LA CENA DE NIETZSCHE
Alfred Hitchcock ya demostró con Naúfragos (Lifeboat, 1944) el dominio de la tensión y narración con un único escenario de fondo. Un prodigio técnico que entre otras muchas virtudes, ha elevado al director británico a la categoría de mito. Por segunda vez, y con un apartamento cómo fondo, ratificó su eficacia en el dominio de interiores y de cómo sacar máximo partido a sus escenas en La Soga (Rope, 1948). Una característica que convirtió en sublime con La Ventana Indiscreta (Rear Window, 1954), seis años más tarde. La Soga, cómo otras muchas obras de Hitchcock, ha sido siempre considerado un producto menor en su filmografía, que con el paso de los años ha ganado el prestigio y la admiración que merece. Su puesta en escena, sus diálogos y sus mensajes sociales y políticos hicieron que fuera ignorada en su época de estreno. Hoy en día, no sólo es un clásico del cine de suspense, también es un estudio psicológico y filosófico sobre la mente humana.
Basada en una obra de teatro de Patrick Hamilton, Hitchcock se viste de dramaturgo y con un plano-secuencia nos narra una curiosa reunión de amigos. Una cena organizada por dos estudiantes que con un terrible secreto bajo un arcón, intentarán jugar con sus invitados en una demostración de superioridad intelectual. Una superioridad que demuestra el realizador británico a la hora de mantener, el interés, la tensión y el suspense durante los ochenta minutos de proyección. La Soga en su comienzo nos hace partir al lado de los dos protagonistas, sintiendo empatía sobre ellos. Nos pone a su mismo nivel, ya que conocemos el secreto que ocultan al resto de invitados. Dos protagonistas, Shaw Brandon (John Dall) y Philipp (Farley Granger) totalmente diferentes: Brandon un joven de enorme ego, calculador e inteligente; Philipp un hombre maniatado, inseguro, mera comparsa de su compañero.
Como invitado, se les sumó un tercer protagonista: Rupert Cadell (James Stewart) un hombre íntegro, intelectual y con un gran poder de deducción. Un sugerente triángulo interpretativo, con interesantes aristas personales. La superioridad, el concepto de "superhombre" de Nietzsche, se encuentra visible en todo momento. Brandon se siente superior a los demás, y piensa que el mundo lo conforman rebaños inútiles que deben ser eliminados. “La pasión de matar puede satisfacerte tanto como la pasión de crear... Estamos vivos, real y maravillosamente vivos”, reza uno de los monólogos de Brandon, tan seguro de sí mismo como inseguro está su partener Philip. Los diálogos que encabeza Brandon, son sin duda lo mejor del filme (excelente la charla junto al Sr. Kendall, con Hitler cómo tema), que encuentran respuesta en el imaginativo Rupert Cadell, interpretado de manera brillante por James Stewart.
Hitchcock, crea un elaborado y original alegato contra el fascismo, en una cinta que esconde mucho más. Homosexualidad y misoginia, son temas ocultos sutilmente dibujados por el maestro del suspense. Brandon y Philip tiene una peculiar y ambigua relación, de libre interpretación por parte del espectador. Una significado que Hitchcock utiliza, malévolamente, para resaltar su depravación y falta de escrúpulos. Todo remarcado en una conversación tras el asesinato con un paralelismo entre el delito y el acto sexual. Por otra parte, los personajes femeninos, están acotados a un segundo y humillante segundo plano (indecisión, interés, sumisión, chismorreo…). Todo mostrado en las dos salas de un pequeño apartamento. Que a medida, que el día se va oscureciendo, el futuro de los protagonistas va menguando. Un guión excelente de Arthur Laurents y Hume Cronyn, del que Hitchcock saca un enorme partido.
James Stewart se echa las espaldas la historia, y junto a él nunca decae. En sus cinco colaboraciones con Hitchcock, tal vez La Soga, sea la actuación más meritoria por parte del actor de Indiana. Su antagónico, Brandon, es interpretado de manera eficaz por el actor teatral John Dall, que recibió una nominación al Óscar por su primera interpretación en El Maíz es Verde (1945). La Soga ha sido la caracterización más importante de su carrera, en su papel de empático villano. Su compañero Philip tiene el rostro de Farley Granger, que repitió con Hitchcock tres años más tarde en Extraños en el Tren (Strangers on a Train, 1951). Granger se encuentra algo perdido, con un personaje nada agradable y bastante difícil. Por momentos, realiza una interpretación algo forzada y demasiado expresiva. Completan este excelente reparto: Cedric Hardwicke, Joan Chandler y Douglas Dick.
La Soga (The Rope) es un filme que gana en cada visionado, y obtiene por derecho propio la etiqueta de clásico intemporal del cine de suspense. Una obra muy difícil de igualar, y que ha servido de inspiración a muchos autores actuales. Un manual sobre la personalidad perfectamente elaborado por la mente de un hombre que, cinematográficamente hablando, si era superior a la mayoría.
Lo Mejor: El desarrollo en un plano-secuencia. James Stewart
Lo Peor: Un Farley Granger algo sobreactuado.
Puntuación: 8,5/10 CINE CLÁSICO.
Alfred Hitchcock ya demostró con Naúfragos (Lifeboat, 1944) el dominio de la tensión y narración con un único escenario de fondo. Un prodigio técnico que entre otras muchas virtudes, ha elevado al director británico a la categoría de mito. Por segunda vez, y con un apartamento cómo fondo, ratificó su eficacia en el dominio de interiores y de cómo sacar máximo partido a sus escenas en La Soga (Rope, 1948). Una característica que convirtió en sublime con La Ventana Indiscreta (Rear Window, 1954), seis años más tarde. La Soga, cómo otras muchas obras de Hitchcock, ha sido siempre considerado un producto menor en su filmografía, que con el paso de los años ha ganado el prestigio y la admiración que merece. Su puesta en escena, sus diálogos y sus mensajes sociales y políticos hicieron que fuera ignorada en su época de estreno. Hoy en día, no sólo es un clásico del cine de suspense, también es un estudio psicológico y filosófico sobre la mente humana.
Basada en una obra de teatro de Patrick Hamilton, Hitchcock se viste de dramaturgo y con un plano-secuencia nos narra una curiosa reunión de amigos. Una cena organizada por dos estudiantes que con un terrible secreto bajo un arcón, intentarán jugar con sus invitados en una demostración de superioridad intelectual. Una superioridad que demuestra el realizador británico a la hora de mantener, el interés, la tensión y el suspense durante los ochenta minutos de proyección. La Soga en su comienzo nos hace partir al lado de los dos protagonistas, sintiendo empatía sobre ellos. Nos pone a su mismo nivel, ya que conocemos el secreto que ocultan al resto de invitados. Dos protagonistas, Shaw Brandon (John Dall) y Philipp (Farley Granger) totalmente diferentes: Brandon un joven de enorme ego, calculador e inteligente; Philipp un hombre maniatado, inseguro, mera comparsa de su compañero.
Como invitado, se les sumó un tercer protagonista: Rupert Cadell (James Stewart) un hombre íntegro, intelectual y con un gran poder de deducción. Un sugerente triángulo interpretativo, con interesantes aristas personales. La superioridad, el concepto de "superhombre" de Nietzsche, se encuentra visible en todo momento. Brandon se siente superior a los demás, y piensa que el mundo lo conforman rebaños inútiles que deben ser eliminados. “La pasión de matar puede satisfacerte tanto como la pasión de crear... Estamos vivos, real y maravillosamente vivos”, reza uno de los monólogos de Brandon, tan seguro de sí mismo como inseguro está su partener Philip. Los diálogos que encabeza Brandon, son sin duda lo mejor del filme (excelente la charla junto al Sr. Kendall, con Hitler cómo tema), que encuentran respuesta en el imaginativo Rupert Cadell, interpretado de manera brillante por James Stewart.
Hitchcock, crea un elaborado y original alegato contra el fascismo, en una cinta que esconde mucho más. Homosexualidad y misoginia, son temas ocultos sutilmente dibujados por el maestro del suspense. Brandon y Philip tiene una peculiar y ambigua relación, de libre interpretación por parte del espectador. Una significado que Hitchcock utiliza, malévolamente, para resaltar su depravación y falta de escrúpulos. Todo remarcado en una conversación tras el asesinato con un paralelismo entre el delito y el acto sexual. Por otra parte, los personajes femeninos, están acotados a un segundo y humillante segundo plano (indecisión, interés, sumisión, chismorreo…). Todo mostrado en las dos salas de un pequeño apartamento. Que a medida, que el día se va oscureciendo, el futuro de los protagonistas va menguando. Un guión excelente de Arthur Laurents y Hume Cronyn, del que Hitchcock saca un enorme partido.
James Stewart se echa las espaldas la historia, y junto a él nunca decae. En sus cinco colaboraciones con Hitchcock, tal vez La Soga, sea la actuación más meritoria por parte del actor de Indiana. Su antagónico, Brandon, es interpretado de manera eficaz por el actor teatral John Dall, que recibió una nominación al Óscar por su primera interpretación en El Maíz es Verde (1945). La Soga ha sido la caracterización más importante de su carrera, en su papel de empático villano. Su compañero Philip tiene el rostro de Farley Granger, que repitió con Hitchcock tres años más tarde en Extraños en el Tren (Strangers on a Train, 1951). Granger se encuentra algo perdido, con un personaje nada agradable y bastante difícil. Por momentos, realiza una interpretación algo forzada y demasiado expresiva. Completan este excelente reparto: Cedric Hardwicke, Joan Chandler y Douglas Dick.
La Soga (The Rope) es un filme que gana en cada visionado, y obtiene por derecho propio la etiqueta de clásico intemporal del cine de suspense. Una obra muy difícil de igualar, y que ha servido de inspiración a muchos autores actuales. Un manual sobre la personalidad perfectamente elaborado por la mente de un hombre que, cinematográficamente hablando, si era superior a la mayoría.
Lo Mejor: El desarrollo en un plano-secuencia. James Stewart
Lo Peor: Un Farley Granger algo sobreactuado.
Puntuación: 8,5/10 CINE CLÁSICO.