con gran parte del elenco original en hechos ambientados cuatro años después en Amity Island. Con Tiburón, el thriller adquirió una nueva dimensión que en pleno siglo XXI sigue vigente, y a cada emisión televisiva nos hace dudar al nadar en la inmensidad oceánica.
"Necesitaremos un barco más grande".
Lo Mejor: Roy Scheider y Robert Shaw. La dirección de Spielberg. La composición de John Williams.
Lo Peor: que sólo se critique el mal envejecer de los efectos mecánicos del film.
Puntuación: 9/10 CINE CLÁSICO
Un joven y prometedor realizador de veintinueve años llamado Steven Spielberg, cambio el curso del cine y puso la primera piedra a una meteórica carrera en 1975. Con el estreno de Tiburón (Jaws), nació el término de superproducción-blockbuster que ha acompañado a la cinefilia durante tres décadas. Una cinta que supuso todo una revolución en taquilla, un fenómeno de masas que varió los esquemas cinematográficos hasta las producciones que se proyectan hoy en día. Un visionario, heredero aventajado de Hitchcock que con un largometraje repleto de tensión hizo que muchas generaciones tuvieran sus dudas a la hora de entrar en el agua. Con Tiburón, Spielberg humanizó a una criatura creando un mundo que sólo acontece en pesadillas. Una nueva era comenzó en el séptimo arte.
Tras varias obras televisivas (El Diablo Sobre Ruedas o Colombo) y dos interesantes filmes: Amblin (1968) y Loca Evasión (1974), Spielberg adaptó la novela homónima de Peter Benchley para crear una de las cintas iconos del cine moderno. La novela de Benchley retrataba unos sucesos reales que acaecieron en la costa de Nueva Jersey y en la desembocadura de Matawan Creek en 1916. En plena I Guerra Mundial, una ola de calor asola la costa oeste americana. La gente se dirige a las playas para aliviarse en el comienzo de una nueva moda social: veranear. El mundo era ajeno a los tiburones o cualquier especie marina peligrosa. La ciencia conocía las especies más importantes de escualos pero no se consideraba a ninguna peligrosa para el ser humano, salvo el tiburón blanco que rondaba aguas del sur. Ese verano en Nueva Jersey y Matawan Creek murieron cuatro personas y una resultó herida en el ataque probable de diferentes especies de tiburones, causando un clima de terror social que compitió con las crónicas bélicas del momento.
El tiburón se dio a conocer a la comunidad científica avisando que la autoridad en los mares y océanos no era exclusividad humana. Los sucesos en la costa, a cargo de un tiburón toro y un gran blanco, cambiaron la visión del hombre sobre estos animales y comenzaron los mitos y leyendas. Unos mitos que no hacen justicia a un animal del que muchas especies están cerca de la extinción. Tan sólo unos especímenes pueden ser responsables de ataques a seres humanos: el tiburón blanco (Carcarodon Carcharis, de hasta ocho metros de largo); el tiburón tigre (Galeocerdo Cuvier, de hasta cinco metros de longitud, y referenciado en el film); tiburón toro (también conocido cómo Sarda, de hasta cuatro metros, Cacharhinus Leucas, que remonta ríos de gran profundidad cómo el Missisipi o el Zambeze); el tiburón martillo (Sphyrna Mokarran, de hasta cinco metros de longitud) y el tiburón Oceánico (Cacharhinus Longimanus, conocido como el tiburón de aletas blancas, el único que tiene gusto por la carne humana, y que también se nombra en el film, en el naufragio del Indianápolis). Rara vez ocurren contactos con humanos, y tan sólo el azar o la confusión con presas habituales permiten desencuentros con estos enigmáticos animales.
Los reyes del océano, claves para el ecosistema y que han sobrevivido millones de años. Su irremediable mala fama, les ha colocado en el punto álgido de la cadena alimentaria, pero la realidad es mucho más cruel con estos peces que sufren cada año al depredador más voraz que existe en la Tierra: el hombre. En Tiburón (Jaws, 1975) se nos presenta a un diabólico ser, vengativo, plenamente humanizado que vaga por las costa del pueblo costero de Amity causando terror. El acierto de Spielberg en esta producción, es el enfoque realista gracias a personajes cotidianos que se convierten en víctimas o héroes inesperados. El temor a lo desconocido unido a una tensión inigualable, hacen de Tiburón un film que sigue siendo referente décadas después. El mar como un lugar claustrofóbico donde convergen todos nuestros miedos.
Al igual que Hichcock con Walter Herrmann, el dueto que conforman Spielberg con su director musical John Williams, es clave para generar esta angustiante atmósfera que atrapa y sólo te deja escapar al ver al jefe Brody y Matt Hooper nadando sobre un madero hacia la costa. La música de Williams te alerta, te atenaza y te atrapa, nunca una partitura te introduce de tal manera en la narración de un film. El triángulo interpretativo conformado por Brody (Roy Scheider), Quint (Robert Shaw) y Hooper (Richard Dreyfuss) tan mundano cómo carismático, empatiza rápidamente con el espectador. Unos auténticos y dispares aventureros que nos trasladan al Orca como contramaestres de una aventura propia de Simbad el Marino. Momentos imborrables, cómo el soliloquio de Quint sobre los sucesos del acorazado USS Indianápolis, donde murieron más de quinientos soldados devorados por escualos (tiburones oceánicos en su mayoría) o las escenas de los primeros ataques, son parte viva del celuloide, que encumbraron a uno de los protagonistas más destacados de este noble arte.
Además de un gran éxito mediático, Tiburón fue nominada a mejor película por la academia de cine americano, obteniendo tres Óscars en apartados técnicos. La adaptación libre de la novela de Peter Benchley, tuvo sus consiguientes secuelas de la que sólo salvamos la más inmediata dirigida por Jeannot Szwarc, que contó con gran parte del elenco original en hechos ambientados cuatro años después en Amity Island. Con Tiburón, el thriller adquirió una nueva dimensión que en pleno siglo XXI sigue vigente, y a cada emisión televisiva nos hace dudar al nadar en la inmensidad oceánica.
"Necesitaremos un barco más grande".
Lo Mejor: Roy Scheider y Robert Shaw. La dirección de Spielberg. La composición de John Williams.
Lo Peor: que sólo se critique el mal envejecer de los efectos mecánicos del film.
Puntuación: 9/10 CINE CLÁSICO