Duodécimo trabajo sobre el serial Históricos de Cine. Esta semana uno de los mitos españoles de todos los tiempos. Un emblema que sigue sirviendo de inspiración en nuestros días. La garra y el aplomo siempre se ha personalizado en la figura de Rodrigo Díaz de Vivar. El cine ha dedicado a este valeroso guerrero pocos filmes aunque uno muy represantativo con la piel del inolvidable Charlon Heston.
RODRIGO DÍAZ DE VIVAR "EL CID"
“ORGULLO CASTELLANO”
Uno de los iconos de las leyendas de caballería. Rodrigo Díaz de Vivar, más conocido cómo El Cid Campeador, es uno de los símbolos de la España de la Edad Media. Un caballero de gran valor que escribió una de las páginas más importantes de la historia castellana siendo una fuente de inspiración durante siglos que aún perdura en la actualidad. Un gran héroe que superó a la muerte conquistando la gloria en el campo de batalla aterrando a sus enemigos.
El mito y el folklore han contribuido a elevar a esta mágica figura del medievo. Su vida e historia se recogen en una de las obras más importantes de la época, El Cantar del Mio Cid. Nacido entre 1045 y 1050 en Vivar del Cid (Burgos), según las pocas fuentes existentes; Rodrigo Díaz era hijo de Diego Laínez, capitán de frontera en las escaramuzas entre navarros y castellanos en la línea de Ubierna. Desde muy joven mostró aptitudes para la lucha y la equitación, y en 1058 entro en servicio como paje del príncipe Sancho, en la corte del rey Fernando I de León y Castilla. La realidad se confronta con la leyenda, porque los textos coetáneos indican que su origen estuvo ligado a la nobleza, en contraposición al Cantar del Mio Cid, donde narra que sus raíces provienen de una familia humilde. Quizás, en busca de la épica, la epopeya esta narrada de manera exagerada.
Probablemente fue investido caballero por el propio Sancho II, a mitad de la década de 1060. Rodrigo Díaz, contó con el beneplácito de su rey hasta la muerte de éste en 1072, siendo magnate de su sequito y considerado “armiger regis ”. Acompañó al rey Sancho en la afrenta contra sus hermanos Alfonso VI, rey de León y García, monarca gallego. Tres hermanos que ansiaban la primacía de un reino del que se buscaba su reunificación. Rodrigo tuvo un papel importante cómo caballero en las victorias de Castilla en Llantada (1068) y Golpejera (1072). Tras ésta última, Sancho de convirtió en Sancho II de León con su hermano Alfonso capturado. Posiblemente, Rodrigo Díaz de Vivar, se ganó con su aplomo y fuerza el apodo de El Campeador en estas escaramuzas.
El reinado de Sancho fue breve, ya que la nobleza leonesa se sublevó y se hizo fuerte en Zamora. El monarca asedió la ciudad junto a Rodrigo Díaz, hasta su muerte, asesinado por Bellido Dolfos, cómo relatan las leyendas. Con el fallecimiento de Sancho II, Alfonso VI recuperó el trono y conservó una excelente relación con Rodrigo, aunque fuera relevado cómo armiger regis por el conde Nájera García; quien le nombró juez y facilitó su matrimonio con Jimena Díaz en julio de 1074, con la que tuvo tres hijos. Sin embargo, la relación con el soberano se fue deteriorando. Algunos excesos en contingencias en territorios del reino Taifa y en Levante, le valieron el destierro en dos ocasiones.
La tensión castellana con los musulmanes iba creciendo de manera paulatina y Rodrigo Díaz comandaba un ejercito independiente al que sólo podía hacer frente el Imperio Almorávide. Tras una serie de batallas con victoria, derrotó a Ben Yahhaf y reconquistó la ciudad de Valencia en 1092. Ciudad muy importante para los almorávides, que intentaron recuperan en varias ocasiones, con consecuentes derrotas ante El Cid. Una vez establecido en Valencia luchó contra el empuje almorávide junto a Ramón Berenguer III, con el que estableció lazos familiares con enlaces entres sus hijos. Su muerte llegó de 10 de Julio de 1099, y fue su esposa Jimena junto a Ramón Berenguer, la que intentó defender la ciudad de Valencia durante un tiempo. Un principado que tuvieron que abandonar con la ayuda de Alfonso VI ante las acometidas almorávides. Los restos de Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid, fueron inhumados en el monasterio trapense burgalés de San Pedro de Cardeña. En la Guerra de la Independencia (1808-1814) los soldados francos profanaron su tumba. Se recuperaron los restos y se trasladaron en 1842 a la capilla de la Casa Consisterial de Burgos. Desde 1921 está acompañada por su amada Doña Jimena en la Catedral de Burgos.
Junto a Don Pelayo, El Cid se convirtió en un de los importantes símbolos contra la ocupación musulmana en el sureste de la península. Un mito cuyo eco resonó, principalmente, gracias a la literatura, con el nombrado Cantar del Mío Cid (escrito entre el 1195 y 1207 por un autor anónimo) y numerosos textos españoles, alfaquíes o franceses que ensalzan el espíritu de este bravo caballero andante. Un espíritu que siempre se ha asociado a la garra española y que se ha plasmado en celuloide en varias ocasiones. La primera de ellas en los comienzos del séptimo arte.
En 1910, Mario Casarini adaptó la obra de Pierre Corneille y creó una pequeña pieza, El Cid (Il Cid, 1910). Un cortometraje desconocido del que se conocen muy pocos datos. Caserini fue uno de los grandes y fructíferos realizadores italianos de la década. Para este cortometraje contó con su esposa María y con la participación de Amleto Novelli como el primer Rodrigo Díaz de Vivar en el mundo cinematográfico. Fue estrenada en Febrero de 1910 en Francia en una de las muchas cintas históricas del director italiano.
Hasta 1960 no llegó una nueva obra dedica al Campeador. Fue un documental dirigido por Jesús Franco llamado El Destierro de El Cid. Un cortometraje, basado en los textos del poema del Mío Cid, de quince minutos poco relevantes que dieron paso a la película más conocida sobre caballero burgalés. En 1961 se estrenó la superproducción El Cid, cinta que obtuvo un éxito notable de taquilla y que fue recompensada con tres nominaciones al Óscar en aspectos técnicos. Dirigida por Anthony Mann, El Cid es una cinta de aventuras a la antigua usanza, entretenida y con una gran escenificación. Mann contó con un excelente reparto encabezado por Charlon Heston y Sofía Loren. Las numerosas licencias históricas, que aúnan anacronía, exageraciones y falsas interpretaciones; junto a un excesivo metraje alejaron a El Cid de los altares del séptimo arte. Heston borda el papel de héroe, con su carismática interpretación de un Rodrigo Díaz enamorado de una Doña Jimena que le da réplica en la piel de Sofía Loren. Ambos son lo mejor de un film, cuyo clímax final es sobresaliente cómo las mejores epopeyas históricas que invadían la cartelera en la época. Batallas medievales con cierto toque Western, que nos dejan a El Cid más recordado de todos los tiempos, en la piel de un siempre excelente, Charlon Heston.
El Cid (1961) basa su historia en el amor de Rodrigo y Jimena, añadiendo intrigas palaciegas, muerte de monarcas que no existieron en la realidad y cómo fondo y final la reconquista española. Un sofrito americano de Samuel Bronston rodado en España que se debe valorar por su entretenimiento y no cómo documento, pese a contar, cómo asesor histórico, con Ramón Menéndez Pidal. Un año más tarde, en 1962, se estrenó una co-producción hispano-italiana llamada Las Hijas del Cid, dirigida por Miguel Iglesias. Las relaciones amorosas y de conveniencia de las hijas de Rodrigo Díaz son las protagonistas en una cinta que intentó aprovecharse del éxito del film de Mann, con una paupérrima narración pseudo-histórica que fue apartada al ostracismo cinematográfico. Todo lo contrario que el programa de teatro de televisión española Estudio 1, que intentó trasladarnos la leyenda de El Cid con varias obras dramáticas. La primera en 1966, adaptando la creación de Guillén de Castro, Las Mocedades de El Cid (1605-1615), una de las obras más importantes dedicadas al legendario caballero español y que gozó de difusión universal gracias a Pierre Corneille y su Le Cid de 1636.
Estudio 1 continuo su particular homenaje al icono medieval español en 1969 con la adaptación de la obra de Eduardo Marquina, Las Hijas de El Cid. Dos creaciones más completaron este cuadríptico sobre Rodrigo Díaz de Vivar: Retablo de las Mocedades de El Cid (1971) y El Amor es un Potro Desbocado (1973) con Emilio Gutiérrez Cava en el papel de caballero y Maribel Martín cómo su esposa doña Jimena. Justamente fue televisión española la que estrenó la coproducción hispano-japonesa, Ruy, El Pequeño Cid (1980). Un serial televisivo que gozó de gran éxito y que amenizó las tardes de muchos niños y niñas. Dirigido por Fumio Kurokawa, Ruy es una serie de animación que narra las aventuras imaginarias de un niño que busca ser un caballero andante. Un ingenuo y bastante logrado producto que acercó a Rodrigo Díaz a los más pequeños.
Una parodia de dudoso gusto llegó a nuestras pantallas en 1983, con El Cid Cabreador. Un filme que gozó de una buena taquilla y posterior difusión televisiva. Típica cinta española de la época, con una producción de serie Z, destinada a un público adulto. Interpretada por Ángel Cristo y Carmen Maura, esta cinta creada por Angelino Fons retrató en clave de comedia a uno de los héroes españoles con escasez de medios e ideas, cuyo destino se haya en colecciones de VHS de un periodo negro para el cine español. Mucho más digna es, sin embargo, El Cid: La Leyenda (2003). Largometraje de animación dirigido por Josep Pozo, que tuvo una buena acogida por parte del público, obteniendo una honrosa taquilla. El Cid: La Leyenda, es una cinta de aventuras que narra la parte más lúdica y entretenida de Rodrigo Díaz de Vivar con éxito. Una buena muestra del ascendente cine de animación español que logró el Goya en 2003. La filmografía del caballero castellano por antonomasia, termina con el documental El Camino de El Cid (2008). Dirigido por Francisco Rodríguez Fernández, este documento recrea la vida de Rodrigo Díaz a través del poema de El Cantar del Mío Cid. Un interesante y completo documento que obtuvo varios premios en diversos festivales españoles.
Una curiosa y variopinta filmografía, que tienen su momento culmen en 1961, cuando el cine americano mostró al mundo a uno de los grandes héroes españoles de la historia. Un Cid que siempre tendrá el rostro del gran Charlon Heston en un personaje que, con toda probabilidad, volverá a la gran pantalla a liderar a su ejército.
"Nunca tendré compasión por los que no supieron morir a tiempo".
Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid, según El Cantar del Mío Cid.
Por Emilio Martín Luna.
Enlace al ARTÍCULO HISTÓRICOS DE CINE El Cine de Lo Que Yo te Diga: "Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid: Orgullo Castellano".
RODRIGO DÍAZ DE VIVAR "EL CID"
“ORGULLO CASTELLANO”
Uno de los iconos de las leyendas de caballería. Rodrigo Díaz de Vivar, más conocido cómo El Cid Campeador, es uno de los símbolos de la España de la Edad Media. Un caballero de gran valor que escribió una de las páginas más importantes de la historia castellana siendo una fuente de inspiración durante siglos que aún perdura en la actualidad. Un gran héroe que superó a la muerte conquistando la gloria en el campo de batalla aterrando a sus enemigos.
El mito y el folklore han contribuido a elevar a esta mágica figura del medievo. Su vida e historia se recogen en una de las obras más importantes de la época, El Cantar del Mio Cid. Nacido entre 1045 y 1050 en Vivar del Cid (Burgos), según las pocas fuentes existentes; Rodrigo Díaz era hijo de Diego Laínez, capitán de frontera en las escaramuzas entre navarros y castellanos en la línea de Ubierna. Desde muy joven mostró aptitudes para la lucha y la equitación, y en 1058 entro en servicio como paje del príncipe Sancho, en la corte del rey Fernando I de León y Castilla. La realidad se confronta con la leyenda, porque los textos coetáneos indican que su origen estuvo ligado a la nobleza, en contraposición al Cantar del Mio Cid, donde narra que sus raíces provienen de una familia humilde. Quizás, en busca de la épica, la epopeya esta narrada de manera exagerada.
Probablemente fue investido caballero por el propio Sancho II, a mitad de la década de 1060. Rodrigo Díaz, contó con el beneplácito de su rey hasta la muerte de éste en 1072, siendo magnate de su sequito y considerado “armiger regis ”. Acompañó al rey Sancho en la afrenta contra sus hermanos Alfonso VI, rey de León y García, monarca gallego. Tres hermanos que ansiaban la primacía de un reino del que se buscaba su reunificación. Rodrigo tuvo un papel importante cómo caballero en las victorias de Castilla en Llantada (1068) y Golpejera (1072). Tras ésta última, Sancho de convirtió en Sancho II de León con su hermano Alfonso capturado. Posiblemente, Rodrigo Díaz de Vivar, se ganó con su aplomo y fuerza el apodo de El Campeador en estas escaramuzas.
El reinado de Sancho fue breve, ya que la nobleza leonesa se sublevó y se hizo fuerte en Zamora. El monarca asedió la ciudad junto a Rodrigo Díaz, hasta su muerte, asesinado por Bellido Dolfos, cómo relatan las leyendas. Con el fallecimiento de Sancho II, Alfonso VI recuperó el trono y conservó una excelente relación con Rodrigo, aunque fuera relevado cómo armiger regis por el conde Nájera García; quien le nombró juez y facilitó su matrimonio con Jimena Díaz en julio de 1074, con la que tuvo tres hijos. Sin embargo, la relación con el soberano se fue deteriorando. Algunos excesos en contingencias en territorios del reino Taifa y en Levante, le valieron el destierro en dos ocasiones.
La tensión castellana con los musulmanes iba creciendo de manera paulatina y Rodrigo Díaz comandaba un ejercito independiente al que sólo podía hacer frente el Imperio Almorávide. Tras una serie de batallas con victoria, derrotó a Ben Yahhaf y reconquistó la ciudad de Valencia en 1092. Ciudad muy importante para los almorávides, que intentaron recuperan en varias ocasiones, con consecuentes derrotas ante El Cid. Una vez establecido en Valencia luchó contra el empuje almorávide junto a Ramón Berenguer III, con el que estableció lazos familiares con enlaces entres sus hijos. Su muerte llegó de 10 de Julio de 1099, y fue su esposa Jimena junto a Ramón Berenguer, la que intentó defender la ciudad de Valencia durante un tiempo. Un principado que tuvieron que abandonar con la ayuda de Alfonso VI ante las acometidas almorávides. Los restos de Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid, fueron inhumados en el monasterio trapense burgalés de San Pedro de Cardeña. En la Guerra de la Independencia (1808-1814) los soldados francos profanaron su tumba. Se recuperaron los restos y se trasladaron en 1842 a la capilla de la Casa Consisterial de Burgos. Desde 1921 está acompañada por su amada Doña Jimena en la Catedral de Burgos.
Junto a Don Pelayo, El Cid se convirtió en un de los importantes símbolos contra la ocupación musulmana en el sureste de la península. Un mito cuyo eco resonó, principalmente, gracias a la literatura, con el nombrado Cantar del Mío Cid (escrito entre el 1195 y 1207 por un autor anónimo) y numerosos textos españoles, alfaquíes o franceses que ensalzan el espíritu de este bravo caballero andante. Un espíritu que siempre se ha asociado a la garra española y que se ha plasmado en celuloide en varias ocasiones. La primera de ellas en los comienzos del séptimo arte.
En 1910, Mario Casarini adaptó la obra de Pierre Corneille y creó una pequeña pieza, El Cid (Il Cid, 1910). Un cortometraje desconocido del que se conocen muy pocos datos. Caserini fue uno de los grandes y fructíferos realizadores italianos de la década. Para este cortometraje contó con su esposa María y con la participación de Amleto Novelli como el primer Rodrigo Díaz de Vivar en el mundo cinematográfico. Fue estrenada en Febrero de 1910 en Francia en una de las muchas cintas históricas del director italiano.
Hasta 1960 no llegó una nueva obra dedica al Campeador. Fue un documental dirigido por Jesús Franco llamado El Destierro de El Cid. Un cortometraje, basado en los textos del poema del Mío Cid, de quince minutos poco relevantes que dieron paso a la película más conocida sobre caballero burgalés. En 1961 se estrenó la superproducción El Cid, cinta que obtuvo un éxito notable de taquilla y que fue recompensada con tres nominaciones al Óscar en aspectos técnicos. Dirigida por Anthony Mann, El Cid es una cinta de aventuras a la antigua usanza, entretenida y con una gran escenificación. Mann contó con un excelente reparto encabezado por Charlon Heston y Sofía Loren. Las numerosas licencias históricas, que aúnan anacronía, exageraciones y falsas interpretaciones; junto a un excesivo metraje alejaron a El Cid de los altares del séptimo arte. Heston borda el papel de héroe, con su carismática interpretación de un Rodrigo Díaz enamorado de una Doña Jimena que le da réplica en la piel de Sofía Loren. Ambos son lo mejor de un film, cuyo clímax final es sobresaliente cómo las mejores epopeyas históricas que invadían la cartelera en la época. Batallas medievales con cierto toque Western, que nos dejan a El Cid más recordado de todos los tiempos, en la piel de un siempre excelente, Charlon Heston.
El Cid (1961) basa su historia en el amor de Rodrigo y Jimena, añadiendo intrigas palaciegas, muerte de monarcas que no existieron en la realidad y cómo fondo y final la reconquista española. Un sofrito americano de Samuel Bronston rodado en España que se debe valorar por su entretenimiento y no cómo documento, pese a contar, cómo asesor histórico, con Ramón Menéndez Pidal. Un año más tarde, en 1962, se estrenó una co-producción hispano-italiana llamada Las Hijas del Cid, dirigida por Miguel Iglesias. Las relaciones amorosas y de conveniencia de las hijas de Rodrigo Díaz son las protagonistas en una cinta que intentó aprovecharse del éxito del film de Mann, con una paupérrima narración pseudo-histórica que fue apartada al ostracismo cinematográfico. Todo lo contrario que el programa de teatro de televisión española Estudio 1, que intentó trasladarnos la leyenda de El Cid con varias obras dramáticas. La primera en 1966, adaptando la creación de Guillén de Castro, Las Mocedades de El Cid (1605-1615), una de las obras más importantes dedicadas al legendario caballero español y que gozó de difusión universal gracias a Pierre Corneille y su Le Cid de 1636.
Estudio 1 continuo su particular homenaje al icono medieval español en 1969 con la adaptación de la obra de Eduardo Marquina, Las Hijas de El Cid. Dos creaciones más completaron este cuadríptico sobre Rodrigo Díaz de Vivar: Retablo de las Mocedades de El Cid (1971) y El Amor es un Potro Desbocado (1973) con Emilio Gutiérrez Cava en el papel de caballero y Maribel Martín cómo su esposa doña Jimena. Justamente fue televisión española la que estrenó la coproducción hispano-japonesa, Ruy, El Pequeño Cid (1980). Un serial televisivo que gozó de gran éxito y que amenizó las tardes de muchos niños y niñas. Dirigido por Fumio Kurokawa, Ruy es una serie de animación que narra las aventuras imaginarias de un niño que busca ser un caballero andante. Un ingenuo y bastante logrado producto que acercó a Rodrigo Díaz a los más pequeños.
Una parodia de dudoso gusto llegó a nuestras pantallas en 1983, con El Cid Cabreador. Un filme que gozó de una buena taquilla y posterior difusión televisiva. Típica cinta española de la época, con una producción de serie Z, destinada a un público adulto. Interpretada por Ángel Cristo y Carmen Maura, esta cinta creada por Angelino Fons retrató en clave de comedia a uno de los héroes españoles con escasez de medios e ideas, cuyo destino se haya en colecciones de VHS de un periodo negro para el cine español. Mucho más digna es, sin embargo, El Cid: La Leyenda (2003). Largometraje de animación dirigido por Josep Pozo, que tuvo una buena acogida por parte del público, obteniendo una honrosa taquilla. El Cid: La Leyenda, es una cinta de aventuras que narra la parte más lúdica y entretenida de Rodrigo Díaz de Vivar con éxito. Una buena muestra del ascendente cine de animación español que logró el Goya en 2003. La filmografía del caballero castellano por antonomasia, termina con el documental El Camino de El Cid (2008). Dirigido por Francisco Rodríguez Fernández, este documento recrea la vida de Rodrigo Díaz a través del poema de El Cantar del Mío Cid. Un interesante y completo documento que obtuvo varios premios en diversos festivales españoles.
Una curiosa y variopinta filmografía, que tienen su momento culmen en 1961, cuando el cine americano mostró al mundo a uno de los grandes héroes españoles de la historia. Un Cid que siempre tendrá el rostro del gran Charlon Heston en un personaje que, con toda probabilidad, volverá a la gran pantalla a liderar a su ejército.
"Nunca tendré compasión por los que no supieron morir a tiempo".
Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid, según El Cantar del Mío Cid.
Por Emilio Martín Luna.
Enlace al ARTÍCULO HISTÓRICOS DE CINE El Cine de Lo Que Yo te Diga: "Rodrigo Díaz de Vivar, El Cid: Orgullo Castellano".